Albarellos, el alma del Diario

R. PÉREZ BARREDO
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Se cumplen cien años de la desaparición de una de las figuras más señeras del periodismo burgalés, Juan Albarellos Berroeta, el hombre que fundó y dirigió este periódico con equilibrio, sabiduría y altura de miras

Juan Albarellos Berroeta. - Foto: DB

El día que murió, su esquela ocupaba toda la portada de este periódico. No era para menos: Juan Albarellos Berroeta había sido el fundador del Diario y su director hasta ese 8 de junio de 1922 en que su vida se extinguió. Un afligido Eloy García de Quevedo, con quien tanto había querido aquel periodista de raza inquieto y culto, escribía: "En Burgos damos pocos honores a nuestros convecinos, donde no creemos que nadie de los que con nosotros conviven merecen ningún galardón, donde no acostumbramos a premiar a nadie en vida, acaso no se comprende hoy todo lo que significa para la ciudad, en la que no abundan los hombres de sus condiciones, la muerte de Juan Albarellos". Cien años después de su muerte, hay una calle de la ciudad que lleva su nombre; y el periódico que fundó y dirigió lo tiene, lector, en sus manos: acaso no haya mayor honor que ese, que siga vivo el sueño de papel y tinta de Juan Albarellos.

Aunque había estudiado para ejercer la abogacía -siguiendo la estela de su padre-, Albarellos tenía muy clara su vocación: las letras siempre fueron un canto de sirena en su vida; y especialmente la literatura urgente, el periodismo. Tan es así, que siendo apenas un mozalbete se convirtió en uno de los redactores del periódico satírico El Sereno, donde dio muestras de un agudo ingenio, envuelto siempre en una expresión elegante, respetuosa y seria. Más tarde dirigió, si bien por poco tiempo, La Brújula, órgano del Partido Liberal, hasta que su vida se cruzó con la del magistrado de la Audiencia Juan García Rubio, quien echaba de menos un periódico asentado, unos papeles que hojear a diario y que no desaparecieran al poco tiempo. Albarellos era el hombre ideal para emprender una aventura que aún late viva su sueño de luz y tinta.

La mano de Albarellos está detrás del texto de aquel histórico primer número del Diario (1 de abril de 1891) en el que se explican al lector los propósitos con los que nace el rotativo: "Venimos al estadio de la prensa sin ilusiones ni recelos, pero convencidos de que si el público corresponde nuestros esfuerzos, llenaremos un vacío, tanto más sensible, cuanto mayor es la importancia de esta población. El presente número, que puede servir de tipo a los que sucesivamente se publicarán, demuestra la índole y condiciones de esta publicación, justificando de una manera práctica nuestros propósitos, los cuales pueden concretarse en muy pocas palabras. Defender y fomentar los intereses morales y materiales de Burgos y su provincia. Proporcionar a nuestros lectores cuantas noticias, avisos y conocimientos útiles sean de interés general, sin mezclarnos en las luchas políticas, en las que nos limitaremos a ser fieles imparciales narradores. Cumpliendo un deber de cortesía, enviamos a la prensa nuestro afectuoso saludo, ponemos a su disposición las columnas de este periódico".

Y no fue fácil. Sesenta años después de aquel primer número, Lucio Franco, primer tipógrafo oficial del periódico y único superviviente de aquella primera redacción, había de evocar lo complicado que fue imbricarse en la sociedad burgalesa: "Los burgaleses no concedieron al principio la debida atención al Diario, habituados como estaban a las publicaciones semanales o bisemanales que entonces aparecían en nuestra ciudad y a los periódicos madrileños (...) Por esta causa, en los primeros meses de su aparición tuvo una tirada muy restringida (unos 300 ejemplares, a lo sumo) escaseando las suscripciones y llevando una vida lánguida". Admitía Lucio el papel esencial, capital, absolutamente fundamental de Albarellos para el arraigo definitivo del Diario: "Fue el alma de la nueva publicación".

