Desconocido tesoro de la luz

R. PÉREZ BARREDO
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La Catedral atesora bien inventariadas cientos de piezas de vitrales, algunas rescatadas y conservadas por el Cabildo tras la voladura del castillo, y otras desmontadas en su día para su restauración

Trozo de vitral que se conserva en el primer templo metropolitano. - Foto: Valdivielso

Quizás no cueste imaginarse a los canónigos del año 1813, después del susto de la voladura del Castillo, afanarse en recoger uno a uno todos los vitrales que la brutal explosión y su onda expansiva causaron en el primer templo metropolitano. Porque fueron muchas las vidrieras que se echaron a perder. No cuesta imaginárselos porque lo hicieron: recogieron todos los pedazos de ese frágil y bello arte y los guardaron celosamente en cajas que, durante casi doscientos años, permanecieron olvidadas en la bodega de la Catedral hasta que un día el canónigo frabriquero de la época, Agustín Lázaro, los encontró. Esas piezas, algunas muy pequeñas, casi imposibles de identificar, forman parte de uno de los tesoros más desconocidos del templo gótico al decir del restaurador Enrique Barrio, la persona que mejor conoce estas joyas porque su taller se encargó de inventariarlas y, en casos como las que se desmontaron en su día de la Capillla de los Condestables, restaurarlas.

En una dependencia de la Catedral hay diez grandes armarios que contienen miles de trozos de vidriera de distintas capillas. Todo se encuentra perfectamente ordenado. El Ministerio de Cultura se ha comprometido a sufragar la restauración de los catorce que fueron desmontados en su día de la Capilla de los Condestables, pero son muchos más los que engrosan esos armarios. "Recogieron todos aquellos trozos que vieron que podían ser útiles", explica Barrio con admiración, alabando la "preocupación" que mostraron los miembros del Cabildo "por guardarlos y conservarlos" hasta nuestros días. Bien es cierto, apunta el restaurador, que muchas de esas piezas son inclasificables y por tanto imposibles de reutilizar, pero importantes al cabo porque ofrecen información.

"Todas esas piezas son valiosas", subraya Barrio. En esos grandes armarios donde se conservan están dos grupos bien diferenciados. Por un lado, los ventanales de la Capilla de los Condestables que se desmontaron en 2015. Y hay otro gran grupo en el que se almacenan todos los restos que fueron apareciendo durante la restauración de la Catedral. Algunos fueron hallados antes de 1998, como los antes citados de la bodega, que se encontraban en cajas de madera y que son aquellos que con celo recogieron los canónigos tras la voladura de la fortaleza y de cuya primera clasificación se encargó el taller de los Barrio. En el informe elaborado en su día por el prestigioso taller burgalés, en aquella "importante cantidad de paneles enteros de vidriera, restos de paneles, piezas de vidriera y fragmentos de vidrio" se encontró "un extenso grupo que guarda una estrecha relación con algunas vidrieras de la catedral de Astorga realizadas en 1548 por Nicolás de Vergara. Destacan por su calidad y unidad estilística y constituye un importante material para entender la gran transformación que sufre la vidriera española a partir de 1550. Al mismo tiempo, otro taller (tal vez el de Juan el de Arce, encargado entonces de las vidrieras de la catedral) es el encargado de colaborar en esta primera fase de vidrieras realizada entre 1546 y 1551". Pero hubo más descubrimientos: en la sacristía de la capilla de la Visitación, en uno de sus mueblos, aparecieron otros restos, que juntos con los hallados en la bodega fueron enviados a Vidrieras Barrio para su clasificación y su restauración.

"Todo es valioso". De ese valioso, heterogéneo y numeroso patrimonio vitral afirma Enrique Barrio que todo "es reutilizable de una manera o de otra, bien porque se pueda devolver a su lugar de origen, bien porque pueda tener un final en un museo o un espacio dedicado a la vidriera dentro de la Catedral. Es un material muy valioso y muy escaso. La vidriera es un arte muy frágil". Destaca el restaurador que se ha hecho un fabuloso trabajo de clasificación. "Antes de devolver las piezas, se analizó el material con el fin de conocer las distintas etapas de fabricación y se hizo una gran clasificación. En esos armarios están todas las piezas perfectamente inventariadas y ordenadas. También hay una serie de pequeñas esquirlas y piezas de vidrio que han sido inclasificables". Admite Barrio que fue un trabajo concienzudo y costoso -porque no había fotos, ni documentación- "pero apasionante, guiados por la experiencia, analizando las técnicas, la calidad de las grisallas, las escuelas, porque se ve la mano de diferentes autores o diferentes maneras de utilizar los mismos materiales. Eso ayuda a clasificar. Luego se va comprobando todos los trozos que casan unos con otros, como en un puzle. Fue una labor ardua pero inolvidable", concluye.