"Que nos tutelen nos ha salvado. No había otro camino"

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El nuevo presidente de Aspanias, Jesús Cirujano, habla en esta entrevista de cómo se deterioró la entidad de apoyo a personas con discapacidad y qué medidas se están tomando para reflotarla.

Jesús Cirujano, nuevo presidente de Aspanias. - Foto: Valdivielso

Después de un par de años inéditos en la historia de Aspanias en los que los problemas -a cada cual más grave- se iban sucediendo sin parar, la entidad de atención a personas con discapacidad intelectual parece que va recuperando la tranquilidad. La elección de una nueva junta directiva, después de que entrara una organización externa, Plena Inclusión, a gestionar la crisis, ha sido un punto de inflexión para mirar hacia adelante. Al frente se encuentra Jesús Cirujano (Pamplona, 1956), militar de profesión ya jubilado, que fue subdelegado de Defensa en Burgos entre 2009 y 2015 y que participó en misiones en Bosnia, Iraq y Afganistán, un hombre de una gran energía que apuesta, sobre todo, por la transparencia.

¿Puede explicarme qué pasó para que Aspanias, que era considerada como un ejemplo en la atención a las personas con discapacidad y un referente a nivel social en la provincia, terminara con una deuda enorme, inspecciones en muchos de sus centros, los trabajadores en la calle y las familias muy preocupadas por el cuidado que se daba a sus hijos?

Pues, mira, aunque me la esperaba, es una pregunta que me da mucha pereza porque tengo que mirar para atrás. Pero sé que la gente se pregunta cómo es que llegamos a ese estado de cosas y voy a ver si soy capaz de contestar en pocas palabras. Aspanias empieza en 1964 cuando las personas con discapacidad eran 'subnormales'. Se juntan cuatro o cinco familias valientes que luchan por el proyecto y a ese proyecto se une una persona voluntaria, José María Ibáñez, que también lucha por él y se convierte en un líder carismático que, cogiendo la ola de la democracia, el empuje de los servicios sociales y del dinero para todo, crea el proyecto. Y Aspanias pasa de reunirse en casa de uno de los socios a tener un centro y otro centro, veinte niños, sesenta niños, cien niños, empleo... Y llega la crisis del 2008 y no nos adaptamos. Después de aquella crisis cambia la forma de hacer sociedad, de hacer empresa, de gastar los dineros públicos, todo el mundo se aprieta el cinturón, se habla de la eficiencia, los costes... y nosotros seguimos con la fiesta para todos y como éramos una empresa social todo el mundo confiaba en nosotros. Pero nuestro líder carismático con su forma de trabajar no sabe salir del problema y aguanta la situación pidiendo más subvenciones y créditos para pagar deudas. En el 2019 la situación se torna insostenible y los bancos dicen que ya no hay más créditos, pero el gerente se empecina y los presidentes de los órganos de gobierno siguen creyendo en él y aunque hay familias que empiezan a levantar la voz para decir que falta calidad y que qué pasa con las deudas, se les da de lado.

Usted formó parte del colectivo de estas familias descontentas que se dio en llamar 'Aspanias Cambia' y que empezó a moverse a finales del 2019. ¿Por qué ha costado tanto que se escucharan sus planteamientos y se tuvieran en cuenta?

Esto empieza a moverse cuando en la asamblea de diciembre de 2019 por primera vez la asociación Aspanias no expone las cuentas alegando que no tenían que hacerlo hasta junio. Este es el momento en el que hay un grupo de familias que no lo entiende. ¿Por qué nos ha costado tanto? En otras asociaciones cuando ocurre esto, quienes forman los órganos de gobierno o se van porque han fracasado o se posicionan con las familias que cuestionan los procedimientos. Y aquí esto no pasó: los presidentes de los órganos de gobierno, Miguel Patón, de la asociación Aspanias; Antonio Tajadura, de la Fundación Aspanias, y Fulgencio Villafáfila, de la Fundación CISA, se ponen del lado del gerente.

Toda una guerra fratricida...

