Cada día un titular

Pilar Cernuda
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A pesar de la situación precaria en la que se encuentra el Gobierno, el jefe del Gabinete del presidente, Iván Redondo, logra parar los golpes con una eficaz estrategia de comunicación

Pedro Sánchez, junto al ministro de Sanidad, Salvador Illa, en los pasillos del Congreso de los Diputados el pasado miércoles.

La bronca por el acuerdo al que llegó el Gobierno con Bildu no se prolongó más de 48 horas. Pasó a segundo plano por el cese del jefe de la Guardia Civil en Madrid, que a su vez dejó paso al nombramiento de un general con fuertes connotaciones políticas, de lo que no se habló gracias al decreto de equiparación de salarios de los Cuerpos de Seguridad del Estado, polémica que pasó rápidamente de la primera línea gracias a la intervención insidiosa y bronca de Pablo Iglesias en la comisión parlamentaria de reconstrucción. 

El Ejecutivo se encuentra en una situación precaria, con su desprestigio el máximo nivel, la UE admitiendo su desconfianza hacia el futuro económico que diseña Sánchez, y grandes multinacionales a punto de abandonar España (Nissan, Alcoa...).

Ante una situación que pone en peligro el objetivo del líder socialista de completar la legislatura y sobre todo para acallar la crítica unánime que provocan algunas de sus decisiones, se ha puesto en marcha la maquinaria monclovita, con una estrategia que es bien conocida por los profesionales de la cosa: encontrar un buen titular que oculte al anterior. Un escándalo para tapar otro.

El todopoderoso jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo, lleva esa estrategia con el periodista Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación.

Para crear un clima de confianza hacia el Gobierno han contado con la ayuda inestimable de José Félix Tezanos, que desde el CIS ha manejado los sondeos transmitiendo la seguridad de que el Ejecutivo cuenta con el respaldo mayoritario de los ciudadanos, que responden a preguntas perfectamente inducidas. 

Al mismo tiempo que se desarrollaba la estrategia de potenciar al Gabinete central, se ponía en marcha una campaña de desprestigio del PP, con una figura contra la que han disparado con todas las armas, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La han presentado como una dirigente que no tiene idea de gestión y que, además, trampea con las cifras, tratando de ridiculizarla de una forma tan burda que ha rozado incluso el machismo. También han intentado desde La Moncloa infravalorar el trabajo de Juanma Moreno, pero ahí han encontrado más dificultades, porque el presidente andaluz ha tomado decisiones bien acogidas y mantiene una sólida relación de lealtad con su vicepresidente de Cs, Juan Marín, al contrario de lo que ocurre en Madrid con Ayuso y Aguado.

Génova todavía no ha encontrado la manera de plantar cara de forma eficaz a la andanada perfectamente diseñada y estudiada que ha preparado La Moncloa para debilitar al partido. Su presidente tomó una buena decisión hace unas semanas designando una especie de Gobierno en la sombra con destacados miembros del PP, la mayoría de ellos exministros. Sin embargo, cuando más importaba que aparecieran los componentes de ese equipo aportando su criterio en asuntos que inquietan tanto como la economía y el empleo, apenas se ha utilizado a Elvira Rodríguez, Fátima Báñez, Pizarro o Tejerina. Se queja el partido de que hay medios que apenas recogen sus iniciativas, pero cualquier experto en comunicación, y el bloque conservador debería tenerlos, sabe cómo conseguir que los medios se ocupen de recoger declaraciones de sus dirigentes. Para su desgracia saben hacerlo muy bien Iván Redondo y Pablo Iglesias. 

 

Cayetana desespera

Y sabe hacerlo Cayetana Álvarez de Toledo, ante la desesperación de sus detractores en el PP, que son muchos, precisamente porque sabe cómo provocar polémica, gran polémica, y a menudo incómoda polémica, cada vez que toma la palabra en el Congreso. Esta semana, cuando acusó al padre de Pablo Iglesias de ser un terrorista porque había pertenecido al FRAP, no solo protagonizó un titular poco conveniente sino que provocó también que la intervención de Pablo Casado, centrada en el acuerdo del Gobierno con EH Bildu, ni se mencionara.

Error que contrasta con la inteligencia con que se maniobra en Moncloa para potenciar lo que interesa y ocultar lo que no conviene. Por ejemplo, el acuerdo con Bildu para derogar por completo la reforma laboral, que ha provocado indignación generalizada en miembros destacados del PSOE, con Emiliano García Page y Javier Lambán a la cabeza, pues hicieron pública su disconformidad desde las Presidencias de Castilla-La Mancha y Aragón. Reacción: anuncio inmediato de que no sería derogación sino reforma -a pesar del documento firmado- y, a continuación, destacar que el Gabinete seguía su línea habitual de dar prioridad al PNV.

Desde Sabin Etxea confiesan que el acuerdo con los abertzales les parece una traición, pero alguien muy próximo a Ortuzar señala: «Ahora andan difundiendo entre varios comentaristas que preparan un Ejecutivo PSE-EE, Podemos y Bildu. Se creen que nos vamos a tragar esa historia. Lo primero, no les salen las cuentas. Segundo, te apuesto lo que quieras que en Euskadi va a mantenerse un acuerdo de Gobierno entre el PNV y PSE-EE. Lo que quiere Iván Redondo, Idoia Mendia o quien sea, es que nos entre miedo por un posible acuerdo con Bildu y, a la hora de pactar con el PSE-EE, porque acabaremos pactando con él, les ofrezcamos de todo con tal de que no pacten con Otegi. Que les demos hasta media docena de consejerías».

Al menos los nacionalistas vascos no van a ser víctimas de la estrategia monclovita. Pero lo está siendo el Partido Popular, al que el Gobierno presenta como identificado cada vez más con Vox. Ese negociado lo lleva directamente Pablo Iglesias, insistente en hacer paralelismo entre estos partidos, y al que se le ve inquieto porque sus tensiones con Nadia Calviño son crecientes, y sabe perfectamente que desde la Unión Europea se traslada a Madrid la desconfianza que genera la presencia de Podemos en el Gobierno central. También sabe que sin la ayuda de Bruselas el futuro económico español es inviable. Teme que Sánchez, por una cuestión de supervivencia, promueva un gran pacto con los populares y Ciudadanos. 

Lo que le tranquiliza es que ese pacto con Génova pasaría porque la Presidencia no estuviera en manos de Pedro Sánchez, aunque sí de una persona del PSOE o afín al PSOE, y eso no lo aceptaría Sánchez. Pero en cualquier caso, por si hubiera socialistas tentados por esa fórmula, Redondo e Iglesias van contra el PP a degüello con la estrategia que les parece más eficaz: convertirlo en partido gemelo de Vox.