Achirica pide memoria a "los que echan pestes" del bulevar

H.J.
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Entrevista a Javier Achirica, presidente del Colegio de Arquitectos de Burgos, que acaba de ser reelegido al encabezar la única candidatura que se presentaba para la Junta Directiva de un colectivo profesional que integra a más de 300 personas

Javier Achirica, fotografiado en la entrada de la sede colegial - Foto: Jesús J. Matías

Durante los dos próximos años el Colegio de Arquitectos seguirá teniendo al frente a este burgalés de 1966, que estudió en la Universidad de Navarra y que lleva trabajando desde 1993.

A él, que llegó al cargo tras la marcha de su predecesor para presidir el Colegio de Castilla y León Este, le ha tocado lidiar con los últimos coletazos de la gran crisis inmobiliaria de 2010. En aquellos años la actividad de edificación residencial se desplomó un 97% y esto obligó a los arquitectos a reinventarse para convertirse en hombres orquesta, tocando diversos palos, desde los informes técnicos al diseño o la infografía.

"Tenemos más medios tecnológicos pero empezar ahora es más difícil que hace 20 años", sostiene Javier Achirica. Porque son muchos y el trabajo ha bajado, la mayoría de los nuevos estudios son unipersonales y procuran establecer colaboraciones. Muchos profesionales ni siquiera están colegiados, así que la directiva del Colegio tiene ante sí el reto de mantener una mínima vida de grupo en tiempos que han vuelto a ser convulsos con la pandemia.

¿Cuáles son sus principales frentes abiertos?

Uno de ellos son las pequeñas intervenciones urbanas. Cuando cambió el equipo de Gobierno municipal les propusimos una colaboración para elaborar desde el Colegio unas fichas, 20 o 30 lugares donde hace falta actuar para resolver pequeños problemas, más allá de las grandes actuaciones. Lo conocen el alcalde y el concejal de Fomento, pero llegó la pandemia, el Ayuntamiento ha estado buscando cómo encauzarlo a través de una subvención y esperemos que eso resulte pronto. Además, hemos propuesto un donativo de árboles a la ciudad, pero sorprendentemente también nos ponen pegas. Serían 10 o 15 ejemplares al año, en determinadas zonas, y no entendemos que no nos digan: "Venga, traigan los árboles". Y siempre pendientes de los concursos públicos, intentando que sean en condiciones adecuadas para el Colegio. Y un último frente abierto es el de la plusvalía de nuestra sede, que tenemos recurrida.

¿Tener un concejal de Fomento que es arquitecto no mejora la relación o la comunicación con ustedes?

Sí, eso sí que se notó. Tuvimos una reunión para ofrecer nuestra colaboración y con Daniel Garabito tenemos el compañerismo de profesión y sintonía. Es accesible y nuestra impresión fue muy buena, le gustó inmediatamente ese catálogo o fichas en microespacios, pero falta aterrizarlo.

Ese es siempre el problema con la administración.

Ya. Nos reunimos en abril. Mire, hace años participamos en el concurso de la estación de trenes, con grupos de trabajo, y nuestra idea esta vez era la misma. Llegar a un acuerdo para un importe, que serían 18.000 euros para varios equipos de compañeros, que a su vez se reunirían con los consejos de barrio para consensuar las actuaciones, pero no han terminado de dar forma a esa subvención.

Una de sus reivindicaciones históricas es que el Ayuntamiento mejore las condiciones de sus concursos. ¿Les tienen en cuenta en esto?

Menos. Un poco más que antes, pero la administración juega con sus plazos. Dan tiempos muy pequeños para concursos de envergadura, y así la gente no puede parar la actividad de su estudio. Hay una falta de equilibrio entre lo que se espera que se presente, el tiempo y unos honorarios muy ajustados, aunque algunos ya han ido mejorando. Y esto redunda en que la participación sea escasa.

El concurso de ampliación del archivo de Castilfalé sí que les dio participación, para intentar mejorar el criterio arquitectónico, y sin embargo tampoco salió bien y terminó anulado. Nunca hay garantía en este tipo de procesos…

Ya, pero ese concurso acabó gafado por otras cuestiones, porque una persona recurrió el fallo alegando que era necesario un estudio de detalle, cuando de las 14 propuestas presentadas 12 lo requerían, entre ellas la del denunciante. Ahora que estarán pensando en sacar un nuevo concurso, imagino que los ganadores de entonces lo primero que harán será recurrirlo.

Hace un par de años, cuando la repavimentación de la Plaza Mayor aún estaba sin terminar, ya lamentaba su nuevo aspecto. ¿Se ha acostumbrado ya a ella?

