Una primera piedra de Justicia

R. PÉREZ BARREDO
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Hace 150 años que el entonces rey de España, Amadeo de Saboya, puso la primera piedra del nuevo edificio que habría de acoger la Audiencia Territorial. Tardó once años en inaugurarse la nueva sede judicial

Ilustración que evoca la colocación de la primera piedra por Amadeo de Saboya. - Foto: La ilustración Española y Americana

Ni empezó ni acabó con buen pie su breve reinado Amadeo de Saboya: no lo quería nadie y, aunque intentó agradar a sus súbditos todo lo que pudo, ni una limosna de cariño le concedió el pueblo español. A Burgos le hizo un mimo de los buenos: honró con su donosa y juncal presencia (era guaperas, el italiano) a la ciudad con motivo de un hecho importante: la colocación de la primera piedra del nuevo palacio que habría de acoger la Audiencia Territorial, a orillas del Arlanzón. Explica María José Zaparaín en el libro 'Visitas reales a Burgos 1808-1931' que su majestad aceptó gustoso la invitación cursada por las autoridades burgalesas "interesado como estaba en 'conocer y subvenir en cuanto pueda a las necesidades de sus pueblos', pues era un modo de granjearse una popularidad que todavía no había conseguido".

La real visita se celebró en julio y podría decirse que quien se personó en la Caput Castellae era un superviviente: la víspera había intentado ser asesinado en la calle Arenal de Madrid. Así de querido era. Con todo, la ciudad le recibió con todos los honores. El alcalde de la ciudad, Emilio Gómez de la Vega, animó con un bando a los burgaleses para que fuese acogido con todo el cariño. Música, gigantones y danzantes se echaron a las calles para animar el cotarro. "El tren regio fue anunciado con la reglamentaria salva de 21 cañonazos, apresurándose la corporación municipal a homenajear a Amadeo de Saboya y ponerse a su disposición. El alcalde popular pronunció un breve discurso en el que recurre al tópico de la lealtad castellana y al singular vínculo de Burgos con los monarcas, como cuna de diversos reyes y héroes. Al mismo tiempo, numerosos voladores eran disparados y daba comienzo el ensordecedor repique general de campanas prolongado hasta que entró en el Palacio [de la Diputación]".

Los burgaleses estuvieron a la altura de lo que su regidor les había pedido encarecidamente. "El público llenó la estación vitoreando al rey, a quien acompañaron durante todo el trayecto. Este fue recorrido por el soberano en una carreta descubeirta, escoltado a caballo por el capitán general del Distrito, el gobernador militar, generales, jefes y oficiales del Estado Mayor. A su paso, el entusiasmado vecindario burgalés arrojó flores y palomas, en medio de 'Vivas repetidos e incesantes aclamaciones'", recoge Zaparaín.

Una relevante publicación de la época, La ilustración Española Americana, cubrió la crónica de la visita. Y en el siguiente número de su revista la recogió con las dos preciosas ilustraciones que se reproducen en estas páginas. En el recorrido que hizo el monarca nacido en Italia, "pudo admirar complacido los bellos ornatos de los edificios por donde discurría la travesía, revestida con las frondosa hiedra de la antigua huerta de los carmelitas descalzos y, en especial, el Instituto y el Paseo del Espolón. El primero se animó con una arquitectura efímera con alumbrado de gas y el segundo estaba flanqueado por gallardetes, en cuyo centro los jefes y oficiales de la guarnición burgalesa y los voluntarios de la Libertad erigieron un arco de triunfo. Rodeado de este homenaje, llegó al Palacio Provincial donde se despidió de los acompañantes y acudió al balcón provincial para presidir el desfile (..)".

Al cabo, tras recibir a las distintas coporaciones, visitó Las Huelgas y el Hospital del Rey. De vuelta al Palacio, se retiró a sus aposentos a descansar antes de la cena y de presenciar una velada teatral. "El día siguiente comenzó con la animada presencia de los gigantones en las calles y plazas recorridas, también, por las músicas y danzas. en la jornada matinal, el soberano visitó el otro panteón regio de Burgos, la Cartuja de Miraflores (...)". Después comió y visitó, claro, la Catedral, 'tal vez la más rica joya del arte gótico que existe en nuestra patria... donde tantas bellezas hay que admirar'... Con la Marcha Real como banda sonora, la comitiva encabezada por el monarca se dirigió al Paseo de la Isla, donde se hallaba el solar adquirido por el Consistorio burgalés para el futuro Palacio de Justicia.

Escribe Zaparaín: "Los límites de la parcela habían quedado reflejados mediante 'vistosos gallardetes' y en su centro se pensó disponer 'un elegante templete para descanso de Su Majestad y en los costados dos tiendas de campaña para los convidados...'. Para esta instalación se solicitaron varias tiendas de campaña al ejército, el cual dudó si tendría algo que pudiera servir en una ceremonia de esta naturaleza. Según La Ilustración Española y Americana, En el centro del lugar destinado para el acto se alzaba un lujoso y elegante templete, y varios caprichosos toldos alrededor, que preservaban de un sofocante calor de mediodía...'". Amadeo de Saboya se ubicó en el punto en el que había de colocarse la primera piedra. En el lugar, depositó una caja en la que se guardó el acta de la ceremonia, un ejemplar de la Gaceta de Madrid, el Boletín Oficial de la Provincia, varios periódicos de aquella histórica joranda y diversas monedas con el busto regio.

"Colocada esta, el alcalde entregó al rey una paleta con la mezcla de cal y arena, descendiendo la piedra fundacional sobre ella. Hasta el más mínimo detalle había intentado cuidarse con esmero, aunque no todo pudo ser como tenían previsto ya que, por ejemplo, quisieron momendas de 1872 pero recurrieron a las del año anterior, al no haberse acuñado otras nuevas. También pensó encargarse una arqueta de hierro al reconocido artista Zuloaga debiendo, finalmente, renunciar a ella y custodiar los simbólicos objetos en una pieza más sencilla", explica Zaparaín.

Con retraso. No trajo suerte Amadeo de Saboya: a aquella primera piedra no le seguirían otras en mucho tiempo. Debido a la abdicación del monarca y el revuelo posterior (Primera República, Resautación Borbónica), los trabajos se demoraron bastante. Al concurso se presentaron nueve proyectos, de los que la Academia de San Fernando eligió los tres que le habían resultado más correctos. El Ayuntamiento escogió e del arquitecto madrileño David Ruiz Jareño. Las obras no comenzaron hasta bien entrado 1878. Tras diversos problemas con el presupuesto (los sobrecostes, hay cosas que nunca cambian), la inauguración oficial del Palacio de Justicia no se produjo hasta 1883, aunque no fue hasta 1887 cuando se llevó a efecto la entrega definitiva del mismo. En 2007 se llevaron a cabo importantes obras de rehabilitación del edificio. Una de las actuaciones más polémicas fue suprimir su bella y elegante escalinata exterior.