«Desde que no fumo canto mejor, pero la gira es más aburrida»

ALMUDENA SANZ
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Entrevista a Miguel Ríos, que este domingo estará en el Fórum con The Black Betty Trío

Miguel Ríos, músico. - Foto: Javier Salas


Confiesa que en sueños oía cantar a ese público con el que tantas noches memorables ha vivido, que necesitaba otro chute de rock y a sus setenta y tantos se colocó la chupa de cuero para volver a la carretera. La gira Un largo tiempo, título de su último disco, para este domingo a orillas del Arlanzón en un encuentro que, en sus palabras, será algo íntimo y cercano. «Es un concierto acústico pero electrizante: ese fue el titular de un periódico de mi primera actuación en Barcelona. Salir con The Black Betty Trío me permite cantar con más espacio y llegar a la emoción del público», aboceta a través del correo electrónico, desde el que contesta a algunas preguntas sobre este regreso.

¿Se ha empeñado en que la mítica 'los viejos roqueros nunca mueren' sea más que una frase hecha?
Esa canción la escribí en 1977, el año que murió Elvis y yo cumplía la edad de Cristo. Era un tema en el que homenajeaba a los pioneros del género. Los inmortales.

Basta con escuchar Hola, Ríos, Hello para enterarse de lo que le llevó a volver a la carretera. ¿Cómo ha sido el reencuentro?
Está siendo genial. La gente canta más y mejor que nunca y yo me lo paso muy bien con The Black Betty Trío.

En esa canción reconoce que tenía escrito en un diario 'No envejecer nunca en un escenario'. ¿Qué le diría aquel joven Miguel Ríos al viejo que no le hizo caso?
Sigo hablando con él. Siempre he hablado con el hombre que va conmigo. Eso me permite vivir mis edades con coherencia. No te contaré lo que nos decimos, pero intentamos ser indulgentes el uno con el otro.

Canta en ese tema que dejó las giras, los vicios y los placeres que da el oficio. ¿Qué placeres da este oficio?
Todo el mundo siente placer cuando canta. Cantar segrega dopamina y si logras conectar con el público y despertar la emocionalidad colectiva es una pasada. Además, vivir de lo que te gusta es un lujo.

¿Y qué vicios dejó atrás? ¿Todos confesables?
Tuve que dejar las golosinas que todo el mundo sabe que son la gasolina del rockero. Pero por prescripción facultativa, no por gusto. Aunque debo admitir que desde que no fumo canto mucho mejor, aunque la carretera es mucho más aburrida.

Y sigue contando que se fue a la playa a escribir sus memorias, exitosas memorias, a repasar sus momentos de gloria. ¿Cuáles han sido esos momentos de gloria? ¿Y cuáles los de infierno?
He tenido hitos en mi carrera bastante remarcables: algunos números uno en varias partes del mundo, algunas giras innovadoras y arriesgadas. Me cuesta enumerarlos, pero mi paso por el infierno lo recuerdo con todo detalle: estuve en los tétricos calabozos de la Dirección de Seguridad, hoy sede de la Comunidad de Madrid, en 1972, en plena dictadura franquista, por fumar canutos. Eso fue puro azufre.

(La entrevista completa, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)