Claro, porque ellos se atrincheran y además se aprovecha la pandemia y las restricciones para que no haya nada de transparencia ni información. Los trabajadores, que empiezan a tener problemas, ya habían abierto su propio frente, las familias abren el suyo y aunque no se juntan sí coinciden en los objetivos porque cuando un trabajador de Aspanias se manifiesta porque no cobra hay familias que lo apoyan porque lo que quieren es que quienes cuidan a sus hijos o hermanos estén en las mejores condiciones, y entonces se crea esa pinza. Pero el problema fundamental es que los órganos de gobierno se atrincheran detrás del líder carismático que, llegado ese momento, decide jubilarse nombrando antes un comité de dirección con quienes eran sus primus inter pares, y esas cuatro personas siguen la misma dinámica, por lo que la situación se mantiene y cuando las familias y los trabajadores piden soluciones les mandan a los juzgados. Las familias -yo hablo de lo que más conozco- vamos a la Consejería de Familia y a la Gerencia de Servicios Sociales, que les piden que todo vaya por escrito. Y empiezan a escribir. De ahí surgen los expedientes que se han abierto a la entidad.

La consejera, Isabel Blanco, fue muy dura en este periódico y dijo textualmente: "Una entidad como Aspanias, que funciona mal, no puede tener de rehenes a familias y trabajadores".

¿Y sabes cuál fue la respuesta desde dentro? "Vamos a llevar al juzgado a la consejera"

¿Le pusieron alguna demanda?

Esa fue la respuesta que se dio en la junta directiva: "Son intolerables estas declaraciones y nuestro equipo jurídico las está analizando a ver si la podemos llevar al juzgado" y estaba yo allí, que nadie me lo ha tenido que contar, aunque luego no se llegó a hacer. Yo decía "pero bueno, pero si el concierto lo tenemos con esa Consejería, que es la que sustenta todos nuestros servicios sociales, habrá que hablar con ellos...".

¿En qué momento se empieza a resquebrajar el atrincheramiento del que me habla?

Pues en el que llega el empuje de la consejera, con todo su equipo detrás, con la Gerencia de Servicios Sociales de aquí, con el delegado de la Junta... y el alcalde de Burgos, que es patrono de la Fundación Aspanias, y convoca en el Ayuntamiento una reunión a tres bandas en la que estuvo él mismo, la consejera y los miembros del comité corporativo (de la asociación Aspanias y las fundaciones Aspanias y CISA) que apoyaban al comité de dirección. En ese momento, el alcalde hace su exposición, la consejera, la suya y el comité corporativo se enfrenta a ellos, Pero a lo largo del debate una persona se da cuenta de que no se puede seguir más ya por ahí. Es el que era presidente de la asociación Aspanias, Juanjo Villarroel, que hasta ese momento había sido uno de los más férreos defensores del anterior gerente y del comité de dirección, que lo ve claro y dice que ya no se puede seguir así y es el que propicia el cambio, de tal manera que después de salvar varios obstáculos más se firma el acuerdo con Plena Inclusión (la federación de asociaciones de personas con discapacidad intelectual de Castilla y León) por el que pasa a ser una gestora que se ocupa de Aspanias.

Desde entonces se oyó hablar muy poco de ustedes.

Es que Plena Inclusión nos pidió tiempo a los trabajadores y a las familias y se mantuvo un perfil bajo para dejarles hacer su función.

¿Qué ha supuesto para la asociación estar tutelada?

Es la salvación, no había otro camino. Mira, lo primero que hemos hecho en la junta directiva ha sido renovar el convenio con Plena Inclusión, que ellos querían que incluyera solo 2022 y les hemos dicho que no, que hasta el 23 y que encantados de que estén apoyándonos porque necesitamos su ayuda. Y luego nos hemos dirigido a los trabajadores para pedirles tiempo y un poco de calma.

¿Cómo están los expedientes que les abrió la Junta?

Siguen su camino. No han concluido y alguno nos está costando dinero porque tienen que ver con la legislación y su cumplimiento. De lo que sí es consciente la Consejería es de que estamos poniendo toda la carne en el asador para mejorar.

¿Se encuentran muy deteriorados sus centros?

No estamos muy mal pero sí hemos bajado el nivel de calidad de los servicios con respecto a lo que ofrecíamos. En infraestructura y mantenimiento estamos casi al límite en algunos puntos y otros se mantienen mejor porque son más nuevos.

¿Cómo va su deuda?

Era de doce millones y ahora estamos por ocho y medio entre créditos a largo y corto plazo y deudas a proveedores. Esto está contabilizado en el plan de viabilidad que ha hecho Plena Inclusión, que también ha realizado otro de carácter organizativo para cambiarlo todo. La gestión era un desbarajuste, esta es la palabra exacta.

¿Seguirán en el negocio del cuidado de personas mayores?

