Una segunda vida monumental

A.S.R.
-

SIO2 y Código Ker crean réplicas de motivos patrios locales con envases reciclados por el Año de la Economía Creativa para el DesarrolloSostenible. Se expondrán en septiembre

Amaya Barahona (i.), Rachel Merino y Josué Temiño, frente al Cid y junto al Gigantillo. - Foto: Alberto Rodrigo

Cabalga el Cid alicatado de la espuela al casco con su cota de malla de tiradores de latas de bebidas sobre una Babieca de briks destripados; cartones de donsimón, leche de soja o gazpacho apuntalan los muros de un Arco de Santa María con almenas de hojalata; se sacude la Gigantilla un mandil de tela de bolsa de basura y presume de collar de tapones rojos mientras el Gigantillo sujeta su vara de mando con finas latas de tónica y cerveza selecta con un rostro de plástico, y no por hacerse un lifting; y se erigen al cielo unas agujas de la Catedral de papel con filigranas de chapas y hueveras en los vanos góticos. Las asociaciones SIO2 y Código Ker modelan imponentes réplicas de los monumentos patrios burgaleses con el reciclaje por bandera. 

El Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible propicia esta iniciativa de la Concejalía de Medio Ambiente, incluida dentro del programa Recicla más, mejor siempre, financiado por Ecoembes. Estas piezas, con una altura de entre dos y tres metros, se exhibirán en algún espacio público de la ciudad para concienciar sobre la necesidad de reutilizar los desperdicios y adoptar un consumo responsable. 

«Buscamos una manera creativa de que el ciudadano vea que los envases, el papel y el cartón que echamos a esos contenedores tienen muchas vías para reactivarse y concienciarlos de que reciclar es una forma de mejorar nuestro entorno y ser líderes como ya lo somos en el reciclado de vidrio», anota el titular del área, Josué Temiño, al tiempo que señala que se expondrán en septiembre, preferiblemente al aire libre y en un entorno verde, aunque aún, con un ojo en el parte meteorológico, sopesan la mejor ubicación. 

La labor en el Espacio Social de Vadillos es ardua. Aunque el proyecto está muy avanzado, faltan remates. Alrededor de una docena de miembros de SIO2 y Código Ker han trabajado, y siguen, todo el verano desde junio. «Ha estado guay porque ha sido una manera de estrechar los lazos entre las asociaciones y cada uno de los artistas ha intervenido en ellas como ha querido. Libertad absoluta», introduce Rachel Merino (SIO2) frente a «estos iconos de la cultura tradicional pasados por un filtro de arte povera, intentando sacar lo bonito de lo aparentemente feo». 

A la influencia de este movimiento se suman las referencias de otras corrientes, como la línea del Land Art que apuesta por la porquería como materia prima para intervenir en las ciudades, y creadores, como Tania Blanco, que eleva a arte la basura que encuentra en las playas de Asturias y Cádiz; Sayaka Ganz, una japonesa que hace esculturas de animales con objetos reciclados; Mandy Baker, fotógrafa británica que también trabaja con desechos marinos; o el portugués Bordalo II, que convierte esos desperdicios en arte urbano. 

De ese trajín aún dan fe hueveras de colores descuartizadas, chapas prestas a trepar por las agujas de Juan de Colonia, botellines de agua secos y aplastados. algún bote de chicles... y material de ayuda, como un boceto en la pizarra con las proporciones de la estatua cidiana de Juan Cristóbal o unas publicaciones vintage con recortables del Arco y de la Seo rescatadas de una tienda de recuerdos. 

¿Qué fue primero el residuo o el boceto? ¿Buscaban envases en función de lo que pedía la escultura o pergeñaban esta ajustándose a lo que tenían? Amaya Barahona (Código Ker) responde que todo ha sido muy orgánico y ha ido fluyendo entre las distintas manos intervinientes. «Lo empezaba un compañero y lo seguía otro sin problema, con mucha improvisación, intercambio de ideas...», ilustra y hasta habla divertida del alumbramiento de un nuevo estilo arquitectónico en la Catedral. 

Parten de unas estructuras previas de madera y metal con la forma de cada motivo tomada como un esqueleto donde luego han encajado las piezas cual puzle. Desabastecimiento no han tenido. «De hecho, nos hemos dado cuenta de que se genera mucha basura», observa Merino y destaca la colaboración de un montón de comercios, bares y gente particular, que han guardado, lavado y entregado en impolutas condiciones los envases. Hasta el propio Temiño tendió una mano recogiendo las botellas de agua vacías en cada Pleno. 

No solo de creatividad y originalidad vive esta iniciativa. También nace con un afán de sensibilizar en verde. Y cada reproducción irá acompañada de un texto con datos curiosos al hilo de cada uno de los iconos representados. 

«Se trata de concienciar a la gente de la cantidad de residuos que generamos, no solo de lo que podemos construir con ellos, y la posibilidad de reciclarlos, reutilizarlos y, sobre todo, intentar un consumo diferente evitando al máximo producirlos. Sería un objetivo interesante como sociedad», se explaya la artista consciente de lo ambicioso de su propósito, pero también de la importancia de dar un primer paso. Y estas esculturas se postulan a serlo.