¡Bonito hemos dejado el pueblo!

I.M.L. / Milagros
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Milagros recuerda la labor de sus vecinos para mejorar sus calles y plazas, que le valió hace 50 años el Premio de Embellecimiento

Así pasaban los jóvenes los fines de semana: asfaltando las calles que, hasta entonces, eran de barro.

Hay frases que, de tanto repetirlas, pierden su sentido. Por ejemplo «la unión hace la fuerza» o «el pueblo, unido, jamás será vencido», esta entonada como coro de manifestación. Pero en la Ribera del Duero un municipio mejoró gracias al espíritu de estas frases. En Milagros, los que eran jóvenes hace medio siglo lograron tal unión entre todos que lograron que su pueblo dejase atrás el viejo aspecto para dar un salto de calidad y modernidad.

Los detonantes de este cambio fueron los avances que se dieron en el ámbito agrícola y ganadero. En 1940 se empezó a implantar la red de regadío, después la creación de la cooperativa del vino en 1963, a la que siguió la concentración parcelaria, entre 1965 y 1967, y, por último, la implantación de la cooperativa del campo San Antonio Abad, tres años más tarde. Todos estos cambios provocaron un vuelco sustancial en el pueblo. «Desaparecieron los machos, con la llegada de la maquinaria ya no hacían falta y la gente se deshizo de ellos», recuerda Ernesto Hernando, que lleva desde 1991 presidiendo la cooperativa del campo. 

La desaparición del ganado para el campo hizo que los vecinos se encontrasen con más espacio en sus viviendas. «En todas o casi todas las casas había cuadra, y al no tener ya animales, empezaron las obras para poner un baño o hacer el salón o la cocina más grande», relata Antonio García Moral, que fue el primer alcalde democrático de Milagros, ejerciendo hasta 1987. Su sucesor, Jesús Melero, formaba parte del grupo de veinteañeros que, en aquellos tiempos, empezaba a mirar al futuro con otra perspectiva. «Se creó el plantel de extensión agraria y los jóvenes íbamos a clases nocturnas para mejorar nuestros conocimientos; entonces el Ayuntamiento nos cedió una finca para trabajarla y todos los ingresos que sacábamos, en vez de meterlos en el bolsillo, los invertíamos en mejoras para el pueblo», explica Melero el escenario en el que cundió la unión entre los jóvenes milagrenses.

Antonio García, Jesús Melero y Ernesto Hernando formaron parte de los jóvenes que arreglaron las calles de Milagros. Antonio García, Jesús Melero y Ernesto Hernando formaron parte de los jóvenes que arreglaron las calles de Milagros. - Foto: I.M.L.

Con el objetivo de mejorar el estado de las calles, los fines de semana se ponían manos a la obra para que sus calles dejasen de ser del siglo anterior. «Con el continuo pasar de los machos, estaban todo el día llenas de barro y de otras cosas, la gente buscaba ir lo más cerca posible de las fachadas para no hundirse en el barro o se hacían caminos con paja para poder ir a la iglesia sin mancharse», recuerda Melero. Poco a poco, semana tras semana, las calles y plazas se fueron cubriendo de cemento, después de dotar al municipio de las correspondientes tuberías para los suministros de agua y alcantarillado.

«Ahí arrimamos el hombro todos, trabajábamos con lo que teníamos y se logró una gran unión entre la juventud, aprendimos muy pronto a trabajar en equipo y saltar las barreras del individualismo», apunta orgulloso Antonio García.

Las risas aparecen cuando empiezan a relatar esos días de trabajo que, aunque duro, lo llevaban con humor. «Por aquí ya estaba José Vela Zanetti y algunas noches nos sacaba una botella de coñac que compartíamos mientras hacíamos el cemento por la noche», hace memoria Melero, que fue alcalde milagreño hasta 2011. Todo lo que se hizo entonces fue por prestación personal, incluida la aportación de Vela Zanetti que, al animarse muchos vecinos a mejorar las fachadas de sus casas les asesoraba en cuanto al diseño que debían seguir para que quedase una estética urbana más homogénea.

De aquellos trabajos quedan, entre otros vestigios, dos fuentes en la localidad. Una de ellas, que cuando funcionaba tenía cuatro chorros de agua que confluían en el centro haciendo un arco, la hicieron con piedras que recogieron en los campos del municipio y la otra, la que ahora luce en la plaza del doctor don Santiago García, se hizo con piedras labradas traídas por ellos desde la ermita abandonada de Valdeherreros. 

Todo este trabajo tuvo su recompensa cuando, después de dos intentos, lograron el Premio de Embellecimiento en 1962. «El 24 de julio fue una fiesta cuando nos enteramos, las campanas de la iglesia tocaron para anunciarlo», especifica Melero, aunque la entrega y festejo del galardón no se produjo hasta dos meses después, el 24 de septiembre. «Vino Codón Fernández, que era el cronista de la provincia, actuó el Orfeón Burgalés y la Banda de Música de Milagros», relata Jesús Melero, que por aquel entonces tenía 27 años y se había casado el año anterior. «Como había que elegir una reina, los que conformaban el Ayuntamiento llamaron a sus hijas, metieron unos papeles en una boina y la que sacase el de reina, a esa le tocaba; y fue la que ahora es mi mujer, Begoña», explica orgulloso Antonio García, que entonces tenía 25 años, dos más que Ernesto Hernando, que explica que todo el pueblo colaboró para que ese día luciese espectacular. «Había tiestos en todas las ventanas y todas las calles, los patios y jardines estaban todos adornados y de eso se encargaron las chicas durante todo el verano», apostilla para poner el lazo al recuerdo de un premio del que todavía se siente muy orgulloso este municipio ribereño.