San Salvador de Oña, un monasterio cajón de sastre

F. TRESPADERNE
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La Diputación adquirió el complejo hace ya 55 años por 24 millones de pesetas y lleva 11 años en desuso, a pesar de que se barajó destinarlo a parador de turismo, posada real y centro termal. Ahora se habla de un albergue y un centro del castellano

Los numerosos inmuebles y los metros construidos ofrecen multitud de posibilidades, pero también son un freno a la recuperación del complejo por las grandes inversiones que se requieren. - Foto: Valdvielso

Las compras de inmuebles se suelen realizar por necesidad, por la posibilidad de hacer negocio con ellos o bien por obligación... y ésta última parece ser la razón que primó en el caso de la adquisición en 1967 del Monasterio de San Salvador de Oña por parte de la Diputación. Hace ya 55 años, la institución provincial decidió pagar a la Compañía de Jesús 24 millones de pesetas por un conjunto de inmuebles que construidos suman más de 32.000 metros cuadrados, dentro de una finca con una extensión de más de 100.000 metros.

Durante años, y hasta hace poco más de una década, las instalaciones se utilizaron como hospital psiquiátrico y después como centro geriátrico, pero desde que se construyeron las nuevas residencias, hace once años, el inmueble está sin uso. Ala vista de la situación y de los gastos que genera su mantenimiento, más de dos millones de euros en los últimos ejercicios solo en las cubiertas y fachadas, está claro que la institución provincial no adquirió San Salvador para hacer negocio y si lo hizo con ese fin ha fracasado.

Desde que se cerraron las puertas de San Salvador, y se trasladó la magnífica biblioteca al Real Monasterio de San Agustín, en Burgos capital, solo se han abierto algunas dependencias para acoger actividades muy puntuales, pero poco o nada de ha avanzado en cuanto a un uso continuado en el complejo, y generador de actividad económica que es lo que esperan los vecinos de la villa. 

Desde hace once años muchos han sido los proyectos que se han barajado para este monasterio. Los que más fuerza han tenido siempre han sido los relacionado con la hostelería. En su momento, cuando salieron los últimos usuarios hacia las nuevas y modernas residencias de la Diputación, institución que presidía Vicente Orden Vigara, se barajó la posibilidad de ceder el inmueble a la Junta para su transformación en Posada Real y que fuera explotada por una empresa. La falta de interés de la Administración regional en esa iniciativa dejó en el ostracismo el monasterio hasta que el Gobierno central, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, decidió cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, en el Valle de Tobalina.

El cierre, que llegó acompañado del que se denominó Plan Garoña , en el que se incluía la puesta en marcha de un parador nacional de turismo como fuente de generación de empleo para 'compensar' el cierre de la planta nuclear, despertó unas ilusiones en la villa y en toda comarca que nunca se vieron recompensadas porque el plan se materializó, es más, desde la Diputación siempre se negó que desde el Gobierno central se hubieran dirigido a ellos para valorar esa posibilidad. 

Tras ese fiasco, también se habló de poner en marcha un complejo termal o como balneario, aprovechando las riqueza de los manantiales que se encuentra en la finca de 100.000 metros cuadrado, agua que se aprovecha para abastecimiento y para la piscifactoría que sigue funcionando, la única instalación que ha sobrevivido al paso del tiempo y sigue activa. Esta propuesta no fructificó, como tampoco lo hicieron la municipal para trasladar aquí el Centro de Interpretación del Medievo ni ninguno de los planes, directores o no, que se han presentado y es que San Salvador requiere de unas inversiones que en estos momentos quedan fuera del alcance de las administraciones y la iniciativa privada ni está ni se la espera.

Los usos que ahora baraja la Diputación, y que se tendrán que plasmar en un plan director, son los de albergue y centro del castellano, además de un centro de interpretación de la historia de Castilla aprovechando que en la iglesia están enterrados los condes y reyes. Visitar la iglesia y el complejo es meterse de lleno en la historia, ya que aquí se vivieron momentos que hicieron que Castilla se convirtiera en el reino más poderoso de España. 

Nuevo capítulo. La situación actual es, sin duda, una etapa más de la dilatada historia de este monasterio oniense, que ha pasado por toda clase de circunstancias y vicisitudes, adversas y favorables, y sigue a la espera de un importante intervención para recuperar parte de su esplendor y escribir un nuevo capítulo aprovechando su gran potencial para acoger cualquier tipo de proyecto.

Los Jesuitas acabaron con la decadencia. A lo largo de su historia el monasterio ha sufrido numerosas vicisitudes, comenzando por el saqueo de los franceses durante la Guerra de la Independencia, a la que siguieron los desmanes de las partidas carlistas durante la primera guerra carlista, que dio comienzo a la muerte de Fernando VII, en 1833 y se prolongó durante nada menos que siete años.

Posteriormente, sufrió la desamortización de Mendizábal, por la que la iglesia se convierte en la parroquia de la villa, junto a la sacristía, claustro y la sala capitular, que pasan a ser propiedad de la Archidiócesis de Burgos. En 1880 todo el conjunto monumental es adquirido por la Compañía de Jesús, que hace una fuerte inversión económica en su restauración.

Los jesuitas establecieron en él su noviciado y también el 'Colegio Máximo', institución en la que se estudiaba Teología y Filosofía. La Compañía de Jesús permaneció en la villa oniense hasta finales de 1967, año en el decidió vender el complejo monástico a la Diputación, sin condiciones sobre su uso.