Al arte le ponen los tiempos extraños

ALMUDENA SANZ
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El coronavirus se cuela en los estudios y condiciona la actividad de los creadores, pero no la frena. Elvira Mateos e Inés Santamaría relatan en qué han trabajado durante el confinamiento y cómo las ha influido

Elvira Mateos se ha movido durante la clausura entre los mimos a Mabel, su bebé nacido el pasado 17 de marzo, y los encargos pictóricos que tenía pendientes. No ha descuidado a ninguno de los dos. - Foto: Patricia

El coronavirus se ha colado en los estudios de arte y ha condicionado la actividad de los creadores, pero no la ha frenado. Las artistas burgalesas Inés Santamaría y Elvira Mateos relatan a Diario de Burgos en qué han trabajado durante el confinamiento y cómo las ha influido la situación provocada por la pandemia de covid-19.

Elvira Mateos: «La situación de la sociedad te vuelve más crítica»
La plácida escena que traslada Elvira Mateos con su bebé recién nacida en brazos mientras coge un pincel y se pone frente al caballete para avanzar en uno de sus proyectos dista mucho del camarote de los hermanos Marx que se dibuja mientras relata sus más de dos meses en medio del estado de alerta. Ha tenido de todo. Parto, síntomas de coronavirus que finalmente se quedaron en eso, encargos pictóricos pendientes, nuevos proyectos... Y, aunque parezca mentira, va atendiendo a todos sin alterarse. 

Su bebé y la pintura marcan sus pasos incluso antes del estado de alarma. Quince días antes del parto, ya tuvo que ir al hospital porque la niña venía de culo y debían darle la vuelta. La dejaron unas contracciones con las que convivió y procuró avanzar en su aportación a la colectiva que el Grupo de Artistas Plásticos (GAP) tenía programada en el Consulado del Mar y finalmente se cayó. Lo intentó, lo intentó, lo intentó, pero no lo consiguió. 

Los pequeños formatos han entrado en la vida de la pintora para quedarse. Los pequeños formatos han entrado en la vida de la pintora para quedarse. - Foto: Patricia

Apenas quince días después de dar a luz, totalmente recuperada, volvió a ponerse frente a un pequeño caballete. «Estábamos encerrados en casa y no teníamos nada más que hacer y, aunque ya sabíamos que se había cancelado la exposición, seguí por mantenerme activa». 

Nada hacía presagiar que tendría que regresar al hospital. Pero una semana después empezó a tener fiebre. No se la bajaba y corrió a Urgencias. Pensó que podía ser una infección tras el parto, pero también temió que fuera coronavirus. Descartada la primera opción y con la temperatura aún por las nubes, se hizo una PCR, dio negativo y la fiebre como vino se fue. 
Después de estas idas y venidas, la costó coger el ritmo del trabajo pictórico. Pero tenía muchos proyectos en lista de espera. Por un lado, sus colegas del GAP querían quitarse la espinita de la cancelación de la exposición y se embarcaron en otro desafío. Por otro, su teléfono sonó con nuevos encargos. Y en la agenda parpadeaban pendientes otros dos pedidos precoronavíricos.

Los pinceles urgían su vuelta. Atendió a la llamada y se dio cuenta de que el virus estaba por todas partes. De una manera o de otra. Desde lo más prosaico, como que se encontraba con las tiendas de material cerradas y no podía avanzar en algunos trabajos, a lo más elevado, que la llevaba a analizar las consecuencias de la pandemia. 

El trabajo ha llevado a la artista a investigar con pinturas sensibles a la temperatura.El trabajo ha llevado a la artista a investigar con pinturas sensibles a la temperatura. - Foto: Patricia

Algunas de esas reflexiones se reflejan en el papel que ocupa ahora su caballete. Será su aportación al reto lanzado desde GAP, que busca la reinterpretación de grandes obras en clave covid-19. Mateos ha elegido ¿Pero qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?, de Richard Hamilton. El protagonismo de la casa durante el confinamiento, la distancia física de los personajes del cuadro, la omnipresencia de Fernando Simón y el sofá convertido en un ataúd son algunas de sus claves. «En estos momentos, la situación que atraviesa la sociedad te quema y te vuelves más crítico», apunta la pintora, que, he ahí otro cambio provocado por la realidad, ha reducido el formato de sus cuadros hasta tamaños impensables en quien tiene en el gran formato una de sus señas de identidad. Pero no la queda otra. Habitualmente pinta en casa de su abuelo, donde dispone de todo el espacio del mundo, y ahora lo hace en casa. 

