«Las mujeres sufren más la pandemia»

A.G.
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ENTREVISTA | El presidente de Cruz Roja Burgos, Arturo Almansa, reflexiona sobre la pandemia y los efectos que ha dejado en la sociedad

Arturo Almansa, presidente de Cruz Roja Burgos. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Con un escudo formado por más de 15.000 socios en toda la provincia, más de seiscientos voluntarios y sus principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, unidad y universalidad como bandera, Cruz Roja de Burgos se enfrentó hace un año a la crisis sanitaria y social del coronavirus y aún anda apuntalando a miles de personas que se han quedado sin lo más básico. Su presidente, el abogado Arturo Almansa, no deja de repetir que, una vez más, la sociedad burgalesa no le decepcionó y mostró su cara más solidaria al ofrecerse para echar una mano hasta 366 personas voluntarias nuevas cuyo rango mayoritario de edad estaba entre los 20 y los 29 años, lo que, a su juicio, pone en evidencia que la gente joven no se merece el sambenito que le han colocado en ocasiones en esta pandemia: «No solo hubo jóvenes incumplidores y maleducados sino que la mayoría son solidarios, comprometidos y respetuosos cuando para ellos estas restricciones están siendo más duras que para cualquier otro tramo de edad porque están en un momento de la vida en el que no pueden meterse a las ocho en casa».

Ustedes tienen un estupendo termómetro colocado en la parte menos favorecida de la sociedad. ¿Qué les marca ahora? ¿Cómo está la gente?

La gente está dolorida, llena de miedo, inquieta y preocupada y esta es la realidad. Lo que era -y es- una pandemia de salud ha ido derivando a una pandemia económica, social, de crisis, donde, además, se ha ido gestionando de una manera según la cual a las personas se les van creando expectativas: para el verano, para las navidades, para la Semana Santa, otra vez para el verano... y cuando llega ese ciclo se ve que no es así, que viene la segunda ola, la tercera y hasta la cuarta. Esperemos que alguna vez demos con la solución adecuada porque esto crea mucha frustración. Lo que parecía que tenía una temporalidad se está cronificando y quien no tuvo nunca problemas los ha tenido ahora. 

¿Están notando que ‘han caído’ otra vez personas que habían superado la crisis del 2008?

Sí, claro que sí. Porque el trabajo y las expectativas que tenían se han vuelto a frustrar. Incluso gente que no pensó nunca que se vería en unas circunstancias como esta nos han pedido ayuda. Evidentemente, no hay extensión más grande que la propia herida, que cuando a uno le duele algo le parece que es inmenso, y esto lo hemos visto y lo estamos viendo.

¿Hay algún sector de la población que le preocupe especialmente?

De entre las personas más excluidas y más desfavorecidas, las mujeres, porque son quienes más están sufriendo la pandemia y, de hecho, dentro de las personas que estamos atendiendo el 65% han sido mujeres, ha sido así de doloroso. Por otro lado, también hemos constatado que de las personas voluntarias que han prestado servicio a la sociedad, el 62% también eran mujeres. La pandemia y su consiguiente crisis tiene un claro cariz femenino por las víctimas, por las sufridoras y por las personas que toman la decidida acción de ayudar. 

¿Cómo son esas mujeres que han solicitado su ayuda?

El 20% son mayores de ochenta y cuatro años y entre 25 y 54 años, el 26%, así que el grueso está entre los 55 y los ochenta y poco, casi todas en una edad media donde es más difícil acceder a un puesto de trabajo y donde los recursos son más complicados de obtener. La realidad del desempleo en la provincia, con muchísimas más paradas que parados, la tenemos aquí perfectamente reflejada en nuestras usuarias. 

¿Cómo es el perfil de las personas que acuden a Cruz Roja porque no tienen lo más básico como comida o productos de higiene?

