Los primeros (y de momento los únicos) de Salas

B.A. / salas de los infantes
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Leontii, María, Eugen y Larysa llegan huyendo de la invasión de Ucrania. Cogidos dela mano, dieron sus primeros pasos hacia la biblioteca para hablar con sus familias. El Ayuntamiento fletó un autobús para recoger a 20 personas pero volvió solo con 4

Salas de los Infantes recibió ayer a cuatro jóvenes ucranianos que tendrán en el viejo centro de salud, ahora destinado a acoger refugiados, su nuevo hogar. - Foto: F2Estudio

Sus ojos reflejan una mezcla de gratitud, terror y expectación. Atrás han dejado su casa, su familia, su vida, pero también la posibilidad de perderlo todo bajo el estallido de las bombas. Ahora están a salvo. Tras viajar en avión, primero de Varsovia a Barcelona y después de la capital catalana a Madrid, llegaron la madrugada de ayer hasta Salas de los Infantes en un autobús con representantes municipales que acudieron a recogerles al aeropuerto.  Ahora, el viejo centro de salud que con mimo han acondicionado en la ciudad milenaria para acoger a refugiados ucranianos es el nuevo hogar de Leontii, María, Eugen y Larysa, dos jóvenes parejas que se han agarrado a la posibilidad de salir de su país como lo hace a un salvavidas quien está a punto de ahogarse. 

Ayer, cogidos de la mano, dieron sus primeros pasos por Salas para acudir a la biblioteca y poder utilizar internet para comunicarse con su familia, decirles que habían llegado y que estaban bien. Sin duda, un momento muy emotivo. «Es de las primeras cosas que nos pidieron», comenta Constantino Ruiz, concejal que acudió a recogerles. «Y también nos preguntaban que a dónde íbamos, por eso durante el viaje les enseñamos fotos de Salas y donde estaba ubicado en el mapa», relata. Parte de ese miedo quedó disipado cuando atravesaron las puertas a las 4 de la mañana de la que es su nueva casa. «Se encontraron todo preparado y el frigorífico lleno. Les cambió la cara cuando lo vieron», asegura.

En su primera noche han podido descansar bien. «Llevábamos 24 horas despiertos y hemos dormido hasta las 10», explica Leontii, de 22 años, que ya ha aprendido a decir 'gracias' en castellano y se sirve, como los demás, del inglés y del traductor de Google para hacerse entender. A su lado, su novía María, de 21, se muestra más tímida. De pronto, mientras busca algo en el móvil, sus ojos se vuelven un poco más turbios, cuando lo gira y muestra la pantalla lo entendemos. En ella aparece Ivankiv, su pueblo, de 10.000 habitantes y al norte cerca de Kiev, completamente destrozado por las bombas. Allí vivían de su tienda de alimentación.

El escalofrío sigue cuando Larysa, de 40, enseña fotos del piso que compartía con Eugen, médico de 34 años, en Bucha, ciudad dormitorio de Kiev y de 37.000 habitantes. Hay cristales rotos por todas las partes y las ventanas han saltado por los aires. También es desoladora la imagen de la calle donde se encuentra su apartamento. Y a pesar de todo, guardan el móvil en el bolsillo y sacan su mejor sonrisa para afrontar con ella una nueva vida, desde cero y a miles de kilómetros de su casa.

«Están encantados. Su primera impresión es buena y ya nos han dicho que quieren aprender el idioma y conocer la zona», comenta el alcalde, Francisco Azúa, que asegura que pondrá todo los medios para que su integración sea lo más sencilla posible. «Vamos a estar siempre para ayudarles, y Salas es muy solidaria, así que los vecinos también lo harán», explica. Una muestra de ello es que ayer dos personas se encargaron de preparles la comida. «Pero ya nos han dicho que a partir de ahora lo harán ellos, y de la limpieza del centro también se encargarán.  Por nuestra parte procuraremos que se sientan como unos vecinos más».

Menos de los previstos. Lo cierto es que el Ayuntamiento de Salas había previsto un autobús de 36 plazas para recoger a 20 ucranianos en Madrid, como tenía asignado por la ONG Open Arms, y así era al cierre de la edición del periódico de ayer, donde aparece que llegarían una veintena. Pero ya de madrugada, y tras tiempo de espera en la terminal, finalmente les asignaron a estos 4 jóvenes ante su sorpresa, ya que habían dispuesto todo para acoger a 20 personas. El resto, al parecer, decidió irse por su cuenta a otros lugares de España donde tienen familia, amigos o conocidos. «No descartamos que en próximos días lleguen más. Ellos nos han hablado ya de amigos o de familiares que pueden venir, y nosotros, mientras haya espacio libre, encantados», asegura Azúa.