Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


El riesgo de ser otro

17/09/2021

Esperanza Aguirre ha venido a confirmar lo que todo el mundo sospechaba, que la sobreactuación reiterada en la que se ha instalado Pablo Casado no tenía como objetivo fundamental el final de Pedro Sánchez, si no la neutralización de Isabel Díaz Ayuso en su particular competición como aspirantes a ocupar La Moncloa. Aguirre apoya la estrategia de Ayuso en lo que se interpreta como la carrera, ya sin disimulo, para lograr a medio plazo la sustitución de Casado como líder de la derecha. Resulta extremadamente fuerte que Esperanza Aguirre haya bajado al barro, tan bajo, con su particular donaire chulesco, repartiendo mandobles e insultos. Tildar de niñatos a Casado, a Martínez Almeida y a sus respectivos equipos aclara su preferencia política, sin duda, pero también define al personaje, entre la alevosía y la traición.
Ayuso jugó al órdago y ganó la Presidencia de Madrid con una forma singular de entender política. Novedosa. Nada de programas ni proyectos. La astracanada como ejercicio mental. Lo imprevisible y simple como proyecto y frente a la política de Pedro Sánchez, la oposición por sistema. El viejo aforismo: No sé de qué me hablas, pero me opongo. Se convirtió así en el referente contra el Gobierno socialista, abanderada del cambio añorado por un amplio espectro social, desde la extrema derecha llamada al voto útil a la moderación más próxima al centro.
Con el enemigo en casa, Casado optó por mimetizarse en Ayuso. Sus asesores, que indudablemente son personas que de esto saben y no el que suscribe, piensan que a su electorado no hace falta convencerle con argumentos, con sesudas alternativas de gobierno, con el prestigio ganado a pulso, con el reclamo de una cabeza bien amueblada y con dotes en otro tiempo valoradas y definidas como «hombre de Estado» en cualquier candidato con pretensiones. Uno se resiste a creer que esos valores hayan prescrito socialmente. Resulta inaceptable, paradójico, que Casado se vea obligado a prodigarse como frívolo, ajeno a los intereses de España, incapacitado para el acuerdo y el esfuerzo en común. Es difícil triunfar cuando se deja de ser uno mismo y a uno le cabe la sospecha de que el Casado que se vende, aunque sea a sí mismo, no es el auténtico.