Muchos no proceden de sectores desfavorecidos con anterioridad sino que la vida les ha hecho entrar en esta encrucijada. Son personas de todo tipo,  no hay un perfil concreto. Sabemos, sí, que muchísimas son mujeres solas con hijos a su cargo, pero hay otras personas que han perdido el empleo.  Hay que olvidar los estereotipos y no creer que todos son inmigrantes. Sí, los hay, y también tenemos personas refugiadas, pero, además, hay españoles que están en una situación muy dura porque han perdido su empleo o porque ha tenido que cerrar su pequeño negocio que sacaban adelante con mucho esfuerzo. Y mucha gente, inmigrantes y jóvenes, que a duras penas superaron la crisis del 2008, que antes de la pandemia tenían trabajos precarios, por horas y mal pagados y que ahora se han quedado sin red. 

¿Ustedes no tienen problema en nombrar el concepto ‘pobreza’ sin otros sinónimos, no?

Si pobre es el que no tiene recursos suficientes para salir adelante, podremos usar palabras más o menos edulcoradas pero el idioma castellano es así y la lingüística es para llamar a las cosas por su nombre con toda la carga emocional de dureza y de rigor. Un pobre es el que depende de otro porque por sí mismo no se basta y tiene insuficiencia de medios y recursos para salir adelante.

El confinamiento provocado por la pandemia puso en evidencia la gran brecha digital que existe en la provincia entre las familias pobres y las que no lo son...

Sí, eso lo vimos y lo hemos intentado remediar por todos los medios: desde facilitar acceso a internet, facilitar tablets, tarjetas SIM... Esta brecha la hemos visto también en las personas que teníamos haciendo formación para buscar un empleo, a quienes también tuvimos que facilitar tablets para que pudieran seguir los cursos y el rastreo de puestos de trabajo. Es brutal, importantísima y  tiene una enorme trascendencia en la sociedad.

¿Las personas que reciben ayuda material de Cruz Roja son apoyadas también desde el punto de vista emocional?

Desde el punto de vista psicoasistencial hemos tenido varios frentes:  desde personas mayores que estaban en absoluta soledad, a las que se llamaba varias veces para acompañarlas durante el confinamiento, hasta personas enfermas de covid o que estaban viviendo el duelo por la muerte de alguien para ayudarles a sobrellevar la enfermedad, en un caso, y la pena por no haberse podido despedir, en otro, que era lo que estaba ocurriendo sobre todo en la primera ola, con mucho desconcierto e incertidumbre. El gran miedo de todos los que nos infectamos -y me incluyo porque también me pasó- era que no sabíamos cómo iba a terminar porque todo era muy rápido. En muchos casos pasaban apenas dos o tres días desde que empezaban los primeros síntomas hasta que tenían que ser ingresados en la UCI y en los peores casos, fallecían. En aquellos días se creó un servicio especial, ‘Cruz Roja te escucha’, para personas que necesitaban este tipo de apoyo. También ayudamos a trasladar a las personas del medio rural que se tenían que confinar en los establecimientos hosteleros con los que la Junta convenió el programa Arca de Noé. Hemos vivido situaciones que hubieran sido impensables apenas una semana antes del confinamiento: llevar medicamentos, trasladar personal sanitario, bajar la basura a las personas mayores y hasta pasear mascotas porque ellas no podían hacerlo... Hicimos todo esto para paliar el sufrimiento humano en una situación tan dura y tan privada de derechos fundamentales como poder moverse y salir. 

¿Con cuánto voluntariado contaron para estas actividades?

Un total de 629 mujeres y hombres durante toda la pandemia y en toda la provincia de Burgos, que dedicaron a la labor voluntaria un total de 8.339 horas. Todo está contabilizado de cara a nuestros estudios y nuestras auditorias y a explicar que esto no es una cuestión de buenismo nada más, que esto es rentable hacerlo así, que merece la pena. Contabilizamos cuántas intervenciones recibe cada persona que se acerca por aquí para saber cómo es nuestra actividad porque muchas veces la misma persona no necesita la misma atención sino más y esto es un indicador de que su situación de pobreza se está cronificando.

¿Hay en esta ciudad una bolsa de pobreza crónica?

Es cierto que en todas las sociedades quedan bolsas y núcleos de personas que quedan más aisladas. Pero nuestro trabajo consiste precisamente en eso, en abrir una brecha, un canal por el que fluya, por el que salga todo eso y se pueda tratar. Es cierto que no hay que darse nunca por vencido pero también, que hay sectores más propensos, que son los que están metidos en la mayor profundidad del pozo y son los que más les cuesta salir. Pero esto cada en casi todas las cosas de la vida, quién está más al fondo tiene peor suerte y a quién está más sumergido le cuesta más quitarse el barro para poder salir a flote.