De su compromiso, de su audacia y de su vocación habla a las claras el papel que desempeñó Albarellos en el suceso más trágico que el Diario tuvo que cubrir casi recién nacido y que fue, por su fabulosa cobertura, uno de los hechos que contribuyeron a consolidar al periódico diario como la principal referencia informativa de Burgos. Fue en septiembre de aquel 1891, tras el terrible choque de trenes acaecido en Quintanilleja con un saldo de muertos y heridos. Con Albarellos a la cabeza, se ofreció una amplísima información del siniestro, llegando el entonces redactor-jefe del periódico a alquilar un coche de caballos con el que recorrer, al día siguiente del accidente, cada hospital de la hospital de la ciudad con el fin de dar la mejor información sobre el estado de los heridos y ofrecer la relación completa de quienes viajaban en los trenes. Aquel episodio encumbró al Diario. Su artífice fue Albarellos, quien se convertiría en propietario y director de la publicación al año siguiente, con la marcha de García Rubio a Madrid.

Definía García de Quevedo al periodista burgalés como un "espíritu equilibrado y circunspecto, de gran frialdad para juzgar, de gran prontitud para hacerse cargo de cuestiones, conocedor del público y sus gustos, y al propio tiempo escritor tan seguro, rápido y maestro que rara vez se veía un tachón ni una enmienda en sus cuartillas, tenía cualidades envidiables para sostener, dirigir y levantar un periódico". En similares términos se refirió en cierta ocasión el alcalde Manuel Santamaría, tipógrafo de profesión: "Le vi luchar de una manera noble y limpia, enfocando las cuestiones con un gran alteza de miras, hasta el punto de no faltar nunca a sus enemigos. Escribió como pensaba, y por eso en sus cuartillas nunca vi una sola tachadura, y es porque sus escritos salían del corazón".

María Jesús Jabato, escritora e gran investigadora de la prensa de finales del XIX y comienzos del XX asegura, en referencia a aquellas palabras de García de Quevedo sobre los escasos honores que en esta tierra se dan a quienes más lo merecen, que "han pasado cien años y probablemente seguimos igual de pobres en los afectos, e igual de ignorantes respecto a lo que supuso para Burgos Juan Albarellos. No solo fue el fundador de Diario de Burgos y su director durante más de treinta años; fue el impulsor de la defensa de los intereses de Burgos desde la prensa en una época floreciente de periódicos que nacían con el sino de una muerte prematura. Albarellos supo dar viabilidad a su diario, que hoy es el diario de todos los burgaleses, y convertirlo en plataforma de reivindicación de Burgos y sus intereses, además de cumplir con él la función informativa. Por eso, ahora que se cumple el centenario de su fallecimiento, bueno será que recordemos al hombre que aquí mismo, en Burgos, sin ir más lejos, hizo posible que no sean las noticias las que hacen el periódico, sino que sea el periódico el que hace las noticias", reivindica Jabato.

Subrayaba en su perfil García de Quevedo que Albarellos era "amante sin voces ni alharacas, pero cordial y finísimo, de esta tierra burgalesa en que naciera (...) jamás en treinta años que él lo ha dirigido, ha salido en el Diario una sola palabra, expresión ni idea que bajo ningún concepto pudiera ser dañosa para nuestra ciudad querida". En la polémica era "difícil vencerle" por esa frialdad y por la cortesía exquisita que le impedía zaherir con la palabra; más al contrario, con su dominio del lenguaje "decía las mayores crudezas en la forma más suave y, sobre todo, el no entrar nunca en cuestiones más que cuando la razón le sobraba, son condiciones que puede a cualquiera dar el triunfo".

Progreso y patrimonio. Albarellos, que se preocupó siempre por el progreso de esta tierra (su defensa a ultranza de las necesarias líneas de ferrocarril), también tuvo en la defensa del patrimonio artístico uno de los principales campos de batalla. Fue él quien desenmascaró a aquel felonísimo conde de las Almenas que quiso (y algo consiguió) esquilmar piezas valiosas de esta tierra. Por ello, entre otras cosas, fue nombrado correspondiente en Burgos de la Real Academia de San Fernando. También desempeñó un papel fundamental en un episodio relacionado con la política del Estado: en 1918, ante el desafío catalán de un estatuto de autonomía, fue Albarellos la persona elegida por varias Diputaciones castellanas para la redacción del texto 'Castilla ante el separatismo catalán' que constituyó un freno total a las aspiraciones de Cambó.