Alertan ante la grave contaminación de acuíferos

G. ARCE
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Un estudio de Datadista y Greenpeace cifra en 4.234 kilómetros cuadrados de aguas subterráneas degradadas en Burgos por el exceso de fertilización agraria, una superficie equivalente a 24 'Mares Menores' y abocada al mismo final

Estado de las aguas subterráneas.

Algunos expertos no dudan en compararlo como un Mar Menor subterráneo, invisible y contaminado, pero con una superficie 24 veces mayor al de la albufera murciana. Se extiende por el oeste de la provincia, entre las comarcas de Villadiego y Castrojeriz, y también por el sur, en la Ribera del Duero, sin olvidar los aluviales de Miranda de Ebro y del río Tirón (La Bureba). Son 4.234 km2 y 290 hm3 al año de agua en mal estado químico, afectada, principalmente, por el exceso de fertilización agraria, con consecuencias en la naturaleza y en el hombre.

Así lo advierte la reciente investigación SOS Acuíferos, realizada por la empresa Datadista junto a Greenpeace y basada en los planes de 2022-2027 de las confederaciones hidrográficas, entre ellas, las del Duero, Ebro y Cantábrico Oriental.

Este estudio, que alerta sobre el mal estado del 44% de las masas de agua bajo el suelo en España por sobreexplotación y contaminación o ambos males a la vez, confirma la advertencia reiterada en los últimos años por los ingenieros agrónomos de la región, las organizaciones ecologistas e incluso desde las propias consejerías de Agricultura y Medio Ambiente: el incumplimiento generalizado en Castilla y León de la Directiva Europea de Nitratos, vigente desde hace 30 años (1991) y transpuesta al ordenamiento jurídico nacional desde 1996.

La Junta reconoce el «fracaso rotundo» a la hora de evitar esta contaminación y de hacer cumplir con la legislación al sector agrícola. Así lo reconocían ya los técnicos del Servicio de Prevención Ambiental y Cambio Climático en unas ponencias celebradas en 2020 en el Colegio Regional de Ingenieros Agrónomos y cuyos contenidos son públicos en la web colegial. 

En la región y en Burgos, en concreto, se fertiliza de una forma errónea y generalizada, aseguran, incluso duplicando las cantidades de nitrógeno que realmente necesitan los cultivos. Es un riesgo evidente para el medio ambiente y también para las personas, pues el exceso de nitratos no solo contamina el subsuelo sino las aguas potables de consumo humano.

Dos años después de aquel aviso desde la Junta, SOS Acuíferos denuncia que la contaminación en la provincia se origina por el exceso de nutrientes, sobre todo nitratos de abonos y excrementos de animales, «llegando a superar encima del límite legal (50 miligramos/litro) o cerca del límite y con evolución ascendente».

Los expertos de la Junta sostienen que el problema no está tanto en la ganadería intensiva, que puede generar una alta carga de estiércol y purines, pero en zonas muy localizadas, sino el uso inadecuado de la fertilización nitrogenada en grandes extensiones, algo generalizado en el campo burgalés. Los vertidos de aguas residuales son contados y, recalcan, no originan esta contaminación.

«Hay que frenar lo que no estamos haciendo bien», alertan los técnicos, fertilizando con las dosis adecuadas y cumpliendo los límites de aportación de nitrógeno por hectárea (170 kilogramos en el caso de aporte de estiércoles). Las consecuencias de los excesos afectan a la salud humana, al medio ambiente y a los ecosistemas acuáticos de buena parte de la provincia. 

La ingesta de aguas con nitratos, por ejemplo, está relacionada con una enfermedad denominada metahemoglobinemia, que afecta a los lactantes. Y la enfermedad del 'niño azul' es uno de los numerosos males contrastados por este consumo. Hay una relación directa entre los nitratos y el arsénico, la oxidación de los primeros en las aguas subterráneas activa el segundo, un veneno que ha llegado a los manantiales de los que se abastecen muchos pueblos. Cornudilla, en La Bureba, es un caso reciente. 

Desde el punto de vista ambiental, lo ocurrido en las sucesivas crisis sufridas por el Mar Menor da una visión de las consecuencias, lo mismo que está ocurriendo en los arroyos y ríos de una buena parte de la provincia que nacen de los acuíferos. Acusan un crecimiento desordenado del nitrógeno y el fósforo, lo que provoca la proliferación de algas, la oscuridad de las aguas y la muerte de plantas y peces con su consiguiente putrefacción, episodios ocurridos en la albufera murciana y que han desatado todas las alertas, también en Europa.

«Con nuestra agricultura estamos dando de comer a todos esos elementos que matan el agua. El problema solo se resuelve gestionando el abono que aportamos a los cultivos», explican los expertos. Por lo general, denuncian, en Burgos no se respetan límites y todavía no hay una normativa que vigile la nutrición sostenible de los suelos y que determine los controles que se realizarán para hacer una fertilización más coherente.

Otras aguas. El estudio recientemente presentado confirma que el estado de toda la provincia no es crítico, sino todo lo contrario: preserva una calidad difícil de alcanzar en tiempos de sobreexplotación de todos los espacios naturales. Salvo los acuíferos que sitúa en las comarcas de Villadiego, Castrojeriz, Aranda de Duero, Miranda de Ebro y en el río Tirón, el resto (otra veintena) presentan un buen estado general, tanto en calidad como en cantidad de las aguas almacenadas. Incluso el que se sitúa bajo la capital y sus polígonos pasa el examen.

Las aguas subterráneas de la provincia no sufren daños cuantitativos, pues no registran la sobreexplotación que sí existe en zonas del sur de España. Por ejemplo, en la Ribera del Duero, el índice de explotación de su subsuelo es del 0,06; en Villadiego o Castrojeriz no llega al 0,03; en El Júcar se alcanza el 170%.

No ocurre lo mismo en otro apartado. En la región se contabilizan 18 masas de agua (28,12%) en mal estado químico en la cuenca del Duero, entre ellas las mencionadas de Burgos. De todas estas, hay 11 masas que ya han pedido prórroga por mal estado más allá de 2027.