Silencio en la noche burgalesa

ALEJANDRA G. FEIJÓO
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Los dueños de los locales de copas han adoptado las medidas sanitarias recomendadas en su reapertura, pero no alcanzan el aforo máximo exigido. Esperan que el ocio nocturno se pueda normalizar lo antes posible

Clientes y camareros cumplen con la normativa en el interior del Pub Vaivén. - Foto: Jesús J. Matí­as

Daba igual que fuese miércoles o sábado, que en las madrugadas de verano las calles del centro de la ciudad se llenaban de grupos de amigos, copas y muchas ganas de dejar que la noche hablase. Sin embargo, con el huracán que ha supuesto la pandemia y sus restrictivas normas, los burgaleses buscan alternativas para su diversión, conscientes de que las salidas a las discotecas ya poco o nada se parecen a las pasadas. Ante esta situación, los hosteleros de los bares de ocio nocturno -colectivo que engloba a unos cuarenta establecimientos en Burgos- se muestran muy preocupados por sus negocios en esta nueva normalidad que arranca con una decadente acogida en sus primeras semanas de reactivación.

Carteles en los baños, mesas altas con distancia de metro y medio en la pista de baile, gel en cada rincón y todo el personal y clientela con mascarillas son algunas de las medidas que han implementado los locales nocturnos de la ciudad, además de la limpieza y desinfección constante del equipamiento, así como cualquier otra superficie de contacto. Para poder hacer efectivas estas decisiones y limitar el aforo de los establecimientos, los dueños se han visto en la obligación de tener que contratar a más personal. «No es tarea sencilla controlar en todo momento que se están respetando las medidas sanitarias. Además de nuestra disposición, que es plena, es necesaria también una buena dosis de responsabilidad y concienciación por parte de los clientes», advierte José Luis Llorente, portavoz, dentro de la Federación de Hostelería, de los empresarios de locales con licencia de discoteca. 

Expectativas realistas. Con el factor miedo en el ambiente, junto a las dificultades económicas, el regreso es complicado. Begoña Rupérez, propietaria de La New Miel, señala que el objetivo para estos meses es «no perder dinero, teniendo clara la realidad de que ganar no puede estar entre las expectativas». Debido a la buena respuesta que ha tenido el terraceo de por las tardes en la Plaza del Huerto del Rey (La Flora) por parte de los estudiantes, se ha decidido a abrir, de forma excepcional, la terraza de su establecimiento a partir de las 19 horas.

Cuando llega la noche, comienza la tensión para la dueña y la de sus empleados, conscientes de la situación y la responsabilidad que resguardan. Para minimizar riesgos entregan una mascarilla a todo aquel que desee entrar al bar y no disponga de ella e invitan a los clientes a que no permanezcan agrupados en su interior, tratando de que estén lo más distribuidos posibles dentro del espacio que disponen.

A pesar de que la madrugada y el alcohol pueden complicar los controles por parte de los porteros, Rupérez se apoya en que los jóvenes están muy concienciados ya que «por encima de su salud está la de sus familiares». En momentos puntuales de la noche del sábado, La New Miel llegó a alcanzar el 75% del aforo exigido por las autoridades. 

Sumado a lo anterior, el periodo de incertidumbre que están viviendo los negocios en estos meses repercute con más intensidad en ciudades de interior como la burgalesa. Los dueños se enfrentan a una nueva normalidad que tienen que tantear en fechas estivales y sus consecuentes movilizaciones a la costa por parte de sus ciudadanos, especialmente en los días de fin de semana, en los que los bares de copas tienden a alcanzar sus mejores cifras.

Juan Antonio Llorente, encargado del local Sohho, se lamenta de que, a pesar de que hay más burgaleses en la ciudad que en otros veranos, «no se pueden intuir expectativas temporales ni ciertas, por ahora las discotecas no se están acomodando con éxito y tampoco sabemos cuándo lo harán. Ni tan siquiera las directrices en la normativa son claras». Asimismo, subraya las miras de Begoña Rupérez siendo consciente de que «es cuestión de supervivencia, no de esperar beneficios con estas medidas tan siniestras».

La única certeza evidente tras estos primeros fallidos sábados de verano para el portavoz de las discotecas es que, bien por las noticias acerca del posible repunte en octubre, bien por  los límites exigidos por parte de las autoridades, «la gente todavía no se siente cómoda en el interior de los locales». En contrapartida, hay quienes ven preferible alargar las tardes en las terrazas u optar por reunirse con sus cercanos en casas para organizar las veladas. Unas vías de escape alternativas -y más cautelosas frente la posibilidad de contagio- a la sensación de permanecer en un lugar cerrado, con mascarilla y sin poder bailar en la pista.