Hasta que veamos otra solución mejor. Ahora mismo hay que seguir.

¿Siguen siendo socios de Intras en la gestión de la residencia para pacientes con problemas de salud mental?

Sí, sí. Esa es una UTE, y tenemos otra con Fundación Lesmes para un tema de orientación de empleo.

¿Fue buena esta idea de abrirse a otros mercados más allá de la discapacidad intelectual?

No. Mira, no creo que nadie cuide mejor a las personas que Aspanias porque lo llevamos en los genes, pero nuestro concepto mercantil no era el adecuado, con lo cual no hemos hecho negocio porque con las personas mayores estamos perdiendo dinero aunque se les trata con todo el cariño del mundo y con toda la delicadeza y están encantadas de lo bien que se gestiona esa parte. Por eso es tan importante el plan de Plena Inclusión para recomponer los negocios que tenemos con más criterio empresarial. Pero yo lo que quiero es hablar del futuro.

Pues, venga, cuénteme cómo van a salir de esta situación.

Tenemos pendiente una auditoría de gestión, que no está hecha y los temas en el juzgados seguirán en marcha, igual que los expedientes de la Junta. De cara al futuro, en el plan de viabilidad hemos tenido un aporte económico que tenemos que devolver el año que viene.

¿De cuánto ha sido?

Un millón de euros para poder pagar todo el atraso que tenemos de nóminas. Esto, con el plan financiero, la nueva organización y los nuevos proyectos creemos que podremos devolver el dinero en el 2023. El resto de la deuda, en el 26.

¿Van a subir los precios a los usuarios, a bajar los sueldos, recortar gastos..?

Nada de esto. Los precios no los podemos subir porque los marca la Junta y no vamos a recortar sueldos pero sí vamos a ser más eficientes. Vamos a hacer un control del gasto e incorporar un plan de austeridad para ahorrar todo lo que sea posible. Entendemos, además, que una nueva organización nos permitirá ser más eficientes y los nuevos proyectos harán que entre más dinero.

Hábleme de estos proyectos.

El más importante es el denominado 'A gusto en mi casa' de la Consejería de Familia que gestionaremos nosotros. Por otro lado, la de Empleo nos va a permitir prejubilar a trabajadores con discapacidad y en la provincia vamos a poner en marcha centros multiservicios (de acompañamiento, asistencia personal, ayuda en casa, actividades lúdicas...) tanto para las personas mayores como para las que tengan discapacidad y no estén en Aspanias. Con el Ayuntamiento de Burgos vamos a hacer proyectos para mejorar la integración en la comunidad que estamos definiendo ahora mismo y existen otros de homologación de las especialidades formativas en discapacidad, de itinerarios de inserción sociolaboral y de vivienda y asistencia personal.

¿Cómo es el estado de ánimo general ahora?

Creemos que hay ganas de implicarse en sacar esto adelante por parte de las familias y de los trabajadores y nosotros lo tenemos en cuenta: la primera reunión que hemos tenido ha sido con los trabajadores y no con ningún político, por ejemplo. Vamos a trabajar, sobre todo, con mucha transparencia, para lo que ya hemos creado una comisión específica, y vamos a escuchar a todo el mundo que tenga ganas de aportar, ya que uno de los grandes problemas anteriores fue el de la falta de transparencia hasta el punto de que me negaban documentos siendo miembro de la junta. Ahora todo el mundo en Aspanias tiene acceso a lo que necesite.

¿Se puede decir que han abierto las ventanas?

Las estamos abriendo pero aún no hemos mirado debajo de las alfombras. Cuando nos juntamos el grupo de familias preocupadas pedimos dos cosas: elecciones -que ya se han hecho- y una auditoría de gestión, que está pendiente. De momento tenemos que dar satisfacción tanto a las personas con discapacidad como a sus familias y a los trabajadores para que se impliquen más si es posible reconociendo su labor y mejorándoles los medios para que lo hagan. Ahora el objetivo es mirar hacia adelante y volvernos a unir.

¿La herida está cerrada?

La asamblea en la que se eligió a la junta directiva tuvo más asistencia que las últimas elecciones y cuando se ratificó a los miembros de la única candidatura hubo un aplauso de todo el mundo puesto en pie. Había más de 150 socios esperanzados con el cambio y nos sentimos respaldados. Es verdad que hay más de 900, pero la asamblea era abierta y no hubo nadie que levantase la mano en contra, el apoyo fue unánime.