«Soy celoso de mi libertad y nadie influirá en mi escritura»

I.L.H.
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Escritor, traductor y profesor, Aramburu (San Sebastián, 1959) es autor de una decena de novelas, 5 libros de poesía y varios ensayos. Con 'Patria' cosechó un enorme éxito y ganó el premio de la Crítica, Nacional de Literatura y Francisco Umbr

El escritor Fernando Aramburu presentó ayer en Burgos su último libro, Los Vencejos. - Foto: Luis López Araico

Óscar Esquivias es la persona que más veces le ha acompañado en las presentaciones de Patria: tres. Lo avanzó Fernando Aramburu al acabar esta entrevista y preguntarle por el escritor burgalés. Apuntó eso y que Los vencejos (Tusquets) ya ha recibido una oferta para convertirse en película, aunque aún es pronto para saber si terminará por materializarse. El escritor vasco residente en Alemania estará en nuestro país hasta el día 25, cuando acaba su periplo de promoción de la nueva novela. El autor es consciente del interés que despierta tras el éxito de Patria y asume sus contratiempos, como tener que estar mucho tiempo fuera de casa desplazándose «con un gran maletón», como confesó desde el hotel donde nos atendió. Ayer tocaba encontrarse en Burgos con sus lectores -arropado por supuesto por Esquivias-, primero en el Instituto de la Lengua y después en el Teatro Principal, invitado por la Asociación de Libreros. Vino a presentar Los vencejos, la historia de un profesor de Filosofía que decide ponerle fecha final a su existencia, dentro de un año exactamente. Mientras llega ese día, va reflexionando y repasando su vida, buscando las razones que le han llevado a tomar esa decisión.

Le comentaba a su editor que lo de los libros, en algunos casos, se parece a la promoción de las películas. Y usted es como una estrella de cine, de gira y entrevistas continuas.
Los escritores siempre hemos hecho promoción. Lo que ocurre es que cuando uno, por suerte, frecuenta la lista de libros más vendidos, la demanda es mayor. Pero tampoco puedo ir a todas las ciudades del país. Hacemos un recorrido de dos semanas y después me volveré a encerrar a escribir otra vez. Es un trastorno porque tengo que estar fuera de casa, sin poder trabajar y desplazándome con un gran maletón de ciudad y ciudad. Pero lo que hago tiene sentido, así que no me lo planteo: hay que hacerlo y se hace.

El éxito y las críticas elogiosas por Patria, ¿le pesó de alguna manera al escribir Los vencejos?
No. Lo que me pasó con Patria es grato y lo agradezco. Por primera vez en mi vida he tenido muchos lectores y he sido traducido a más de 30 idiomas.Pero no puedo dejar que influya en mi trabajo de escritorio, primero porque soy un hombre sereno y segundo porque no tengo que repetir lo que ocurrió con Patria. No me he sentido presionado ni condicionado como escritor.

La historia aquí es otra y cómo se narra también. Supongo que es consciente de que no es una novela fácil y que probablemente no sea apta para todo tipo de lectores, como a lo mejor lo era Patria.
Eso no me preocupa. No soy un escritor camarero que lleva a las mesas lo que le piden. Hago en cada momento el libro que considero que debo hacer: me lo lean seis o mil. Soy muy celoso de mi libertad, entendida como algo práctico, es decir, decidir en cada momento las palabras y el tipo de libro que voy a escribir. Tengo la antigua ambición de crear una obra literaria, una obra en la que el arte de la palabra esté presente, aunque me lleve por caminos que no son estrictamente comerciales.

El protagonista no es un tipo entrañable, precisamente, pero quiere hacer algo épico, considerando así la decisión de acabar con su vida...
...Tiene cierta edad, se ve inmerso en un mundo, un país y una época que no son estimulantes para él. La vida le ha dado palos, viene quemado porque sus relaciones personales no han conducido a una convivencia armónica, ni con su familia, su ex mujer, su hijo o sus compañeros de trabajo. Y considera que ha vivido lo suficiente. No es una actitud que apetezca a los demás. Pero es una de las opciones de la ficción literaria, que nos puede llevar a zonas oscuras del ser humano. Y dudo yo que haya seres humanos que carezcan de zonas oscuras.

¿Las cuestiones éticas que puede plantearse una persona en esas circunstancias eran más importante que la trama?
Para mí sí. El hecho de estar en la vida y desarrollar una estrategia para convivir pacíficamente con los demás es muy importante. No quise que mi protagonista, que empieza en un momento muy delicado de su vida, incurriera en el nihilismo. Tiene fases de desánimo en las que mandaría todo a la porra porque está enfadado con la vida y la sociedad, pero quise que él, de principio a fin, para no negarle la posibilidad de la purificación, mantuviese unos principios morales. Esto quiere decir que va a trabajar aunque no le gusta, no tira sus libros a la basura sino que los reparte con la esperanza de que otros los lean, no es violento...  

¿Se ha planteado lo que haría usted si le quedara un año de vida?
Creo que es una pregunta que inevitablemente nos hacemos todos, y claro, quien lea mi novela, seguro. Yo no lo tengo claro (...).

(Entrevista completa, en la edición impresa de Diario de Burgos de este viernes o aquí)