¿Han visto incrementadas las demandas para encontrar un empleo?

Hemos tenido mayor  demanda de todo: Hemos trabajado en socorros (atenciones de emergencia, traslados de ancianos), en salud, en inclusión social, en empleo, en educación y en medio ambiente y todo ha recibido mucha más demanda y no hemos dejado paralizado ningún programa, todos los que estaban en marcha han seguido funcionando. En el caso del empleo se incrementaron mucho las peticiones de información sobre los ERTE, por ejemplo; hemos tenido que acompañar y hacer intermediación laboral on line porque hay más gente en desempleo aunque Burgos no haya caído tanto como otras zonas. 

¿Qué les cuentan sus usuarios sobre el Ingreso Mínimo Vital?

Pues que está siendo complicado, por eso hay una persona voluntaria que está ayudando con los trámites y asesorando. La verdad es que lo más destacable es que no se puede permitir que haya personas que tengan derecho a unas ayudas y nos las reciban por desconocimiento de los trámites, se están dando muchos casos así y pueden acercarse a Cruz Roja para recibir toda la información.

¿Qué opinión le merece la implantación de esta ayuda?

Pues positiva, como cualquier ayuda, pero hay que reflexionar a propósito de por qué la gente tiene que terminar acudiendo a estas ayudas porque no dispone de trabajo ni de ingresos. Es un remiendo. A toda persona le gusta tener una ética y una estética con la que sostenerse por sus propios medios y esa es la gran oportunidad que tendría que dar esta sociedad: poder obtenerlo todo por uno mismo, no que tenga que ir recogiendo migajas para poder subsistir.

¿Cómo nos define como sociedad el hecho de que haya tanta gente que tenga que recoger esas migajas?

Como una sociedad, en parte, raquítica, ciega, que no sabe mirar alrededor y no sabe asombrarse ni fascinarse por el ser humano. Cualquier persona que se fascina ante un ser humano puede darle la oportunidad de crecer, simplemente por eso, por ser un ser humano. 

El confinamiento puso en evidencia la precariedad en la que vive mucha gente, algo que desde las ONG ustedes vienen advirtiendo desde hace muchos años. ¿Este sistema, tal y como le conocemos, está agotado?

Tendremos que plantearnos nuevos paradigmas y hasta otra terminología y nuevos métodos de comunicación. Estamos agotando ya modelos y, a lo mejor, hay que plantearse una sociedad diferente con valores distintos. Igual que en su día los derechos humanos surgieron como consecuencia de dos guerras mundiales horrorosas y empezaron diciendo que había que trabajar desde un ámbito fraternal, desde un punto de vista de que somos todos iguales sea cual sea nuestra ideología, nación o raza, ahora tenemos que empezar a pensar que la humanidad es mucho más frágil de lo que parece. Ha sido en estos momentos de tensión cuando se ha visto la debilidad y el postureo ha cedido y ya no vale, y ha aparecido la fragilidad de las personas, del sistema, en definitiva. Lo que nos pasó al principio, que no había EPI, ni mascarillas, que íbamos corriendo todos como pollos sin cabeza, nos tendría que hacer pensar. 

Para ese cambio de paradigma del que habla hacen falta ganas. ¿Cree que los estados están por ello?

Para empezar, lo que hay que tener son principios porque sin ellos es muy difícil que se tenga ganas de nada. Los de Cruz Roja, que se pueden resumir en que hay que trabajar por cualquier se humano que lo necesita, podrían ser un punto de partida.

¿Qué le ha parecido el comportamiento de la clase política desde que comenzó la emergencia sanitaria?

