Para inviernos fríos, los de Atapuerca

I.L.H.
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El frío de hace 427.000 años obligó a los homínidos de la Sima de los Huesos a adaptarse con periodos de letargo. Es una de las hipótesis que explica la falta de vitamina D y los periodos de detención del crecimiento que dejan huella en los fósiles

El artículo en el que participa Arsuaga analiza los fósiles del único yacimiento que permite estudiar la histología del hueso. - Foto: Alberto Rodrigo

No culpen al Antecessor de las temperaturas de Burgos porque cuando ese homínido creó su hogar en Atapuerca el clima era  cálido y húmedo. Fue después cuando la sierra pasó a ser mucho más fría y seca de lo que estos días pueden marcan los termómetros. Tan gélida, que hace 427.000 años los inviernos oscuros y sin grandes opciones de comida que los homínidos de la Sima de los Huesos tuvieran que adaptarse para sobrevivir. 

La hipótesis planteada en el estudio que publica la revista L'anthropologie y en el que participan el paleoantropólogo Antonis Bartsiokas  y el investigador de Atapuerca Juan Luis Arsuaga habla de posibles letargos o periodos de hibernación, aunque en ningún caso estaríamos hablando de pasar dormidos todo el invierno.

Los fósiles de la Sima de los Huesos son exclusivos en el mundo en cuanto a número de individuos en periodo de desarrollo (adolescentes), estado de conservación y registros hallados y por eso «es el único yacimiento que permite estudiar la histología del hueso y la fisiología del desarrollo», explica Arsuaga.

El análisis histológico, como el que han hecho sobre la cara y la mandíbula, evidencia que los fósiles de los individuos adolescentes presentan trastornos del desarrollo: «Se observa que no hay un periodo de crecimiento continuo o que hay periodos en los que se detiene, que hay cierta estacionalidad», apunta el codirector del Equipo de Investigación de Atapuerca que concluye que «hasta ahí son los datos y a partir de aquí empezaría el debate».

Juan Luis Arsuaga apunta a los diferentes déficits que presentan los fósiles, como el de vitamina D que está relacionado con la radiación ultravioleta. Ese raquitismo podría explicarse si los pre-neandertales tuvieran la piel oscura y pasaran muchos meses en ambientes oscuros como el interior de las cuevas. También presentan déficit de vitamina C, probable en aquellos ecosistemas en los que los frutos y vegetales solo se obtienen durante una época del año.

Ante esas carencias, el científico no descarta tampoco que se deba a una enfermedad infecciosa que afectara a toda una población y que se presentara de forma continuada, para poder explicar la detención del crecimiento en varios momentos de su desarrollo. 

Y por qué no, que los homínidos redujeran su actividad durante el invierno, una época crítica, en una especie de hibernación o letargo. Vamos, que durante una borrasca como la de estos días nuestros antepasados «entrarían en una especie de sopor muy light, que es lo que propone Bartsiokas», explica Arsuaga. «Yo no me atrevo afirmarlo, pero es una posibilidad interesante», añade ante un planteamiento que ha suscitado cierta polémica en la comunidad científica.