«Esto nos viene bien a los artistas para reinventarnos. Yo ya estoy pensando en hacer láminas que pueda mover por internet. Aunque seguiré con los formatos grandes, es necesario adaptarse porque ahora vamos a sufrir una crisis económica importante. Si la gente no tiene dinero para comprar pescado, cómo lo va a gastar en una obra de arte», se pregunta. 

Reconoce que el golpe al sector de la cultura es inevitable, pero también advierte que la historia del arte demuestra que puede ser positivo. «En época de crisis los artistas evolucionan mucho más. Si nos acostumbramos a vender cuadros que pegan con el salón, nos acomodamos; si nadie te compra, expresas cosas que te reconcomen. El artista se nutre de estas situaciones», concluye la creadora a la que se le acumula la inspiración. 

Inés Santamaría está emocionada porque el estado de alarma le ha proporcionado tiempo para la investigación con nuevos materiales y técnicas. Inés Santamaría está emocionada porque el estado de alarma le ha proporcionado tiempo para la investigación con nuevos materiales y técnicas. - Foto: Patricia

Inés Santamaría: Experimentar, la cara oculta y esencial 
Inés Santamaría está emocionada. Se la nota en la cara y sus palabras lo confirman. Nunca había dispuesto de tanto tiempo para experimentar e investigar. La alerta sanitaria lo ha hecho posible. Y la artista, conocida por su instalación de flotadores en el CAB o las colaboraciones con la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada, ha aprovechado la oportunidad y se mueve por su estudio como una niña con zapatos nuevos. Se podría marcar un taconeo, pero prefiere bajar las persianas y dejar a oscuras la estancia. Enciende una luz azul... Y voilà. Las pequeñas piezas que tiene sobre la mesa se iluminan y destilan alegres colores. He ahí una de sus líneas de investigación: la luz negra. Pero también está explorando las posibilidades de distintos materiales como plásticos, resinas o pinturas; avanzando en el reciclaje con segundas y terceras vidas a los elementos y divirtiéndose con su deconstrucción; desarrollando conceptos en los que ya trabajaba como el trampantojo, que juega con lo que se ve y lo que realmente es... Sigue siendo Inés Santamaría. Y ahora hace magia. 

«La experimentación es la cara oculta de los artistas. La gente se piensa que una obra de arte sale debajo de un libro con instrucciones y no es así. En mi caso, yo invento todos mis procesos escultóricos y para llegar a ellos tienes que investigar», se explaya y habla de tira de pruebas, cual científico, para ver el comportamiento de un material en función del tiempo; de búsqueda de herramientas precisas para un fin determinado... Esta cara esencial es la que ha mimado estos dos meses: «La disponibilidad del tiempo es diferente y estoy feliz».

Esta luminosidad pasó su momento oscuro al inicio del estado de alerta. Una fiebre sobrevenida le hizo temer lo peor. Se asustó, pero enseguida le dijeron que no era covid-19 y esa preocupación, que además coincidió con los primeros días en lo que todo era muy incierto, se diluyó y se percató de que su viejo deseo de tener tiempo para experimentar y crear se cumplía. 

«Al principio, intenté inspirarme en el coronavirus. Era el monotema. Estaba tanto en la televisión como en las conversaciones. Tengo alguna obra en el tintero que retomaré para hacerlo con distancia. Ahora no me apetece nada trabajar con ello», zanja. 

Esos malos momentos parece que ocurrieron en otra vida. La investigación ocupa sus horas. Mantiene su rumbo. Su línea creativa es la misma. Pero camina hacia adelante. Antes del 14 de marzo, andaba con esculturas de gran formato, casi arquitecturas. Imposible durante el confinamiento. Había que reinventarse. Y se ha ido al extremo contrario. «Estoy trabajando en el mini formato. Estoy haciendo esculturas de tres y cuatro centímetros. Nunca me había dado por tamaños tan pequeños». 

La comodidad no va con Inés Santamaría. Para ella el arte son los retos que la pone por delante cada nuevo proyecto, siempre un poquito más ambicioso que el anterior, que la obligan a ir más allá y avanzar en una búsqueda sin final.