¿La recepción? Todo normal

I.E.
-

Las fuerzas vivas de la ciudad anhelaban volver a lo de antes y el tradicional piscolabis del Palacio de la Isla se celebró sin sobresaltos, con un tiempo inmejorable para degustar pinchos y conversar con propios y extraños

La buena temperatura hizo que se pudiera estar muy a gusto en las zonas de sol de los jardines del Palacio de la Isla. - Foto: Alberto Rodrigo

Cuando el personal está de fiesta suele tener ganas de que le ocurran cosas extraordinarias. Pero la pandemia ha tenido un efecto curioso, que la gente anhela normalidad. Y ayer la recepción oficial de las fiestas fue eso, normal. Todo el mundo se vio las caras (la mascarilla por suerte no forma parte ya del atuendo habitual) y la temperatura fue la propia de la época en Burgos, ni frío ni calor, con lo que las fuerzas vivas de la capital no pudieron estar más a gusto, no como otros años, en los que las zonas de sombra estaban más que cotizadas. Pero ayer el sol se podía aguantar, porque el astro rey cedió parte de protagonismo a las nubes, de tal modo que el piscolabis discurrió en un ambiente muy agradable, todo hay que decirlo.     

El alcalde, Daniel de la Rosa, todavía cojea por su lesión de rodilla, pero, como prometió hace unos días, la muleta ya se la ha quitado de encima. La muleta de caminar, la otra, la de Ciudadanos, en la que se apoya para gobernar, la conserva. Aunque tampoco se le vio mucho en compañía de Vicente Marañón, su vice, que no defraudó a la concurrencia y acudió hecho un pincel, con un traje claro, muy llamativo. Todo normal. La concejala de Festejos, Blanca Carpintero, no daba abasto a saludar a unos y a otros -como buena anfitriona- así que poco pudo disfrutar de un ágape del que sí gozaron otros compañeros de partido. Se dejó caer, directo desde Madrid, el presidente del Senado, Ánder Gil, con quien muchos quisieron fotografiarse. Y de la capital también llegaron -en AVE no de momento- la senadora María del Mar Arnaiz y la diputada Esther Peña, a quien su hija la volvió loca, para que engañarnos. Del equipo de Gobierno estuvieron David Jurado, Josué Temiño, Leví Moreno, Adolfo Díez, Estrella Paredes, Nuria  Barrio, Sonia Rodríguez, Daniel Garabito, María Dolores Ovejero y los naranjas Rosario Pérez Pardo, Rosa Niño y Miguel Balbás. Y de la oposición se dejaron caer Jorge Berzosa, César Barriada y Andrea Ballesteros, además del concejal de Vox Fernando Martínez-Acitores. De los de Abascal también acudieron los procuradores Iñaki Sicilia y Ana Rosa Hernando. De Valladolid también llegó el director general de Trabajo de la Junta, Fernando de la Parte.

Los políticos siempre tiran un poco para su bando, pero alternaron y las derechas y las izquierdas  se mezclaron aunque solo fuera tomar mejores posiciones para hacerse con un pincho. Que si gildas, que si langostinos, helado de ensaladilla, empanada, pastelitos de morcilla y de 'foie', salpicón de marisco, todo muy rico y muy bien puesto. Por cierto, nada como acercarse a un uniforme para que le sirvan primero. Alguno lo tiene bien aprendido y se juntó a Alfonso Martín, coronel jefe de la Comandancia de Burgos; a Benito Martínez, comisario jefe de Operaciones; Félix Ángel García, jefe de la Policía Local; Miguel Ángel Extremo, jefe de Bomberos, y a Francisco de Asís Ramírez, subdelegado de Defensa. Con ellos departieron, entre otros, el delegado de la Junta, Roberto Saiz, bien acompañado por el senador Javier Lacalle y los diputados Sandra Moneo y Jaime Mateu, muy contento de que el Supremo anulara la sentencia que absolvió a los dos terroristas etarras que mataron en 1986 a su hermano Ignacio.

Del mundo de la empresa destacó la presencia de Ernesto Antolín, presidente ejecutivo del Grupo Antolín; Miguel Ángel Benavente, presidente de la FAE;la presidenta de la FEC, Consuelo Fontecha, o Antonio Olmos, director de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FMNT). No faltó el rector de la UBU, Manuel Pérez Mateos, ni el presidente del Burgos CF, Rodrigo Santidrián, ni el presidente del Cabilo Catedralicio, Vicente Rebollo, porque las fiestas hay que santificarlas, siempre. 

Una recepción como las de antes, sobria, clásica, que es lo que todo el mundo deseaba. Sin sorpresas.