Bueno… Es un sitio muy transitado, pleno centro, el autor del anterior diseño, Albert Viaplana era un arquitecto reconocido en intervención del espacio urbano y nos parecía que si se quería cambiar era una oportunidad para haber hecho un concurso que invitase a la participación de más gente y no solo un enlosado. Y encima se eligió un material que no fue el que luego se colocó. El resultado es el que es, así que no se trata de acostumbrarse, sino que habría preferido una propuesta diferente.

El otro extremo es lo que acabamos de ver en Las Llanas. Es de suponer que el resultado le gusta más.

Pues sí. Ahí hubo un concurso, se valoraron ideas y ves diferentes propuestas. Eso es mucho más enriquecedor a la hora de elegir.

¿Por qué no se extiende más la fórmula de las Llanas? ¿Simplemente porque complica el proceso?

A lo mejor sí. Porque la administración tiene trámites burocráticos hasta para comprar una botella de agua.

En el centro histórico de Burgos, además, una vez superadas las fases de concurso luego hay que ‘pegarse’ con Icomos. ¿Cómo viven eso ustedes, que cualquier cosa que plantean puede estar sometida a mil inconvenientes?

Yo entiendo que hay sitios de intervención sensible como Las Llanas o como en su día el Centro Cidiano. Pero es sorprendente que en este último caso el PGOU modificó las alturas, nadie dijo nada y cuando ya se hace el concurso, se resuelve, hay un ganador y de repente surge una campaña de oposición a eso y lo echó al traste. Las reglas del juego tenían que estar claras desde el principio. Y por ejemplo cuando se repavimentó toda la plaza del Rey San Fernando no hubo informe de Icomos. Esto es como los concursos. Depende de quién te lo juzgue. Si hay un organismo formado por diferentes perfiles especialistas, que puedan debatir, puedes tener una comunicación con el equipo redactor, pero si alguien dice que no se puede hacer porque es inamovible…

¿Les resulta frustrante como profesionales la dificultad que conlleva intervenir en el centro histórico?

Yo no lo he vivido recientemente, pero me imagino que a los compañeros directamente afectados sí. Muchas veces los proyectos no se entienden desde alguien que no interpreta bien la documentación si no tiene un perfil profesional o una formación necesaria. En Las Llanas, incluso, la medianera famosa o las farolas se han ido desvirtuando. No gustaban. Y esa respuesta de "no gustan" casi que te la tienes que comer con patatas.

Las terrazas que tanto proliferan ahora, ¿dan vida o se comen el espacio público?

Tiene que haber un equilibrio. A mí las terrazas me parecen positivas, nos hemos acostumbrado a ellas hasta nevando o diluviando. Y que la calle tenga vida me parece importante. Pero no solo tiene que haber terrazas, sino también quizás pequeños parques para los vecinos, juegos de niños, un rincón de lectura o hasta un sitio de esos para jugar al ajedrez. No plantar toda la calle de mesas y sillas, pero sí una combinación y al centro los que le dan vida son la hostelería y el comercio.

¿Qué opina de las nuevas puertas de la Catedral?

Ahí entramos de nuevo en una cuestión de gusto. Es una iniciativa privada, que costará mucho o poco pero hay alguien que lo va a pagar. Se ha pensado en un artista de reconocidísimo prestigio, no puedo pensar que Antonio López lo vaya a hacer mal porque es una eminencia. Algún colegiado nos planteó que nos manifestásemos como Colegio y lo debatimos. Hicimos una asamblea online con una participación escasísima, de 320 participamos 10 o 12, incluyendo los votos delegados. Y concluimos que el Colegio no puede tener una posición como colectivo, más allá del respeto a la normativa. Por nuestra parte sería una osadía pronunciarnos como Colegio, así que le estoy hablando ahora a nivel personal, como Javier Achirica. A mí me parece que esas nuevas puertas se merecen una oportunidad, aunque los cambios siempre cuestan al principio, sobre todo los más polémicos. Creo que será positivo para la ciudad y que habrá gente que venga a ver las puertas de Antonio López.

Las actuales puertas tienen un valor equis, pero en las cubiertas de la catedral también se hicieron hace años unas sustituciones de madera por metálicas y a lo mejor si hoy lo planteas no te dejan porque te dicen que te cargas la estructura original. Una intervención respetuosa, meditada, consensuada y con alguien de prestigio tiene visos de ser positiva. Un compañero me recordó que el Colegio ya se manifestó hace 40 años cuando la remodelación de la Casa del Cordón y me decía que metimos la pata, porque nos negamos.

¿Es esta una ciudad conservadora desde el punto de vista arquitectónico? Tenemos ejemplos de atrevimiento como la Casa del Cordón que acaba de mencionar, el MEH o el CAB.

