«En agricultura hacemos lo de siempre, tenemos que innovar»

I.P. / Castrillo Solarana
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La agricultora lermeña Carolina Ramos se ha hecho acreedora de uno de los Premios Surcos, de Castilla y León Televisión, por sus investigaciones sobre la adaptación del cereal al cambio climático

La joven, en el campo de ensayo de Castrillo Solarana donde estudia 47 variedades de cereal para conocer su comportamiento ante la climatología. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

Ingeniera agrónoma y agricultura, la lermeña Carolina Ramos pertenece a esa generación de jóvenes 'sobradamente preparados' que aúnan en su trabajo la experiencia en trabajar el campo que han heredado de sus padres con los conocimientos que proporciona una carrera tan ligada a la tierra. Pero además, los agricultores de nuevo cuño están llamados a 'revolucionar' la forma de trabajar, a explorar nuevos cultivos, a investigar y a sacar el máximo partido a la tecnología, en definitiva a seguir modernizando las explotaciones para hacerlas rentables con criterios empresariales y con una nueva variable a tener en cuenta como es el cambio climático, una realidad que no se puede obviar, porque como ella dice «está aquí», y este año es más evidente que nunca, con temperaturas en mayo y junio muy por encina de lo que es habitual.

Esta joven agricultora de 35 años lleva tres años experimentando el comportamiento de medio centenar de variedades de cebada y trigo frente al cambio climático y frente a plagas, fertilizantes y otras variables en los campos de ensayo que destina en las localidades donde tiene repartida su explotación, de unas 150 hectáreas, entre Rabé de los Escuderos, Castrillo Solarana y Villoviado.

Este trabajo de investigación le valió la semana pasada un reconocimiento a nivel regional al alzarse con uno de los Premios Surcos, que anualmente concede el programa del mismo nombre de Castilla y León Televisión. Ese galardón ha sido precisamente en la categoría Agricultores contra el Cambio Climático, lo que supone para ella un espaldarazo y el compromiso de seguir en esa línea de trabajo.

Será representativo ver qué variedades se adaptan mejor este año a la sequía»

El objetivo de los campos de ensayo que desarrolla Ramos, que es titular de una sociedad agraria con sus padres, tiene como objetivo investigar y estudiar el comportamiento de las variedades de cereal que tradicionalmente se siembran en la provincia de Burgos ante situaciones como la sequía, las heladas; en definitiva ante las inclemencias meteorológicas cada vez más extremas.

Carolina está expectante por lo que respecta a las conclusiones de este año, que pueden ser muy concluyente y proporcionar información relevante precisamente por la sequía prolongada que viene padeciendo el campo en el momento más óptimo de su maduración, acompañada de temperatura muy elevadas. Hasta ahora, los datos recogidos se refieren a dos campañas que se han movido dentro de la 'normalidad' en términos climatológico, con un 2020 «excepcional», como ella misma le califica y «bueno» en  2021. «Este año veremos a ver que nos encontramos», apunta.

La familia Ramos dedica 6,5 hectáreas al campo de ensayo, divididas en tiras de 50 metros de largo por 3 metros de ancho, en las que hay sembradas 47 variedades de trigo (20) y cebada (27) entre R1 -semilla certificada-, R2 -semilla de la cosecha cogida de la R1- y R3 -semilla de la cosecha sembrada con R2-. Si los dos años pasados el estudio se hizo en Rabé de los Escuderos, esta campaña los ensayos se están llevando a cabo en Castrillo, repitiendo al milímetro los mismos pasos para que la comparativas sean fiables al cien por cien. 

La investigación requiere de muchas horas de trabajo porque hay que comprobar peso específico, hacer tasaciones, control de rendimientos, comprobaciones de malas hierbas, uso de fertilizantes, abonos... con el objetivo de determinar qué variedades son más productivas en función de los factores climáticos y los tratamientos aplicados. De la experiencia de años anteriores, Ramos ha concluido que la semilla certificada (R1) ha soportado mejor la sequía, requiere menos fertilizantes y da mayor producción, un 12% más en trigo y un 8% en cebada. Tras la cosecha ya próxima, se verá el comportamiento de este año, que será muy representativo para ver qué variedades se ha adaptado mejor al cambio climático. 

Tenemos que hacer análisis de la tierra y ver qué necesita, y no hacer todo a ojo» 

Ella tiene las ideas muy claras respecto al presente y futuro del campo y la necesidad de cambiar algunos hábitos. Para empezar, considera que la única manera que tienen los agricultores de contrarrestar los efectos del cambio climático es a través de la genética y las nuevas tecnologías para una detección precoz de enfermedades y malas hierbas, y echar a los cultivos las cantidades justas de abonado y fitosanitarios y estos no antes de que sea necesario, porque considera que el agricultor muchas veces abusa de ellos.      

«Hay que hacer números». En este sentido, Ramos asegura que todo agricultor debería hacer análisis de sus tierras para ver qué necesitan estas, «porque aquí todos funcionamos a ojo». Es consciente de que la agricultura es una práctica cultural muy antiguas «donde hacemos lo que el vecino o lo que hemos visto hacer a nuestros padres toda la vida». En todo caso,  añade que «lo que nos da la experiencia no lo tenemos que desechar, pero a la vez hay que innovar,  y estudiar donde podemos mejorar, quizás también viendo lo que hacen nuestros vecinos franceses y alemanes». 

Pero también sabe de las dificultades que entraña y los riesgos económicos que conlleva, pero lo que tiene claro es que la agricultura es una empresa y que cada agricultor tiene que sentarse y hacer cuentas, «saber cuanto le cuesta sembrar una hectárea o dejarla de barbecho, y ver donde está el máximo rendimiento, que a veces no tiene que estar en sembrar todas las hectáreas que tiene», afirma.