Al desguace sin utilizar

F. TRESPADERNE
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La piscina terapéutica costó 8.754 euros y fue la guinda en la inauguración de la residencia de San Salvador de Oña. Funcionó ese día para la foto, once años después ha sido desmontada

El sistema eléctrico planteó problemas desde el principio y ahora se ha retirado para hacer más grande el salón psiquiátrico. - Foto: DB

Un punto limpio o un centro de tratamiento de residuos, ese es el destino final al que se dirige la que durante once años ha sido la 'joya de la corona' de la residencia de San Salvador de Oña, una piscina-bañera terapéutica de grandes dimensiones, tiene capacidad para cuatro personas, capricho de los redactores del proyecto y del político de turno. Los chorros terapéuticos y burbujeantes solo funcionaron para que las autoridades posaran delante de la misma el siete de junio de 2011, una fecha para el recuerdo de los trabajadores y residentes porque cambiaban las muy degradadas instalaciones del monasterio oniense de San Salvador por unos modernos edificios, dotados de los mejores medios técnicos y materiales.

Entre tanta modernidad, en el centro de una gran sala y acaparando la atención de todo el que entraba en este 'santuario' de la fisioterapia, destacaba esta piscina terapéutica acrílica cuadrada, de 250 por 250 centímetros, en color blanco con sistema de hidromasaje aire-agua jet cromado, con grifería monomando y desagüe automático. El módico precio de este capricho, incluida la colocación y ayudas de albañilería, instalada, comprobada, medida y en completo funcionamiento, según la Normas Tecnológicas de Instalaciones de Fontanería-Agua Fría (NTE-IFF-30), ascendió a 8.754, 24 euros y el contrato de la piscina fue adjudicado a la empresa burgalesa Reisan.

El día de la inauguración de estas residencias, financiadas en su totalidad por el Gobierno regional con 17 millones de euros inversión, aunque el coste inicial era de 14, y gestionadas por la Diputación. La comitiva estuvo encabezada por el entonces presidente en funciones de la Junta, Juan Vicente Herrera, acompañado del consejero en funciones de Familia e Igualdad, César Antón, y de un exultante Vicente Orden Vigara, presidente de la Diputación, quien había peleado durante años para hacer realidad este ambicioso proyecto asistencial en Oña, con capacidad para 240 residentes y en el que entonces trabajaban 150 profesionales.

Herrera (i.), Orden Vigara y César Antón, en la inauguración. Herrera (i.), Orden Vigara y César Antón, en la inauguración. - Foto: Félix Ordóñez

Entre esos profesionales se encontraba un fisioterapeuta que se las prometía felices al poder disponer de esa gran piscina terapéutica para poder atender a los residentes y mejorar su calidad de vida. Eso es lo que debía pensar mientras explicaba a los políticos el funcionamiento de la misma, pero la 'joya de la corona' no se sabe muy bien porqué, eso es lo que dicen los trabajadores más veteranos de la residencia, no llegó a funcionar nunca, al parecer por problemas con las conexiones eléctricas, afirma el presidente del comité de empresa de la Diputación, Fernando Ojeda, quien insiste en que los residentes «no la han usado nunca».

En once años, y al parecer sin hacer uso de la garantía que se supone tenía la piscina de marras, nadie se ha preocupado de buscar una solución y poner en funcionamiento este artilugio que ha permanecido tapado, en medio de la sala de hidroterapia como homenaje al despropósito. Ahora ha sido desmontada porque no tiene ningún uso, estorba, se necesitan nuevos espacios para mejorar los servicios de atención a los residentes y ampliar el salón de psiquiatría. 

ARCHIVADO EN: Oña, Juan Vicente Herrera