Sí, pero somos el país de la normativa y en la edificación es demasiada. Por ejemplo, en el centro histórico, los huecos tienen que ser de 1,20 por mucho que por el ritmo de fachada te venga otra medida mejor. Hasta ese punto. Y esa rigidez dificulta mucho. Yo entiendo que hay cosas que hay que conservar, pero otras tienen mucho menos valor y se pueden reproducir. También hemos hablado con el Ayuntamiento de las ayudas directas a comunidades para actuaciones directas en edificios del centro histórico, porque sin ellas es muy difícil rehabilitar. Las exigencias cada vez son mayores, su población está envejecida y muchos tienen pensiones mínimas.

Otro espacio público emblemático y pendiente de mejora es la calle Vitoria en Gamonal. El Ayuntamiento ha intentado abrirlo a la participación, y sin embargo este proceso se ha convertido en una especie de trampa para la propia administración.

Sí, porque ha habido muy poca. Son cosas que sorprenden, a lo mejor ha sido por culpa de la pandemia y las dificultades de la población de una determinada edad para participar en un proceso online. Pero es verdad que cuando se invita a la gente a participar y no lo hace dan ganas de decir: "Pues luego no te quejes". No solo en Gamonal, sino en general, nos hemos vuelto muy cómodos y nadie quiere molestarse salvo para protestar.

Se han cumplido 15 años del proyecto del bulevar del ferrocarril y la transformación de la ciudad vinculada a la salida de los trenes del centro. Recientemente los suizos pedían paciencia para comprobar los verdaderos resultados de un cambio urbano a tan gran escala, porque es algo que exige mucho tiempo. ¿Está de acuerdo con ellos?

Sí. Yo creo que el bulevar en sí funciona bien, aunque había una expectativa de construcción de viviendas en su entorno que falta por concretar y en algunos tramos se ha quedado como una carretera en medio de la nada, así que le falta cerrar ciudad. Pero también es cierto que el freno a la construcción coincidió con la crisis, era un cambio radical. Ahora, a los que a lo mejor echan pestes contra el bulevar habría que decirles: ¿Tú te acuerdas de la vía, de lo que era aquello, de pararte para que pasar el tren, de las desgracias que hubo con los accidentes, de los ruidos…? Eso se ha olvidado y los cambios a lo mejor hacen que no se reconozcan las virtudes. Estoy de acuerdo con el comentario de los suizos porque es un proyecto enorme, compromete a toda la ciudad, es un proceso largo y deberá ir ejecutándose poco a poco. Era imposible construir rápidamente el número de viviendas que contemplaba el Masterplan, porque igual eran una burrada.

La rehabilitación, y en concreto la de las fachadas, ha vivido un auténtico ‘boom’ en los últimos años y se espera que sea así gracias a las ayudas europeas que están por venir. ¿Teme que sea una burbuja?

Estaremos atentos a ver cómo se gestiona, pero a mí me parece positivo. Si se encauza bien ayudará mucho a prolongar la vida útil de los edificios. En España, hasta el año 79, no había ninguna norma energética. Luego estuvimos 27 años con la misma norma, y ahora el Código Técnico cada vez aprieta más las exigencias de aislamiento. Intervenir en mejorar la eficiencia energética está muy bien y ahora con los fondos europeos se habla de unas cantidades que ya me pierdo en miles de millones.

El año pasado sorprendió positivamente porque el ritmo de visados de viviendas se mantuvo bastante bien. ¿Cómo va esta primera mitad del año?

No tenemos aún los datos cerrados de este trimestre, pero en el arranque del año el ingreso por visado flojeó pero a partir de marzo volvió a subir. Paradójicamente, para el Colegio está muy bien que se construyan grandes promociones de viviendas porque nos proporciona ingresos pero para los colegiados no tanto porque eso solo da trabajo a uno o dos compañeros. La tendencia es que se mantengan las promociones, y a mi como presidente también me gusta que se sigan animando las unifamiliares o pequeñas promociones en el alfoz y en el resto de la provincia.

¿Cómo ve a los jóvenes arquitectos que se van incorporando? ¿Observa algún cambio en sus pretensiones o perspectivas profesionales, otra manera de ver la arquitectura?

Creo que sí, pero nos conocemos menos. Las nuevas tecnologías permiten que apenas nos veamos, creo que ahora solo conozco al 10% de los compañeros, pero son diferentes. Les ha tocado otra cosa. Antes era un proceso más directo al acabar de estudiar, ahora buscan por la vía de los concursos y el primer enfrentamiento con la vida profesional es complicado. Espero y deseo que esto también cambie desde la Escuela, porque creo que en nuestra formación nos faltaba el "ahora qué" una vez que terminábamos.