El sepulturero solitario

Leticia Núñez
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El único operario en activo del cementerio de Aranda afrontó el entierro de ayer con la ayuda de tres empleados de la funeraria: ni puede mover solo la lápida ni cortar las losas de hormigón. Los ciudadanos no se explican tal «desastre»

El operario del cementerio de Aranda carga con el material porque no disponen de vehículo en la instalación. - Foto: Valdivielso

Podría ser el título de una película, pero es la realidad que arrastra el cementerio municipal de Aranda de Duero desde hace unas semanas. Un único operario tiene que afrontar los entierros como puede. En la inhumación de ayer recibió la ayuda de tres trabajadores de la funeraria. Sin ellos, habría sido imposible porque sólo la lápida pesa un mínimo de 100 kilos.   

La situación es límite. Al desgaste físico se suma el psicológico. El cansancio pasa factura. Y este 'sepulturero solitario' se siente impotente por momentos ante semejante panorama. Su jornada laboral de domingo arrancó a eso de las nueve de la mañana. Los trabajos previos al entierro le suelen llevar alrededor de una hora y media. Ayer, por ejemplo, tuvo que cortar con la radial varias losas de hormigón que después se colocan en torno a la caja mortuoria. Algo que también llevó a cabo con asistencia externa de un empleado de la funeraria. 

A eso de las 11, llega el coche fúnebre hasta el cementerio de San Pedro Regalado. Pese a la clamorosa falta de personal, el servicio está garantizado. Los tres trabajadores de Servicios Funerarios Arandinos, en perfecta coordinación con el operario municipal, proceden a la inhumación entre el dolor de familiares y amigos de la difunta. De no ser por ellos, directamente resultaría inviable dado que el descenso del féretro requiere un mínimo de cuatro personas.

En el ambiente se respira desconsuelo. Para los más allegados, por supuesto, pero también para los encargados de ejecutar el entierro. Mientras recogen y cargan a pulso con las cuerdas y la escalera porque tampoco disponen de un vehículo para moverse dentro del recinto municipal, respiran aliviados por haber podido acometer su labor en unas condiciones, dicen, marcadas por la «imprevisión» del Ayuntamiento arandino. Asistir hasta este punto al único operario -ya que los otros dos están de baja, aunque uno se reincorporará estos días-, les obliga a dejar sin personal su tanatorio. Situación que les pone contra las cuerdas. 

Las críticas se suceden. Mientras, quienes acuden a visitar a sus difuntos al cementerio arandino no dan crédito. «La situación está jodida», espeta de primeras un hombre de unos 60 años. Asegura que frecuenta a menudo el camposanto y que en ocasiones ha echado una mano a los trabajadores porque «no dan abasto, debería haber un mínimo de cuatro». 

En esta misma línea, una mujer denuncia la precariedad y «dejadez» por parte del Consistorio:«Me parece mal, es intolerable. De todas formas, Aranda está hecha un desastre en muchos aspectos». 

Dos hermanos que acuden con flores a la tumba de su madre tienen claro que «lo mismo que se hacen decretos de urgencia para unas cosas, se deberían aplicar también en el cementerio y contratar a más personal». Por ahora, el Ayuntamiento ha sacado las bases para crear una bolsa de peones interinos. No obstante, el malestar es la nota dominante. «No se entiende que se gasten 3,5 millones de euros en arreglar la piscina y esto esté así. Los técnicos echan la culpa a los políticos y viceversa. Al final los ciudadanos pagamos el pato», zanja otro.