Por nuestro principio de independencia y neutralidad no es mi cometido juzgar a los políticos. Puedo decir, como ciudadano, que ha habido de todo, que se tomaba una decisión y luego otra distinta -probablemente con la mejor voluntad- pero se ha sembrado mucha confusión y esto no es bueno para tomar decisiones. Aunque también tengo que decir que juzgarlo ahora es muy sencillo, si esto se hubiera ensayado o previsto a lo mejor nos hubiéramos comportado de otra manera. En Cruz Roja siempre digo que nos tenemos que comportar con la naturalidad de lo mil veces ensayado.

El coronavirus no les pilló, entonces, con el pie cambiado... 

Creo que no. Estamos acostumbrados a trabajar en emergencias, en situaciones de enfermedad, pobreza, búsquedas, transporte de recursos de un punto de España a otro... Sí, a ver, nos sorprendió porque no lo habíamos visto nunca pero siempre estamos preparados porque si hay que actuar en cualquier momento. 

¿Desde una entidad como la suya, que salva vidas todos los días de gente que intenta llegar aquí por mar a mejorar su futuro, se entiende el discurso xenófobo y racista que se ha instalado en parte de la sociedad?

No, y además lo digo desde mi experiencia personal, que durante mi adolescencia viví en Túnez: Cuando una persona se monta en un cayuco y trata de llegar a Europa lo hace buscando una vida que todo el mundo merece. Nuestra sociedad es injusta: en todo el norte de África pueden ver nuestras cadenas de televisión y ven cómo vivimos, lo que se vende, lo que se ofrece... ¿Acaso no es legítimo que la gente quiera acercarse a ese mundo mejor? Por su puesto que sí y lo hacen en unas condiciones tremendas sabiendo que se juegan la vida y empeñándose hasta las pestañas. Pero no solo aquí. Lo mismo ocurre en la frontera de Estados Unidos con México donde hemos visto a niños solos por el desierto. Poco antes de la pandemia estuve en un barco de salvamento marítimo en Murcia y cuando ves cómo recogen los cadáveres del mar a mí me gusta decir que Cruz Roja no tapa a la gente, la arropa, que no es lo mismo, con todo el cariño y la ternura. Si en su tierra tuvieran recursos para vivir con dignidad no vendrían aquí, todo el mundo tiene mucho cariño a su tierra, igual que nosotros.

¿Por qué se les acoge tan mal desde una parte de la población?

Porque falta información. No es verdad eso que dicen algunos de que vienen a quitar el puesto de trabajo a los españoles porque muchas veces ocupan aquellos empleos que no se quieren. También está el hecho de los que dicen que pueden venir aquí siempre y cuándo sean igual que nosotros sin respetar su identidad cultural. Que cada uno -desde el más absoluto respeto- mantenga sus costumbres es fantástico y muy enriquecedor. 

¿Se encuentran aquí con protestas en el sentido de que haya un privilegio a los inmigrantes sobre los españoles?

Es un estereotipo y falta de información. Hay quien cree que los inmigrantes son muchísimos más en el colectivo de las personas que piden ayuda y eso no es así. Aquí atendemos a tanta gente sin empleo española como de otros países y son más las familias españolas que traen aquí a sus hijos para que les ayudemos con los deberes. Hay que tener una buena información y no tener prejuicios por el origen de las personas porque aunque vengan del mismo país no tratamos igual de bien al que viene a jugar al fútbol y al que busca un trabajo en una fábrica. Lo que nos molesta, quizás, es la gente que viene a hacer trabajos humildes.

Estamos en plena campaña de la renta. Anime a los burgaleses a marcar la equis en la casilla de ‘actividades de interés social’.

Voy a decir algo políticamente incorrecto: la declaración de la renta nos la dan hecha y configurada los políticos para gastar el dinero que saque de ahí en los presupuestos generales del Estado que se aprueban en las Cortes. Pero nos dan una oportunidad para marcar una de esas cruces para fines sociales o para la Iglesia, con la que nosotros trabajamos también muy próximamente, recordándonos que podemos marcar las dos. A mí si me dan la oportunidad de que con mi bolígrafo puedo ayudar a que se hagan cosas no lo dudaría, pensando en que instituciones como la nuestra y otras muchas pueden hacer grandes cosas con esa pequeña parte del pastel. No supone pagar más dinero ni que le devuelvan menos sino que usted decide que con su dinero se pueda ayudar a mucha gente.