De Paleolítico Vivo al laboratorio

I.P.
-

Investigadores de la Universidad de Veterinaria de Cáceres estudian un caballo Przewalski y una cría de bisonte muertos en Salgüero para compararlos con los équidos sacrificados descubiertos en el yacimiento tarteso de El Turuñuelo, cerca de Mérida

Los científicos recogen los restos del caballo Przewalski que murió la primavera pasada en los montes de Salgüero. - Foto: J.L.G.

«Un bisonte en desarrollo es un lingote de oro para los científicos». La frase no es de alguien cualquiera, sino de Jaime Lira Garrido, biólogo y doctor especialista en Paleogenómica que en los últimos 10 meses está lidiando con los restos de un caballo Przewalski muerto en marzo de 2021 en el monte de Salgüero de Juarros, donde se desarrolla el proyecto Paleolítico Vivo. 

Los restos del equino no han sido los únicos que han viajado hasta Cáceres, donde se ubica la Facultad de Veterinaria de Extremadura, sino que hace unos días, hasta la sierra burgalesa se desplazaron Lira y otros investigadores para llevarse los restos óseos y la piel de una cría de bisonte muerta. En este caso, apenas ha habido tiempo de comenzar con los trabajos de procesado del animal, se han limpiado los huesos y a partir de esta labor los investigadores tienen por delante una ardua tarea para hacer estudios comparativos de sus huesos aún en desarrollo con los de otros individuos o animales que se localizan en yacimientos de cara a asociarlos a una u otra especie. 

En el laboratorio, sin embargo, sí llevan meses trabajando con el caballo Przewalski, en dos proyectos: 'Iberia a través de sus caballos. Estudio integral de la diversidad genética, enfermedades infecciosas y paleopatológicas de los caballos extremeños de la Edad del Hierro', y 'Estudio de la hecatombe animal del yacimiento de Casas del Turuñuelo. La gestión de la cabaña ganadera y sus implicaciones socioeconómicas y rituales en época tartésica'. Ambos tienen un fin: la reconstrucción de Tartesos.

La investigadora Ana Mayoral limpia uno de los huesos. La investigadora Ana Mayoral limpia uno de los huesos. - Foto: A.M. M.M.

En ambos trabaja un grupo de investigadores, entre los que se encuentra Lira Garrido, madrileño, vinculado a Burgos porque durante 20 años ha formado parte del equipo de investigadores de Atapuerca, además de que su tesis la dirigió Juan Luis Arsuaga. Es, además, asesor científico de Paleolítico Vivo, después muchos años de relación con el director del mismo, Eduardo Cerdá. 

No es extraño, pues, oír de su boca otra de las frases que 'sientan cátedra': «Paleolítico Vivo es una aportación única de los animales con los que trabajamos», en referencia a los mencionados proyectos que desarrolla la Universidad extremeña. «Y es que con el análisis de los animales una vez muertos, estos adquieren una nueva proyección científica que tiene un valor incalculable para nuestros estudios», añade. 

A pesar del nombre complicado y largo de los proyectos sobre Tartesos, la explicación de lo que se está haciendo con los restos del ejemplar de Przewalski es sencilla y, sobre todo, relacionada con un hecho muy difundido, como fue la aparición de un enterramiento de unos 50 animales sacrificados -el 80% équidos- en el patio de la planta inferior durante las obras de excavaciones arqueológicas del yacimiento de Turuñuelo de Guareña, cerca de Mérida, datado en la edad del Hierro, y vinculado a los últimos tiempos de la cultura tartésica, en el siglo V antes de Cristo. 

El porqué de ese sacrificio y las características del mismo es lo que trata de esclarecer el doble proyecto de la Facultad de Veterinaria de Cáceres. 

Estudio morfológico. En ese contexto cobra especial relevancia el estudio del equino Przewalski, que ya se ha acabado de procesar, se ha esqueletizado y está preparándose para entrar a formar parte de los proyectos previstos. El objetivo es doble, estudiar la propia morfología del caballo y luego usarlo como comparativa con los restos arqueológicos de El Turuñuelo. 

Además, en el caso del caballo procedente de Paleolítico Vivo este sufrió tras su muerte mordeduras de animales carroñeros, produciendo unas marcas características en los huesos. «Identificaremos y diferenciaremos esas marcas para compáralas con las de los huesos que aparecen en los yacimientos y diferenciar bien cómo es la huella que deja un buitre cuando accede al tejido blando», explica Lira. Este añade que eso es vital para obtener más información de la historia de esos animales. «Lo que le pasó al Przewalski después de muerto nos ayudará a obtener información de lo que les pasó a los caballos del Turuñuelo después de sacrificados», añade el biólogo, que incide en que la morfología muy específica del equino de Paleolítico puede ayudar en los estudios de la morfología de los elementos anatómicos del yacimiento tarteso». Eso no quiere decir que estos últimos sean Przewalski, añade, «pero sí podemos ver si las morfologías se parecen y si nos encontramos escrituras corporales primitivas», añade el biólogo.

Lira lleva la parte de los estudios genéticos de los caballos de El Turuñuelo, pero también se están haciendo estudios biométricos, de isótopos y en 3D para sacar la mayor información que ayude a conocer qué pasó alrededor de ese complejo arquitectónico y la ceremonia que tuvieron que hacer, «donde incitaron a un montón de animales para sacrificarlos».