Los 13.000 pavos de Quintanilla de Riofresno, al mercado

I.P.
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Hace tres semanas salieron hacia el matadero 6.500 hembras, con un peso de 9 kilos. Los machos aún tienen que engordar hasta los 15 o 16 kilos, por lo que permanecerán otros 7 días más en la nave

Los 13.000 pavos de Quintanilla de Riofresno, al mercado - Foto: Jesús J. Matías

Con los primeros días de julio entraban en la nave de Quintanilla de Riofresno casi 13.000 pavos, mitad hembras, mitad machos. Su única misión era comer y engordar. Y eso han estado haciendo estos meses bajo la atenta mirada de Alfredo Núñez, el promotor de esta explotación ganadera que le ha costado sudor y lágrimas poner en marcha por las dificultades administrativas con las que se topó durante casi tres años. Pero una vez entraron los pavos en la granja, Alfredo se olvidó de los sinsabores y se centró en los animales; asegura estar emocionado, disfrutar de ellos, entusiasmarse con este ‘gallinero’ que ahora mismo acoge a 5.620 machos, a los que aún les quedan una semanas para que cojan el peso requerido y salir destino al matadero que la integradora Agrícola Navarra tiene en Ávila. Es la empresa con la que Núñez trabaja, la propietaria de los pavos que en Quintanilla de Riofresno se engordan.

Los pavos machos pesan ahora unos 14 kilos y en estos siete días alcanzarán entre 15 y 16 kilos, con los que podrán ir directos al matadero para su despiece y venta. Alfredo explica que los machos hacen mejor la conversión pienso/carne, y por eso se les alimenta más, mientras que las hembras no, llega un momento que con unos 9 kilos, comen y comen pero no suman más kilos, y no resulta rentable mantenerlas más tiempo en la nave, por lo que hace un par de semanas que ya salieron hacia el matadero.

Ahora, a los machos, solos en su territorio, se les ve adultos, esbeltos en la granja y levantando ese delgado cuello como imponiendo su ley. Cuando se abre la puerta de la instalación, los más cercanos se acercan mansos como para saludar; detrás y hasta el infinito -la nave mide 97 metros de larga por 18 de ancha-, cientos y cientos de pavos conforman un espectáculo impresionante; el polvillo que levantan con el serrín del suelo, su propio calor y el batir de las alas, casi no deja ver a los más alejados que se pierden en una neblina de polvo en suspensión. Impresiona ver tantas cabezas altas, pero Alfredo explica que casi impresiona más verlos dormidos, porque meten la cabeza bajo las alas y solo se divisa un manto blanco, como la nieve.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)