Desde las antípodas para enseñar un idioma

S.F.L.
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El neozelandés Willian Morgan vive con una familia de 'acogida' en Briviesca y da clases en el Mencia de Velasco y también particulares

El voluntario imparte apoyo en conversación durante 12 horas a la semana a todos los alumnos. - Foto: S.F.L.

Cuando uno piensa en Nueva Zelanda no puede evitar que su  mente se llene con imágenes de paraísos naturales y entornos donde el verdes de sus montañas se levanta imponente ante el azul del océano Pacífico. Cada año, cientos de jóvenes prueban suerte en el país más alejado de España y se embarcan en la aventura de trabajar, estudiar y viajar. Sin embargo, un gran número de estudiantes neozelandeses optan por trasladarse a Europa a impartir clases de inglés.

William Morgan es uno de ellos. Con tan solo 18 años, metió en sus maletas lo indispensable y puso rumbo a una nueva vida a más de 19.600 kilómetros de su hogar. De Christchurch a Briviesca. ¿El motivo? Colaborar en el colegio Mencía de Velasco de la capital burebana para mejorar la competencia comunicativa y sociocultural de los alumnos en las materias que se imparten en el idioma anglosajón.

Su función se asemeja a la de un auxiliar de conversación, figura que debería mantenerse en las aulas del centro desde el inicio de curso pero al permanecer el listado de estos voluntarios vacío, se ha optado por voluntarios.

Morgan se incorporó a las aulas a finales del mes pasado y pese a que lleva poco tiempo califica la experiencia como «favorable. Que los alumnos del colegio bilingüe reciban parte del contenido de su currículum en inglés desde Educación Infantil facilita, y mucho, el trabajo del joven. «Encuentro mayores obstáculos al expresarme con los estudiantes más pequeños», declara.

En teoría, tenía intención de trasladarse a Reino Unido pero las ganas que tiene de aprender español le hicieron cambiar de rumbo en el último momento. Su día a día lo dedica a la enseñanza, tanto en el centro escolar como fuera de las aulas. Por las tardes, aparte de ayudar a los hijos de sus ‘padres adoptivos’ con sus tareas y practicar conversación, imparte clases particulares a domicilio a menores de entre 2 y 13 años.

La madre de familia afirma que la convivencia está resultando muy «positiva» tanto para sus hijos como para ella y su marido. «La semana que llegó no interactuaba apenas con los chavales por vergüenza y ahora no callan», declara.

La vida del neozelandés ha dado un giro de 180 grados. Los plácidos momentos que sentía al puntear las cuerdas de su guitarra o al interpretar una obra de teatro junto a los miembros de la compañía a la que pertenece en su país los ha sustituido por niños, libros y viajes. Lleva poco más de veinte días en Briviesca y ya conoce Madrid y Burgos, donde disfrutó a lo grande en uno de los partidos de baloncesto y animó como un forofo más al San Pablo. De aquí hasta que se vaya -a mediados de junio- su familia de acogida pretende que conozca a fondo los rincones más interesantes de la provincia y las ciudades más cercanas como Bilbao, Santander o San Sebastián.

Se puede decir que si ha habido algo que le rompió, en un principio, los esquemas han sido los horarios de las comidas. «En mi país ceno a las 18 horas y aquí es cuando meriendo», explica el neozelandés. Otra de las diferencias gastronómicas que aprecia respecto a su tierra se le presenta a la hora de comer. «Se almuerza mucho. Al principio me sorprendió pero ya me he adaptado», añade.

Llegó sin tener ninguna noción de español pero gracias a su empeño ya distingue entre presente, pasado y futuro y se ha aprendido los colores y los números. «Me resulta un idioma complicado pero confío en que cuando me vaya lo domine mucho mejor», manifiesta.

Aparte de impartir clases también las recibe. Algunos profesores del Mencía de Velasco le enseñan  durante tres horas a la semana algunos conceptos básicos de la lengua española. Tanto los educadores como sus ‘familiares’ aseguran que se trata de un muchacho muy inteligente, educado y con don de gentes. Recibir los saludos y el cariño de los niños cuando transita por las calles de Briviesca resulta toda una recompensa para él.

EL INSTITUTO SIGUE SIN AUXILIAR DE CONVERSACIÓN

El IES La Bureba continua sin auxiliar de conversación y los docentes del centro se temen que la situación se alargue hasta finales de curso. Según fuentes del centro aseguran que la Dirección Provincial de Educación está valorando la posibilidad de que William Morgan impartiera también unas horas de apoyo en el instituyo pero, por el momento, no hay nada decidido.

En este caso, las labores de voluntariado no pueden superar las 12 horas semanales, tiempo que dedica ya en el colegio. El programa está destinado a centros educativos bilingües o con sección bilingüe que carecen de auxiliar de conversación en el medio rural.