El chuletón espera a un buen cortador

I.P. / Pradoluengo
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El conocido ganadero Gregorio Alarcia traspasa gratis su carnicería de Pradoluengo y el camión frigorífico, y ofrece 2 meses de alquiler de piso. Quien quiera el negocio debe vivir en la villa y vender su carne de 'kilómetro 0'

Goyo Alarcia tras el mostrador de la tienda que lleva cerrada desde hace un par de meses, aunque aún cuelgan algunas sartas de embutido. - Foto: Valdivielso

El mercado de la villa textil, edificio emblemático por su singular arquitectura, espera nuevo inquilino, pero de momento la persiana de la carnicería Alarcia Monja sigue bajada. Lleva así un par de meses, desde que su titular, el ganadero de Fresneda de la Sierra, Gregorio Alarcia, Goyo para todos los vecinos de la comarca, dijo 'hasta aquí hemos llegado'. Su actividad en la explotación ganadera de vacuno extensivo le ocupa prácticamente todo el tiempo impidiéndole estar pendiente de gestionar la carnicería; esa circunstancia unido al descontento cada vez mayor con los empleados que tenía en el comercio por su falta de profesionalidad, incide, le ha obligado a tomar la decisión de dejar este negocio y dar la posibilidad a alguien de hacerse cargo del mismo.

Lo que llama la atención en esta historia no es que traspase la carnicería. En decenas de negocios hay carteles en ese sentido. Lo curiosos en este caso son las 'condiciones' que pone este peculiar ganadero, muy conocido en la Sierra de la Demanda por ser el organizador de la popular 'Bajada de las vacas' que se celebra en Fresneda de la Sierra. Nadie podrá argumentar eso de vaya precio, así no hay quien coja el negocio o qué se ha creído este... frases habituales cuando se están tratando asuntos de ventas, traspasos o arrendamientos. Todo lo contrario, en este caso el traspaso de la carnicería es gratuito, pero además su titular presta gratis también el camión frigorífico al que se decida y tampoco le cobraría nada los dos primeros meses de alquiler del piso -en el que han estado viviendo algunos de los anteriores empleados- y tras esos primeros meses, el precio sería el mismo que venía cobrando a estos, «razonable», puntualiza el ganadero al que lo que menos le importa es el dinero, sino que la carnicería esté abierta y preste un servicio a los pradoluenguinos y visitantes.

Igualmente, Goyo pondría en contacto al nuevo carnicero con  clientes de confianza, con los que este ha trabajado siempre. A pesar de esas condiciones, a pesar de la alta tasa de paro y de todas las dificultades para conseguir un trabajo, recuerda el ganadero, a día de hoy pocas han sido las llamadas que ha recibido interesándose por el puesto en el mercado. Los pocos que lo han hecho han sido extranjeros y sin ninguna experiencia en este tipo de actividad, requisito que considera imprescindible porque «ser un buen carnicero es complicado, Yo creo que este debería ser primero ganadero para conocer la razas, la alimentación... y hasta cocinero para poder asesorar y dar buenos cortes a la carne», dice. Es más, en su opinión debería haber una titulación «como para electricista, por ejemplo», abunda.

Con la carnicería cerraba el ciclo, que es lo que siempre he querido: tener y alimentar mis vacas, engordar mis terneros y vender mi carne"

La de Pradoluengo no es la única carnicería de Alarcia Monje, también tiene otra en la capital burgalesa, negocio que para él es un complemento a su actividad ganadera, porque ya cuando decidió en el año 1999 incorporarse a la explotación ganadera familiar -después de estudiar trabajó en una fábrica en Burgos- tenía claro que quería hacer el ciclo completo: tener sus vacas, engordar sus terneros y vender su carne, además de segar la hierba y dársela a comer a su ganado. Esa era su filosofía y por ese motivo la familia abrió los dos mercados para comercializar la carne fresca y con su 'estudio de mercado' bien reflexionado, «porque en Pradoluengo se funciona muy bien en verano al haber mucha gente en la villa, y por el contrario la de la capital tiene más clientela el resto del año», explica. La de Burgos ya la traspasó hace un tiempo, aunque en ella se siguen vendiendo sus productos. 

Alarcia tiene otra instalación, una pequeña fábrica en la villa textil en la que elabora embutidos de carne de vacuno. Para este emprendedor es la forma de concebir su explotación y no solo por rentabilizarla sino por apoyar la creación de empleo en el medio rural. Y eso es lo que ha hecho todos estos años, hasta llegar a la situación actual en la que entiende que no puede estar pendiente de todo, y ha puesto punto y final a esta aventura. 

No pierde la esperanza de encontrar alguien interesado, aunque cree que el mayor inconveniente es «que el negocio está en un pueblo», porque otro de los requisitos es que quien se quede con el puesto viva en la localidad, además de que la carne sea la producida en su explotación de extensivo. 

Porque de lo que sí está convencido Alarcia es del potencial de Pradoluengo y la comarca y de que una familia puede vivir con la carnicería. «Si el otro carnicero instalado en el mercado funciona y da de comer a una familia, quien se quede con la nuestra también podrá y con la ventaja añadida de que es un producto de aquí, de kilómetro 0 y distinto, no digo que mejor, pero sí diferente y eso es una ventaja añadida además de poder ser más competitivos en precio al no tener intermediarios porque los animales están aquí», explica, recordando que también cría wagyus.