El comercio da vida a las ciudades y los más tradicionales aportan identidad. Locales que llevan la etiqueta de 'toda la vida' y que de alguna manera pertenecen al patrimonio de Miranda. Pastelería Bornachea, Confecciones Resines, Alimentación Tolosana o Joyería Rica son algunos ejemplos, en unas calles en las que las lonjas vacías ganan terreno. Aún así, hay familias que mantienen abiertos sus negocios con una mezcla de nostalgia e ilusión.
De los cuatro, el más antiguo es la tienda de dulces. «Echo en falta que las administraciones protejan un poco los negocios antiguos, porque considero que son patrimonio de la ciudad», apunta Alberto Bornachea, que afirma esto pensando no solo en Miranda, «porque el comercio, con todas las dificultades está hecho una pena».
La tradición también se respira en Joyería Rica, un local abierto en 1949, una época «en la se pusieron en marcha negocios importantes en Miranda», recuerda María Teresa Rica, aunque muchos hayan quedado por el camino. Los problemas con el cambio de los tiempos o simplemente las dificultades en el relevo generacional derivan en que no «haya muchos comercios de este tipo, pero la gente de Miranda nos busca», siente Ángela Resines, quien reconoce «la pena» por la pérdida de estos negocios.
Aún así, en todos los casos continuar un legado familiar siempre ha pesado como argumento a favor, ya que «no solo es mi trabajo, sino que hay mucho detrás y estamos orgullosos de seguir abriendo todas las mañanas nuestra puerta», matiza David Puras de Alimentación Tolosana, donde admiten que «gracias a Dios», tienen recompensa, porque el esfuerzo lo realizan con una gran respuesta de los clientes, «lo que es una satisfacción», que sienten en los cuatro nombres representativos del comercio local.
Pastelería Bornachea | Alberto Bornachea
«El relevo es algo que me toca la fibra, pero lo va a haber»
Alberto Bornachea no sabe el motivo por el que su abuelo apostó por una pastelería cuando llegó de Navarra a Miranda, pero da igual, porque su negocio abierto en 1915 en la calle Carretas todavía levanta la persiana todas las mañanas. Ahora lo regenta la tercera generación, en plena calle La Estación donde están desde hace «aproximadamente 80 años, cuando todo esto era un descampado». Alberto ve de cerca la jubilación y reconoce que «el relevo es algo que me toca la fibra, pero lo va a haber».
Los olores de la pastelería los recuerda desde la niñez, porque «para los diez años ya estaba poniendo guindas a los roscos», explica. Así es un negocio familiar, «donde somos siete hermanos y han trabajado todos echando una mano». Solo él se quedó, después de formarse en Vigo, Barcelona o Francia. Los productos han cambiado, «aunque hay cosas que hago de cuando lo hacía mi abuelo, pero todo ha evolucionado mucho», matiza Alberto, sobre los dulces.
El negocio tampoco tiene mucho que ver con la época en el que llegaba a hacer «3.000 ó 4.000 roscos». Ahora hace muchos menos, sobre todo por la competencia de las grandes superficies, que absorben muchos clientes, aunque «sí que nos sentimos muy valorados y tampoco me quejo».
Confecciones Resines | Ángela Resines
«El negocio forma parte de nuestra vida y en él hemos ayudado toda la familia»
Confecciones Resines representa uno de esos negocios que pasan de generación en generación «y sucede los mismo con los clientes», agradece Ángela Resines, que está al frente de un proyecto que comenzó «con una tienda que puso mi abuelo en la Parte Vieja». Su padre, Victoriano Resines, montó la actual hace 58 años en la calle Ramón y Cajal y su hija la define como «de toda la vida». El local no «ha cambiado nada» y en él se puede comprar esa ropa «del día a día».
La actividad sí que ha bajado porque «no tiene nada que ver», y se acuerda de «Navidad cuando cerrábamos para atender e incluso había colas, aunque tampoco me puedo quejar ahora». El relevo todavía lo ve lejano y aunque siente pena por lo que pueda suceder, ensalza que «el negocio forma parte de nuestra vida y en él hemos ayudado toda la familia en algún momento».
Alimentación Tolosana | David Puras
«Tratamos de mantener la atención que daban mis abuelos y mis padres»
El abuelo de David Puras llegó a Miranda desde Zaragoza. Alfonso Tolosana montó lo que ahora es Alimentación Tolosana, una referencia abierta en 1933 «aunque antes era frutas El Maño». Los padres de David tomaron el relevo «y ahora estamos mi mujer y yo», peleando en un momento de subida de precios que también notan. De una generación a otra han tenido algunos cambios, para pasar «de tienda de antes, en las que se vendía de todo y se hacían hasta las morcillas, a lo que somos ahora, más especializados y con presencia en las redes sociales», ensalza.
David digiere esa evolución con normalidad, «como la vida», pero hay una cosa que no piensa cambiar, ya que remarca que «tratamos de mantener la atención que daban mis abuelos y mis padres», porque este detalle «lo demanda la gente y es algo que seguimos dando en Tolosana», aclara David.
Joyería Rica | María Teresa Rica
«Cuando abrimos Miranda era una ciudad importante y moderna»
María Teresa Rica lleva jubilada seis años tras una vida dedicada a su Joyería Rica. Ella representa la segunda generación y su hijo, Koldo Madariaga, asume trabajos administrativos. Así continúa la saga familiar de un negocio que abrió en 1949 y que ha dejado de lado la abundancia de otros tiempos, que han tornado hacia un momento en el que «la mayoría de negocios pequeños cierra, pero son gajes de los tiempos que nos han tocado vivir».
«Cuando nací ya existía la tienda», recuerda María Teresa, quien detalla que en un primer momento el negocio surgió como una tienda de «perfumería y bisutería fina». Aquella era otra España, salida de la Guerra Civil, aunque «Miranda era una ciudad importante y moderna con empresas de entidad».
María Teresa se acuerda de sus padres, Enrique Rica y Benedicta Miranda. Los dos tuvieron un fuerte «espíritu emprendedor», en un tiempo de escasez de ciertos productos, «y mi madre siempre me contó lo que les costó acceder a ciertas marcas, porque era muy complicado». Para la historia de la ciudad queda que Joyería Rica puso «las primeras luces fluorescentes en la provincia», algo que ahora parece menor, pero que provocó que «la gente viniera casi en peregrinación, porque la tienda era un espectáculo».