Septiembre de 1891 - Dos trenes chocan en Quintanilleja

R.B.
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A las 23.30 horas del día 23 un tren expreso procedente de Madrid y uno mixto que venía de Irún chocaban en la estación de Quintanilleja. 15 personas murieron y más de una veintena resultaron heridas. La conmoción superó las barreras de la provincia

Quintanilleja recuerda el accidente ferroviario de 1891 - Foto: Archivo Municipal de Burgos

HECHOS: Un tren expreso que venía de Madrid y un mixto que había partido de Irún chocaron frontalmente en Quintanilleja.

CAUSAS: Un error del jefe de estación.

CONSECUENCIAS: 15 personas murieron y más de 20 sufrieron heridas.

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Los bancos de la Audiencia se mostraron insuficientes para acoger a la gran cantidad de público que se había agolpado para seguir aquel juicio. Los magistrados Manuel Mendo, Manuel Pablo Gómez y José María de Silva tenían la difícil misión de determinar quién fue el culpable de que dos trenes chocaran de manera frontal en la estación de Quintanilleja. Aquel desgraciado accidente había dejado sobre el andén 15 muertos y más de una veintena de heridos y quedó grabado a fuego en la memoria de una ciudad que afrontaba un cambio de siglo que iba a resultar convulso.

La descripción de los hechos fue especialmente trágica. Algunos de los que presenciaron esa catástrofe describieron como, alrededor de las 23.30 horas del 23 de septiembre de 1891, se encontraron ambos trenes en la amplia recta de la estación pero, mientras el mixto pudo parar, el expreso siguió avanzando hasta chocar brutalmente contra este.

El ténder (depósito de agua) saltó sobre la máquina, colocándose casi perpendicular: el furgón de equipaje fue despedido hacia la izquierda, destrozándose por completo y rompiendo un poste telegráfico. Las dos máquinas quedaron fundidas una contra otra, «de tal forma que parecían fundidas en una sola».

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Su relato no difería mucho de lo que había aparecido en el recién nacido Diario de Burgos. La primera crónica del accidente resalta tres cosas por encima de todas: la profunda oscuridad que reinaba, los «gritos desgarradores » de los viajeros y los mugidos de los toros que transportaba el mixto con destino a una corrida y que agonizaban ahora sobre la vía. El crujido de hierros y maderas que saltaban a pedazos ayudaba también a crear una atmósfera desoladora.

Una vez que superaron el shock inicial, los pasajeros heridos de menor gravedad corrieron a auxiliar a aquellos compañeros de viaje que habían corrido peor suerte. La mayoría de los viajeros pertenecía a lo que todavía entonces se llamaba alta sociedad y volvía a sus lugares de origen tras haber pasado las vacaciones estivales en las muy concurridas playas del Cantábrico.

La lista de fallecidos estaba llena de nombres ilustres. Entre otros figuraban el magistrado de la Audiencia de Vitoria, Celestino de los Ríos y Córdoba; el apoderado de los duques de Medina Sidonia, Manuel Martínez y Martínez; el ex-director del periódico El Guipuzcoano, Lorenzo Leal; una hija de lo marqueses de Camarines, Francisca Asis Álvarez Estrado y Martínez de Oliva, y el vicecónsul de Inglaterra en Málaga, Maurice Long.

Desde el principio, una víctima acaparó la mayor atención de los ciudadanos: el maquinista del mixto Pedro Jaca. Este profesional dio muestra de una valentía sin par y murió víctima «del cumplimiento de su deber salvando de una muerte segura a muchos hijos de esta capital y que deja una numerosa familia sumida en la orfandad y, acaso, en la miseria», destaca el periodista en su crónica. Fiel a su vocación de servicio al ciudadano, Diario de Burgos abrió una cuenta a favor del mencionado trabajador y aportó las 259,55 pesetas de la venta extraordinaria de este periódico el día de la catástrofe.

No fue esa la única muestra de solidaridad. El escenario del accidente fue testigo también de la labor de muchas personas que no dudaron en arriesgar su propia vida para intentar salvar la de los demás. Uno de los que más empeño pusieron en la tarea fue el ex ministro, señor Canalejas, «que se salvó de una muerte segura al trasladarse, en Miranda, del primer vagón en el que viajaba al último por un presentimiento de su mujer».

Tanto los ciudadanos burgaleses como los periódicos de tirada nacional culparon de la catástrofe a la Compañía de Ferrocarriles del Norte «por la falta de personal idóneo y porque ha quedado demostrado que el expreso carecía de frenos automáticos, con los que, quizá, podría haber parado como lo hizo el mixto».

Los jueces leyeron la sentencia el 25 de mayo de 1895. Condenaron a un año y cuatro meses de prisión correccional a Claudio Misiego por haber dado indebidamente salida al tren expreso ascendente de la estación de Burgos en dirección a la de Quintanilleja «sin tener en cuenta que había concedido la vía expedita para que viajara en dirección a Burgos el mixto descendente». Edualdo Pujó también sufrió una pena de seis meses de arresto por haberse prestado a cambiar los telegramas que informaban del paso de los trenes.

Ambos se vieron obligados también a pagar cuantiosas indemnizaciones a los familiares de las víctimas. Entre otras cuestiones, pesó mucho la cantidad de huérfanos que dejaba. Así, por ejemplo, la viuda de Celestino Ríos y sus 10 hijos obtuvieron una pensión vitalicia de 4.000 pesetas anuales, mientras que la viuda y única hija de Pedro Jaca percibieron 1.250.

El derecho a una mayor indemnización lo tuvo la Compañía del Ferrocarril del Norte, a la que los jueces cifraron en 175.000 pesetas el coste de los daños sufridos y que tenían que pagar los dos condenados. Sin embargo, en previsión de que las posibilidades económicas de los dos condenados no les permitieran afrontar las cuantiosas indemnizaciones, los magistrados declararon a la empresa ferroviaria responsable civil subsidiaria del desgraciado accidente.

* Este artículo se publicó en la edición impresa el 18 de abril de 2004