El Premio Jardiel Poncela llega "al auxilio" de María Velasco

I.L.H.
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El texto de la dramaturga burgalesa, que habla de la violencia sobre la infancia en los años 90, ya ha sido solicitado por un teatro público para su producción

María Velasco posa con el premio Jardiel Poncela, el tercer galardón que gana este año. - Foto: Cristina García Zarza

María Velasco lleva un año de vértigo. Primero fue el premio internacional del Festival Stückemarkt de Heidelberger (Alemania) por Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra. Luego llegó el MAX a la Mejor Autoría Teatral por este mismo montaje, imponiéndose a Juan Diego Botto y Una noche sin luna. Su libro Parte de lesiones, donde reúne cinco ficciones teatrales estrenadas entre 2014 y 2021, está entre los recomendados del año. Y ahora acaba de ganar el XXXI Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela por Primera sangre, una obra que será editada por la entidad y formará parte del ciclo de Lecturas Dramatizadas de la SGAE en 2023. «La pandemia fue provechosa a nivel de escritura porque pude concentrarme en esa tarea y este año está siendo de recoger», señalaba la dramaturga burgalesa, para quien ambos premios ratifican su obra. «El MAX es un premio que te da un jurado, y en este caso es bajo plica, por lo que no saben quién está detrás del texto».

La creadora burgalesa recogió el miércoles el galardón «profundamente emocionada» porque «venía de la gira de Talaré, que es complicada y compleja por las condiciones fiscales adversas que tenemos los artistas en este país. Era el momento casi de volver a cuestionarse por trigésima vez la profesión y la vocación y este premio ha llegado al auxilio».

Y encima llega con un pan debajo del brazo porque Velasco confirma que, al margen de la lectura dramatizada y la publicación del texto que conlleva el premio, hay un teatro público que ha solicitado la obra para su producción.

Vínculo local. Según el jurado, Primera sangre es «una obra muy personal, donde se conjuga lo realista con lo onírico». Con elementos prestados del thriller policíaco y del género negro, la obra indaga  -al hilo del recuerdo del secuestro de una niña de seis años- en nuestra relación con el miedo y en cómo este se construye en sociedad a través, por ejemplo, de los medios de comunicación.

Y la autora matiza que el texto surge «a raíz de repensar los crímenes contra menores que hubo en los años 90, algunos muy próximos», añade al recordar a Laura Domingo en Burgos, pero también a las niñas de Alcàsser o las que desaparecieron en Alguilar de Campoo.

«Lo escribí desde la convicción de que en aquella época, cuando yo era una niña, no hubo un duelo o una ceremonia que permitiera una cierta resiliencia, sino que el abordamiento de estos casos a nivel familiar pero también desde los colegios no iba más allá de un tratamiento que estaba en la telebasura y los medios amarillistas. Por eso necesitaba, de alguna manera, volver a exhumar la memoria de algunos de estos casos -del que más me tocó por proximidad geográfica- para ver cómo esos abusos a la infancia y los asesinatos a menores habían condicionado muchas de mis elecciones o decisiones vitales: mi relación con el miedo, la peligrosidad, y cómo la ausencia de esas menores estaba presente en las decisiones que tomaba como mujer en mi vida». 

A pesar de trabajar alejada de los circuitos comerciales, la trayectoria de María Velasco no deja de ser reconocida por el público y, este año también por medio de los premios: «El Jardiel Poncela demuestra que los jurados, y estos al final son una representación en miniatura del público, empiezan a ser sensibles a otros temas, otras temáticas y tal vez a otras formas de componer teatro».