Desafío conseguido

A.S.R.
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David Saiz e Íñigo Moreno completan los 600 kilómetros hasta Valencia y los 1.200 euros

Desafío conseguido

Exhaustos, pero muy satisfechos, David Saiz e Íñigo Moreno pisaron tierras valencianas el pasado lunes tras 624 kilómetros y seis días pedaleando por los caminos que un día transitó el Cid. Completaron la distancia autoimpuesta y también los 1.200 euros que buscaban reunir para colaborar con la ONG Bicicletas Sin Fronteras, que proporciona estos vehículos de dos ruedas a jóvenes de Senegal para que puedan estudiar. 

Esta campaña de donaciones continúa. Tanto a través del perfil de Instagram @ridemybikemadrid, en el que han compartido todas sus cuitas y alegrías, como en la web Mi grano de arena, que mantiene abierto el reto 25 días más. 

Si consiguen alcanzar los 1.800 euros, podrán financiar 10 bicicletas. Precisamente, Saiz viajará a Senegal el jueves 11 para asistir a la boda de un amigo, una celebración que aprovechará para conocer el proyecto y dar un último empujón a esta llamada. 

Ya lo hará sin necesidad de sudar la gota gorda, como sí ha hecho, y mucho, durante sus pedaladas tras las huellas del Cid por su camino del destierro. «Ha sido un palizón, sobre todo por el calor, con horas horribles al mediodía, y por el kilometraje, que al final hemos hecho una media de más de cien al día, una barbaridad en cicloturismo, que está entre 50 y 60», resume Saiz a través del teléfono desde Castellón, donde se ha quedado tras llegar a la meta, pero ya solo. Su compañero de fatigas ya cogió un autobús de vuelta a Burgos. El deber le llamaba. 

Pese a la dureza de la guerra, han salido victoriosos. Su fotografía en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia ilustra ese triunfo. Las batallas las han ido ganando día a día y se quedan con mil y un momentos en su diario personal. 

Noches durmiendo bajo las estrellas; baños en las heladoras aguas de la Poza del Chorro en Bijuesca un día que se derretían hasta los pájaros; y, sobre todo, las buenas gentes que se han encontrado en el camino. He ahí los chavales de fiesta en la localidad valenciana de Jérica, que los invitaron a unas cervezas y los dieron pasta para la cena; José Miguel, un lugareño de Montón (Zaragoza), que los ayudó a arreglar un pinchazo; Bienvenido, el soriano que los obsequió con unas naranjas tras su desesperación al no hallar ni un bar abierto en 55 kilómetros... 

«Viajar en bici te permite hablar con la gente. Hemos recibido muchos ánimos, tanto en los pueblos como por las redes sociales. Ha sido una aventura muy bonita», sostiene este burgalés que ya atisba el curso del Duero como un buen compañero para la próxima.