"Solo te juegas el pellejo la primera vez"

HÉCTOR JIMÉNEZ
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Carlos Chamorro es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia.

Parte de su vastísimo conocimiento sobre explosivos y uniformes se ha convertido en un pequeño museo en las dependencias de la Comandancia de la avenida de Cantabria. - Foto: Luis López Araico

El despacho de Carlos Chamorro en la Comandancia de la Guardia Civil de la avenida de Cantabria es una verdadera enciclopedia de los explosivos. La documentación que allí se alberga, tanto en formato físico como en digital, difícilmente tendrá parangón en España o en el mundo. Quizás estemos exagerando y él lo negará públicamente, pero el brigada Chamorro ha sido, es y será un lujo para los Tedax de la Benemérita burgalesa.

A punto de pasar a la reserva, pues está al borde de cumplir los 60 años, se considera perfectamente entero y activo. Continuará trabajando, aunque ya no será en la misma unidad, y tendrá que hacer mudanza de la multitud de fotografías, diplomas, banderas, placas y objetos casi de coleccionista (personales y profesionales) que adornan su oficina.

Chamorro es de aspecto serio y retranca castellana. Como tantos profesionales de la seguridad, vale más por lo que calla que por lo que cuenta, al menos ante el micrófono. Y se disculpa en muchos momentos de la conversación porque su deber profesional le impide dar detalles sobre los cientos de operaciones especiales, investigaciones y desactivaciones casi de película que ha protagonizado o en las que ha participado a lo largo de su vida.

Sí puede contar que nació en 1962 en Alcantarilla (Murcia). Su padre es leonés de Cabañeros y su madre vallisoletana de Puenteduero, y la residencia de ambos dependían de los destinos que les asignaba el ejército, pues él era militar. Ya había tradición castrense en la familia, puesto que su abuelo había sido Guardia de Asalto durante la República, fue herido y le dieron una gasolinera en concesión en Valladolid.

Allí, en la capital pucelana, se trasladó en 1968. "Hice la comunión y estudié en los Maristas", recuerda Chamorro de aquella época, que acabó de forma un tanto traumática cuando con 14 años llegó un nuevo traslado de residencia, esta vez a Manises. El cambio separó de sus amigos a un chaval a las puertas de la adolescencia y aquello no le resultó para nada agradable: "Digamos que los aires de Valencia no me sentaron bien", confiesa con estoicismo. Se adaptó como pudo, entre otras cosas trasladando su afición al rugby que ya había practicado en el Salvador vallisoletano al Olímpico valenciano, pero no era lo mismo. En cuanto pudo se volvió a Valladolid, esta vez ya sin la compañía de la familia.

En los años 80 la selección de personal de los Tedax la hacía ETA"

 

A orillas del Pisuerga acabó el bachillerato e ingresó en el ejército del Aire, en la base de Villanubla, con la figura del "educando de banda" en marzo de 1979. Ejerció como escolta del jefe del sector aéreo, un puesto en el que "oías cosas que no oías", en expresión del propio Chamorro aludiendo a la obligada discreción que debían y deben mantener los que rodeaban al mando, y precisamente en un tiempo en el que no paraba de hablarse del famoso "ruido de sables", el miedo a un golpe de Estado por parte de los militares contra la incipiente democracia española que acabaría cuajando en el esperpento de Tejero.

Cuatro años se pasó entre aviones, "pero allí no había futuro" y opositó a la Guardia Civil, su verdadera vocación. Primero en Úbeda y luego en Baeza, se formó en la Academia de Guardias y en cuanto pudo elegir destino trató de irse cerca de casa: consiguió que fuera en El Espinar, Segovia. Por aquel entonces ya pesaba mucho el hecho de que su actual esposa, entonces novia, fuera una muchachita de Valladolid a la que conoció cuando él tenía 17 años y ella 16.

Terriblemente inquieto, aprobó nada menos que otras tres oposiciones de forma casi simultánea: para Tráfico, para la entonces llamada sección Todoterreno y para los Tedax, los expertos en explosivos. Y se quedó con esta última pese a la peligrosidad que siempre conlleva y que en esa época era todavía más evidente. "La selección de personal la hacía ETA", suelta Chamorro y se queda tan ancho. Tristemente, en parte era así. Pero además en la España de los 80 había otros grupos terroristas.

Por ejemplo, Terra Lliure, los independentistas catalanes "que en 1985 estaban a tope". Él los conoció de cerca en su primer destino como Tedax, cuyo bautismo de fuego tuvo lugar en Gerona durante una campaña especial de verano. "Tuvimos ciento y pico incidencias, entre preventivas y falsas alarmas, incluyendo también dos artefactos reales".

Los traslados eran una constante en su vida en esos primeros años de carrera en la Guardia Civil y rápidamente llegó otro que le obligó a cruzar el país justo hasta el otro extremo: Canarias. En Tenerife, en el aeropuerto Reina Sofía, estuvo un año y le tocó lidiar con el Frepic Awañak, movimiento independentista insular que había empleado métodos violentos como paquetes bomba. Tras esos dos 'entrenamientos' en Cataluña y Canarias, llegó el plato fuerte de la peligrosidad: el País Vasco de los años de plomo.

No soy de ningún lado aunque me siento burgalés. Si hay trabajo, el resto lo tenemos todo"

Era obligatorio que todos los guardias civiles pasaran por Euskadi antes de sus tres primeros años y él también cumplió, destinado en San Sebastián. Entonces no le acompañó su mujer, "que se quedó en Valladolid con sus padres para evitar una doble preocupación: la de mi seguridad y la de mi familia". Al recordar su época donostiarra Chamorro cuenta que es "el mejor destino que he tenido, con una gente muy maja, como en todos lados. En general la gente es buena aunque hay unos pocos malos por ideas prostituidas".

