Yagüe, la caída de un coloso

G.G.U.
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Nadie puja por el solar en el que hace más de 70 años se cimentó el viejo hospital general, en el que nacieron y murieron miles de burgaleses y que los profesionales, hoy, echan en falta. Pero no por la infraestructura

El 21 de junio de 2016 comenzó la demolición del General Yagüe, 56 años después de que se abriera. - Foto: Alberto Rodrigo

Medio año tardó la empresa Erri-Berri en convertir en escombros el viejo General Yagüe, que, para ese momento, llevaba dos años con el candado en la puerta. La demolición se llevó por delante la columnata del acceso principal, que se quería conservar como recordatorio de lo que significó el antiguo hospital, paradigma sanitario de una época y emblema para una ciudad, en la que hoy no es más que un solar que no interesa a nadie. Triste final para la infraestructura en la que nacieron y murieron miles de burgaleses entre el 10 de junio de 1960 y el 18 de junio de 2012, el hospital que atendió a cerca de un millón de pacientes y cuyos últimos profesionales admiten echar en falta porque el derribo también se llevó por delante una forma de trabajar que el HUBU dificulta, por puro diseño.

La primera piedra del Yagüe se puso en febrero de 1948 en lo que entonces era el extrarradio y, doce años después, abrió sus puertas en lo que ya era el final de la avenida del Cid, un lugar a desmano de todo. Tampoco terminó de entenderse que se habilitaran 309 camas en aquella mole, que la población, habituada a las pequeñas clínicas de barrio, creía del todo desproporcionada. Tal fue el impacto que, para muchos, el hospital fue conocido siempre como 'las 300 camas'. 

Así lo recuerda Martín de Frutos, médico intensivista que puso en marcha la UCI del Yagüe y la dirigió durante 28 años, en el libro que dedicó al centro sanitario: Hospital General Yagüe, de las 300 camas al Complejo Asistencial de Burgos. Es una joya en la que no solo detalla que la primera paciente fue una mujer de 27 años que ingresó por una apendicitis y estuvo ocho días encamada en la tercera planta, sino que relata paso a paso el devenir de una infraestructura que diez años después de su apertura, ya se había quedado pequeña para las necesidades de una ciudad en crecimiento al amparo del Polo. En 1970 ya hubo que externalizar cirugías y empezaron los quebraderos de cabeza para ganar espacio para camas. Tras una primera ampliación, en 1974 se consiguió llegar a 723, pero el constante desarrollo de la medicina a finales del siglo XX fue requiriendo metros para equipos y en 2003 la dotación había vuelto a bajar a un total de 582. Fueron los tiempos de las 'camas cruzadas' -hasta cuatro o cinco pacientes en una misma habitación- y el momento en el que los profesionales se plantaron: no había opción a nuevas reformas, urgía un nuevo hospital. Y se creó una plataforma, profesional y ciudadana, que no cejó hasta conseguirlo.

La reivindicación se convirtió en realidad el 18 de junio de 2012, cuando los trabajadores del servicio de Ginecología y Obstetricia, así como los recién nacidos hasta las 15.00 horas de aquel día y sus madres salieron con dirección a la avenida Islas Baleares. Fueron los últimos en abandonar el edificio, que se cerró y se candó, al día siguiente, con un acto simbólico protagonizado por las autoridades.

La mole, ese hospital vertical que no daba más de sí, viejo y cutre, entraba en un nuevo capítulo de su historia con el cierre. Pero lo que nadie sospechaba entonces era cuánto se iba a añorar «el ambiente» que propiciaban sus limitaciones: aquella escalera en la que era imposible no encontrarse con alguien, las consultas compartidas, el comedor común... Quienes lo vivieron admiten la nostalgia, pero también que el HUBU ofrece unas posibilidades y una calidad inalcanzables en el Yagüe.