Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Las oportunidades

02/02/2022

Durante el verano de 1922, en Long Island, se desarrolla la historia que W.S. Fitzgerald cuenta en la novela El Gran Gatsby que se inicia con el consejo que el protagonista dice haber escuchado de su padre y no olvidar nunca: Cuando sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste. La obra, que se publicaría en 1925, en plena década del jazz parisino, del automóvil y del lujo, del nuevo dinero y del gansterismo, de la decadencia social y de aquel exceso que lo engullía todo hasta que el período terminó rematado con tanta destrucción, está considerada como una de las más importantes del pasado siglo.

Fitzgerald formaba parte de aquella generación de la que muchos de los que pudieron salir vivos de las trincheras de la Primera Guerra tuvieron que reiniciar sus vidas totalmente desorientados. Se la llamó la Generación perdida como posiblemente lo es la de los jóvenes de hoy en la que muchos de ellos, tras salir vivos de esas nuevas trincheras que son el paro y el sofá levantadas por las crisis y la pandemia, busca futuro entre la niebla. Fitzgerald formaba parte de aquella generación perdida de jóvenes escritores estadounidenses que errantes se instalaron o acudieron en distintos períodos al París de aquellos años y de la que trata la interesante película El editor de Libros (Grandage, 2016).

Días atrás, leía en prensa un tuit refiriéndose a un jamaicano con los dientes negros al que le huele el aliento desde 6 metros de distancia. Lo había escrito un candidato en las próximas elecciones autonómicas cuyo currículo muestra que él sí que ha dispuesto de oportunidades aunque quizás no haya tenido la suerte de recibir el consejo que recibió Jay Gatsby, ni tampoco la inquietud para acceder a algunas lecturas de las que te permiten respirar trece veces por minuto, ni el deseo por saber algo, cualquier cosa, sobre la vida que soportan quienes acuden a programas de acogida. Y al celebrarse estos días el día del maestro, pienso en la enorme labor que cada mañana tiene por delante la escuela; pienso que las aulas no son lugares donde exista monotonía detrás de los cristales y sé que, desde que lo contara Homero, la dignidad humana, incluida la de los derrotados por la vida, nunca es atacable porque si eso pasa, se apaga la luz encendida al otro lado de la bahía, la luz que le hacía grande al gran Gatsby.