Fernán Labajo

Plaza Mayor

Fernán Labajo


Animales antisociales

13/07/2021

El sábado me estaba tomando un Nestea con hielo en una terraza del Espolón y no pude resistirme a poner la antena a una conversación de la mesa de al lado. Las copas vacías de brandy explicaban la vehemencia con la que uno de los contertulios defendía a capa y espada que el mejor mes en Burgos es julio porque la ciudad está vacía. Me recordó a aquella frase de Fran Lebowitz: «¿Qué sentido tiene un avión privado si hay más gente a parte de mí viajando en él?» 
Conozco personas que se pasan horas escribiendo parrafadas por Whatsapp. Que envían audios interminables que en realidad nadie escucha para contar sus batallitas, pero luego se sienten violentas cuando reciben una llamada. Como si mantener una conversación fuese algo completamente anacrónico, una invasión a su intimidad. «¿Para qué me llama este, si ya nos contamos todo por mensaje?», se preguntan. 
Y no es cosa de la pandemia, ni mucho menos. Tal vez les ha servido como excusa para defender su escudo invisible contra la socialización. Tendría que hacer memoria, pero juraría que algún allegado llegó a defender una sórdida teoría sobre los contagios a través de las ondas telefónicas. Algo que haría explotar la cabeza al mismísimo Miguel Bosé. Conozco también a un tipo que reconoce abiertamente su fobia al ascensor en compañía. «Cuando veo que llega un vecino me subo y cierro la puerta para que no pueda entrar», narra. Está viviendo su época dorada, el tío.  
Me duele especialmente ver cómo estos tiempos convulsos que nos han tocado vivir han exacerbado a estos animales antisociales, porque tuve la teoría de que la nueva normalidad les obligaría a hablar cara a cara para que una conversación de emoticonos no les recordara al encierro. Seguro que los psicólogos se están frotando las manos.