La gente sería majísima, pero su trabajo no era ni mucho menos agradable. El brigada no puede ofrecer detalles, pero tuvo que intervenir en el atentado contra la casa cuartel de Llodio, en Arrasate-Mondragón, la Michelin de Lasarte o las detenciones del comando Araba o el comando Eibar. Y no solo entraba en acción cuando ya se había producido un atentado o llegaba un aviso de bomba, porque la unidad Tedax se dedica además de retirar, estudiar y peritar explosivos a la prevención y asesoramiento en la aplicación de seguridad contra las bombas. Eso sin contar las tareas en materia Nuclear, Radiológica, Biológica y Química que sumaron las siglas NRBQ a sus funciones en el año 2002.

Los años de plomo. Pero volvamos a finales de los 80, porque es entonces, tras el paso por San Sebastián, cuando Carlos Chamorro llega por primera vez a Burgos con el objetivo de acercarse a su familia vallisoletana. Aquí se ha quedado desde entonces, y eso que la burgalesa tampoco ha sido una plaza cómoda porque fue también azote directo del terrorismo durante varias décadas. "Después del País Vasco y de Madrid o Cataluña, es de los lugares de España donde más atentados ha habido".

¿Y cómo vive eso un experto en explosivos, siempre sometido a la incertidumbre de que periódicamente le toque enfrentarse a un peligro inminente para su vida? ¿Existe el miedo? "Claro. Pasas miedo muchas veces. Lo importante es vencerlo", reflexiona este hombre de sangre fría. "Para eso se entrena un Tedax o un soldado, para enfrentarse a ese tipo de situaciones. Porque además solo te juegas el pellejo la primera vez, las demás son de regalo", bromea al explicar que ese bautismo de fuego, esa intervención inicial con una bomba, marca para siempre y permite superar la barrera de la parálisis ante el peligro.

Cuenta Chamorro que "la valentía y la cobardía no son excluyentes. Ante una misma situación, una misma persona puede tomar decisiones distintas en diversos momentos de la vida". Y añade que, respecto a cómo vive todo esto la familia cuando teme que su hijo, su marido o su padre se las estén jugando, "sufren menos porque no saben nada en el momento crítico y después les llamamos al final, cuando lo peor ha pasado, para decirles que todo está bien y que no se preocupen si ven en la tele o escuchan en la radio que ha habido una bomba".

Así fue, por ejemplo, en el atentado fallido contra José Luis Azpitarte, que recibió en su domicilio de la avenida de la Paz un libro-bomba 'regalo' de ETA. En su apariencia exterior parecía el Cantar del Mío Cid, pero su contenido era mucho más peligroso y lograron desactivarlo en el balcón de la propia vivienda. O también en el caso del vicecónsul italiano, Giancarlo Federighi, al que unos anarquistas transalpinos mandaron un paquete trampa en el año 1999.

En paralelo a la prevención e investigación de atentados, una parte muy vistosa del trabajo de Chamorro durante todos estos años ha sido la desactivación de explosivos. Algunos de la época napoleónica, como los que en su día se encontraron en el Castillo, que estaban expuestos al aire libre y tuvieron que desactivar. Y sobre todo los procedentes de la Guerra Civil, de los cuales la provincia de Burgos está sembrada en aquellas zonas donde hubo frentes. "Solemos trabajarlas", cuenta el brigada cuando se le pregunta qué hacen con esos peligrosos objetos cuando surgen al labrar una tierra o al reformar una casa. Y siempre previo intercambio de información con otras unidades de España o del extranjero. Antes tenían que llamarse por teléfono o solicitar información por escrito. Ahora se mandan whatsapp y fotos en tiempo real y consiguen localizar enseguida de qué explosivo se trata y cómo abordarlo. "Aquí lo importante es la inteligencia. Es decir, la información. Son horas y horas de estudio e información compartida".

Un museo de trabajo. Precisamente de ese estudio de los explosivos nació la idea de montar un pequeño museo en las dependencias de la Comandancia. "No es por un afán de coleccionismo, sino fruto del trabajo", explica sobre una sala donde además se custodian uniformes históricos de la Guardia Civil, algo de lo que Chamorro también es un auténtico experto aunque él se defina simplemente como "entendidillo" quitándose importancia. Algo sabrá cuando ha escrito cuatro libros sobre la historia de la Guardia Civil en Burgos, el último con motivo del 175 aniversario del Instituto Armado.

El brigada tiene también experiencia internacional. Estuvo en Estados Unidos formándose tras los atentados del 11-S y de aquella conserva un diploma que le reconoce como alcalde honorario de Baton Rouge (Florida). ¿Y qué hará cuando se retire, aunque todavía le quedan unos años en la reserva? A buen seguro que saldrá a hacer carretera a bordo de una BMW. Motero por afición, aunque asegura que es "un cagón" para la velocidad, asegura sobre su sentimiento de vinculación a un terruño concreto: "No soy de ningún lado, aunque me siento burgalés".

La urbe que le acogió en 1989 y sus gentes le parecen "increíbles, aunque tenemos nuestras cosas y nuestro carácter". Aquí nació su hija y asegura que pese a haber mejorado como ciudad en los últimos años "podría haberlo hecho mucho más, y la culpa de eso lo tenemos todos, porque Burgos era señorial y lo sigue siendo, para la que si pudiera pedir una cosa sería que haya trabajo, porque el resto lo tenemos todo".