«Los fuegos artificiales son obras de arte»

R.P.B.
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Roberto Rodríguez conoce al dedillo los secretos y la magia de los fuegos de artificio. Y desde hace años ejerce en este periódico como crítico de este tipo de espectáculos

Roberto Rodríguez conoce al dedillo los secretos y la magia de los fuegos de artificio. - Foto: Valdivielso

«Nací con ello», afirma con aplomo y sin dudar Roberto Rodríguez en referencia a su insólita y desaforada pasión: los fuegos artificiales. Es cierto que se recuerda de niño saliendo en las noches de las fiestas de San Pedro a ver el espectáculo de fuego y luces, tradición acendrada en la ciudad como pocas. Y que siempre mostró fascinación, hechizo, un cosquillero, un algo innombrable que le recorría por dentro y que fue metiéndosele muy adentro, junto al corazón. Aquel niño deslumbrado por los fuegos artificiales sintió algo más que el puro placer de la contemplación de un espectáculo tan efímero. «Algo se despertó dentro de mí. Sentía algo más», confiesa. Con tan solo once añitos empezó a enviar cartas a casas pirotécnicas de Valencia y también a los más cercanos: ese crío quería saber, conocer a fondo los secretos de ese arte antiguo y tan misterioso. Once años. 

«En 6º de EGB ya visité mi primera fábrica», confiesa. «Quería saberlo todo: cómo se fabricaban, cómo se montaban... Igual que un niño de ahora aficionado al fútbol quiere ver a sus ídolos, a Cristiano Ronaldo o a Messi, para mí los ídolos eran los pirotécnicos». Cuenta Roberto una anécdota reveladora de esa pasión: digamos que no era un estudiante brillante y que escamoteaba horas de estudio que dedicaba a la lectura sobre la pirotecnica o bien a hablar por teléfono con las fábricas más prestigiosas del país (en las de Valencia alucinaban con el interés de aquella criatura que mostraba tanto interés desde una latitud bien lejana). Y claro, un día llegaron las notas. Y no era buenas. Su padre le castigó sin ver los fuegos. «Después de una llorera tremenda porque no me dejaron ni ver desde la ventana un espectáculo de Vicente Caballer [pirotécnico valenciano] que venía con unas lentejuelas nuevas, me amenazaron con que si se repetían los suspensos al año siguiente el castigo sería el mismo. Al año siguiente aprobé todas».

Hubo premio: le llevaron a ver la pirotecnica de Caballer en Valencia. «Me motivé e incluso en La Salle, donde estudié, confiaron en mí para organizar un espectáculo pirotécnico. Crecí, senté un poco más la cabeza y seguí visitando fábricas. Y me fui metiendo poco a poco en ese mundo y relacionándome con más empresas: de Aragón, de Asturias, de Galicia. Y a medida que fui estudiando y conociendo el arte de la pirotecnia desarrollé una pasión por el arte en general, por la cultura». Roberto Rodríguez, además de experto en espectáculos pirotécnicos, jurado en numerosos concursos y crítico en este periódico, es licenciado en Historia del Arte y guía nada menos que en la abadía de Santo Domingo de Silos desde hace varios lustros. «Todo fue complementario», señala.

«Para mí los fuegos son arte. Un arte distinto al clásico de arquitectura, pintura, escultura... Pero en el de los fuegos artificiales no deja de haber de las tres. Es arte efímero. Belleza. Y si están sincronizados con música me parece algo sublime. Soy amante de la historia de la música clásica y me parece una maravilla su sincronía con un espectáculo pirotécnico, que tiene su guion, su estructura, su coreografía, su escenografía...». Siente Robero Rodríguez debilidad por la pirotecnia italiana, «que es inconfundible por su sonido y totalmente diferente a la valenciana, por ejemplo, que es más clásica, o a la de la escuela francesa o centroeuropea, que es más delicatessen, más versallesca». Reconoce que los pasados Sampedros fueron muy tristes por la ausencia de fiestas y por ende de fuegos, y se muestra entusiasmado por la única cita pirotécnica que se ha programado para este año.

Sobre esa cita (este lunes, a las 23.30 horas, se hará dos disparos simultáneos desde la campa de San Isidro y desde la del Silo a cargo de la pirotecnia de Ricardo Caballer) Rodríguez cree que es un gran idea y se muestra ilusionado. «La veo bastante potente, bastante intensa. A priori, va a ser un espectáculo estilo ‘Nic del Foc’ propio de Valencia. En mi opinión, Ricardo Caballer es uno de los mejores pirotécnicos del mundo. Si hacemos una comparación con la pintura diríamos que es un Goya o un Velázquez. Disparar dos sesiones simultáneas en dos puntos distintos es muy buena idea. Y los lugares también».

Un público exigente. «El público burgalés es muy inteligente, sabe valorar las cosas y es exigente. La gente está aprendiendo y cada vez sabe más. Y es muy agradecido. Por lo que veo, a los burgaleses les gustan los fuegos con ritmo», apunta Roberto Rodríguez, que atribuye la gran pasión que existe en Burgos con los fuegos artificiales al hecho de que son tradición, esto es, porque se remonta a muchas décadas en el tiempo. «Ya en el año 1900 había un pirotécnico en Burgos, Julián Rejano, que hacía fuegos artificales en la plaza Mayor. Luego empezaron dos pirotecnicas fuertes, una la de María del Carmen Martínez de Lecea, en Miranda, y otra en Huerta de Rey: la familia Augusto Guerrero. Hacer varias sesiones de fuegos en Burgos es una verdadera tradición. Uno de los ingredientes principales de las fiestas de San Pedro», concluye.