El frustrado golpe fortalece a Lula y hunde a Bolsonaro

Agencias
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La rápida actuación para frenar la insurrección de los ultraderechistas impulsa a un presidente que demuestra luchar por la democracia frente a su predecesor, que cada vez está más aislado

El dirigente progresista insiste en que su intención es «pacificar» un país donde la división sigue siendo patente. - Foto: EFE

Lejos de conseguir su objetivo de acabar con el recién instaurado Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva,  los seguidores de Jair Bolsonaro que intentaron llevar a cabo el pasado domingo un golpe de Estado en Brasil elevaron el apoyo internacional a Lula y demostraron que su líder está cada vez más aislado.

El asalto a las sedes del Parlamento, la Presidencia y el Supremo dejó en evidencia el clima de división social en el país, donde las instituciones hicieron una demostración de fuerza y respondieron con una sola voz a un acto «terrorista y golpista» que se saldó con más de 1.500 detenidos. Una actuación rápida para poner fin a las amenazas a la democracia que fortaleció la imagen de Lula, quien, una semana después de tomar posesión, está «más legitimado» en el cargo, según apuntan los expertos, mientras que su predecesor pierde cada vez más espacio.

Si el domingo los golpistas subían la rampa del Palacio de Planalto y destruían todo lo que encontraban a su paso, el lunes el presidente la bajó agarrado del brazo de los jueces del Supremo, los ministros de su Gobierno y los gobernadores regionales. El Estado de derecho frente a la barbarie. Toda una declaración de intenciones y una muestra de la unidad institucional en Brasil bajo este nuevo Ejecutivo.

«El resultado electoral se dio y fue respetado por gran parte de la sociedad, pero algunos perdedores no lo aceptaron y están en la calle. ¿Qué exigen? Están frente a los cuarteles en casi todo el territorio nacional reclamando un golpe de Estado», declaró ayer el mandatario, quien reiteró que los agresores «no tenían una agenda de reivindicaciones, sino que solo querían un golpe». «Fue muy difícil para nosotros conquistar la democracia en ese país. Necesitamos aprender a convivir democráticamente en la diversidad», agregó.

Mientras, los pasos en la investigación siguen avanzando y el Gobierno se jactó de que ya se ha identificado en 10 estados a los responsables de financiar a la turba bolsonarista. «Todas esas personas serán llamadas a declarar», apuntó un portavoz.

Además, la Cámara de Diputados aprobó la intervención federal de Brasilia, de modo que sea el Estado quien asuma las competencias de seguridad en la capital, ya que se cree que las autoridades de la ciudad no solo se mostraron incapaces de prevenir y frenar el asalto, sino que se teme que los asaltantes podrían incluso haber actuado con la connivencia de los agentes de las Fuerzas del Orden.

En este sentido, el nuevo director de la Policía Federal del país, Andrei Rodríguez, aseveró que «no tolerará» actos contra la democracia y que actuará «con firmeza» en el castigo a los ataques terroristas del pasado domingo. 

«Aquellos que delinquieron o no actuaron en el momento en que deberían hacerlo serán responsabilizados. La Policía Federal no tolerará ataques a la democracia», insistió.

Fuerza que se desinfla

A pesar de la rápida respuesta de las autoridades, la crisis no acaba tras el frustrado golpe opositor. El bolsonarismo más radical ya ha mostrado músculo en la calle y podría volver a intentarlo. No en vano, desde que el ya expresidente perdiera las elecciones en octubre, miles de ultras han estado en campamentos juntos a cuarteles del Ejército para exigir una intervención militar e, incluso, llegaron a colocar explosivos en Brasilia para intentar abortar la toma de posesión de Lula.

El dirigente progresista asumió el compromiso de «pacificar» el país, algo para lo que se antoja que encontrará grandes dificultades. La amenaza de nuevos asaltos permanece.

Sin embargo, al mismo tiempo que mostró capacidad para movilizarse, el bolsonarismo radical restó su espacio en el ámbito institucional y ha dejado al exmandatario entre la espada y la pared.

El expresidente salió con un enorme capital político de las elecciones, pero su marcha a EEUU el 30 de diciembre sin billete de vuelta, y su tibio rechazo al vandalismo vivido en Brasilia socavan sus opciones de liderar la oposición, ya que tanto la derecha moderada como varios de sus aliados empiezan a dar ya la espalda a un Bolsonaro que recibió el alta médica, pero también un duro varapalo político.