La alubia roja de Ibeas ha conseguido esquivar el duro golpe que ha supuesto la sequía para el campo burgalés y este año de nuevo rondará los 4.000 kilos. Supone una cantidad ligeramente inferior a la del año previo, pero que hace que los productores se sientan realmente «satisfechos» viendo cómo han funcionado otros cultivos y teniendo en cuenta además que la calidad resulta «excelente».

No se han producido grandes pérdidas al poder regar, pero en cualquier caso eso se ha incrementado en gran medida. «Hemos tenido que dar más riegos para solventar el problema, si antes lo hacíamos cada dos semanas ahora cada cuatro días», comenta Alejandro Fuentes, presidente de la Asociación para la Promoción de la Alubia Roja de Ibeas. A mediados de mayo se empezó a sembrar, pero no nacían por falta de humedad. Las temperaturas tan altas causaron que muriera la primera floración, pero el otoño les ha favorecido y ha ayudado a la recolección.

Por otro lado, las temperaturas de este año también han generado que no hayan tenido plagas. «No sabíamos cómo iba a afectar a este cultivo la sequía, pero en realidad como hemos podido regar no nos ha perjudicado tanto», manifiesta Marta Santamaría, vicepresidenta de la Asociación. Y eso ha permitido obtener el cien por cien de lo que había y «han quedado vacías las plantas, todas las que hemos recogido son buenas». En otras ocasiones, si llueve y coge humedad, sí se tiene que descartar más. «Si hay exceso de agua tenemos más problemas de fitosanitarios y se debe tratar más», confirma Fuentes.

Los costes se han incrementado en gran medida y eso afectará directamente al precio final que pagará el consumidor. Durante más de cinco años se había mantenido el precio, a 15 euros el saco de kilo, pero este año no quedará más remedio que subirlo. Además del gasto por regar más se suman otras cuestiones como por ejemplo el textil, «que se ha disparado», y que resulta básico para vender este producto en sus característicos sacos.

Relevo generacional. Toda la producción de alubia roja de Ibeas se vende, pero se alerta de las dificultades para encontrar relevo generacional. Actualmente son siete productores que trabajan en tres hectáreas, aunque asumen que se trata de un «trabajo familiar» y supone un «complemento» del empleo de cada uno. «El problema es que no hay relevo y lo importante es que no desaparezca», explican.