La presión asistencial en las urgencias del HUBU volvió a aumentar el año pasado (un 16% con respecto a datos del 2021), pero todavía está por debajo de las cifras registradas justo antes de la pandemia, cuando este servicio alcanzó un máximo histórico con 138.000 pacientes atendidos en sus instalaciones (datos oficiales de 2019). El año pasado terminó lejos de ese récord (con 131.655 consultas pasadas, según datos provisionales disponibles en el portal de Transparencia de la Junta), pero con una tendencia ascendente que se mantiene tras el parón de la actividad en el primer año de crisis por la covid. Así, los urgenciólogos de la capital, con la plantilla menos mermada que en ejercicios anteriores pero aún incompleta, trataron cada día a 360 enfermos.

Si a estos datos se añaden las cifras de los hospitales de Aranda y Miranda (ver información adjunta debajo), se comprueba que alrededor de 524 burgaleses recurren a diario a las urgencias hospitalarias por problemas que deberían haber sido resueltas en otro ámbito sanitario. Así lo demuestra que los porcentajes de ingreso en planta tras una visita a urgencias se mantengan desde hace años en torno al 15%, lo cual indica que la gravedad de, al menos, ocho de cada diez consultas no es susceptible de ser tratada en un hospital de agudos.

Pero, tras la excepción que supuso el 2020, cuando el miedo al contagio por coronavirus y la priorización de los enfermos de covid frente al resto de patologías provocó una caída insólita de las urgencias, se ha generalizado una dinámica en la que estos servicios cada vez se asemejan más a un centro de salud (...).

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