La provincia pierde en una década un 35% de cabezas de ovino

R.P.B.
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José Luis Arribas, que tiene una explotación con 700 en Cilleruelo de Abajo, explica la precaria situación de un sector en riesgo de supervivencia

José Luis Arribas, con uno de sus lechazos. - Foto: Luis López Araico

José Luis Arribas se crio entre ovejas: su abuelo tuvo rebaño; su padre, también. Él ha seguido la tradición familiar y tiene hoy unas 700 cabezas de churras. Ha conocido muchos rebaños de ovejas en su entorno más inmediato.Hoy apenas quedan las que tiene en su pueblo, Cilleruelo de Abajo.Asegura que porque lo ha mamado, porque le gusta. De lo contrario, hubiera quitado todo su ganado desde hace tiempo, algo que han hecho en los últimos años muchos propietarios de cabañas ovinas.No en vano, según datos de los sindicatos agrarios de la provincia, el número de cabezas de oveja en Burgos se ha visto reducida en un 35 por ciento en la última década. Y, respecto del número de explotaciones, la reducción ha sido del 30 por ciento: si en 2010 había 1.062, en 2022 sólo quedaban 738.

Arribas es tajante en el diagnóstico: «Los ganaderos de ovino estamos en peligro de extinción». Son muchos los factores que explican esa paulatina reducción en las explotaciones y en las cabezas, que no tiene tanto que ver con que, por ejemplo, lo que a él le cuesta criar un lechazo sea la mitad de dinero de lo que ese mismo lechazo le cuesta el consumidor. Lleva mucho tiempo echando las cuentas. Unas cuentas que no le salen a cuenta -nunca mejor dicho- de un tiempo a estar parte. Explica José Luis que la ganadería de ovino nada tiene que ver con otras, llámense porcino o vacuno. «Están más industrializadas. Está todo más controlado. El ganado ovino es más anárquico: un domingo te pueden parir cincuenta ovejas y el lunes ninguna. No puedes programarte.Y es muy complicado».

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