«El lector joven no necesita condescendencia»

ALMUDENA SANZ
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Selene M. Pascual e Iria G. Parente ponen patas arriba y reeditan 'Pétalos de papel', el primer libro que escribieron a cuatro manos hace diez años tras conocerse en un foro de internet

Iria G. Parente (i.) y Selene M. Pascual han escrito juntas una veintena de libros, en principio para lector juvenil. - Foto: Andrew Gallego

Dani, la protagonista de Pétalos de papel, vive la fantasía con la que sueña cualquier lector. Engullida por el libro que está leyendo, se encuentra de pronto en Albión, el lugar de la acción. Tendrá que evitar ser esclavizada por la clase dominante y se topará con Marcus, el único que puede ayudarla en la vuelta a su realidad. Para conseguirlo necesita el ejemplar que estaba leyendo y lo ha perdido. Todo se complicará y, además, deberá saber que tras regresar olvidará todo lo vivido. Este volumen se erige como una metáfora de la literatura, de ese vehículo para viajar sin límites, un transporte sin ruedas que también juntó los caminos de sus dos autoras, Selene M. Pascual e Iria G. Parente. Se conocieron en un foro de internet hace 16 años y ya llevan una veintena de libros escritos a cuatro manos. Pétalos de papel fue su ópera prima. La colgaron en un blog de descarga gratuita en 2012 y, por el décimo aniversario, la han pegado una vuelta, reescrito y vuelto a publicar. Hoy hablan de ella en la primera presentación literaria en la Sala de la Fundación Círculo de Gamonal (Plaza Nueva, 3) a las 20 horas. 

«Nos dimos cuenta de que era muy mejorable porque era un primer intento de crear una novela y tenía muchos fallos que suelen cometer los principiantes», admiten. 

El décimo aniversario se aupaba como el momento ideal para que pasara por el quirófano. Y ha salido irreconocible. 

Ambas confiesan que esta nueva versión apenas se parece a la primera. «Se ve nuestro recorrido como autoras, todo lo que hemos aprendido en estos años», agregan y resoplan cuando se trata de identificar qué se mantiene de aquel texto. Aguantan el hilo argumental y el punto de partida: declarar el amor por los libros y por todo lo que pueden generar. Y han introducido un elemento clave: el concepto de recuerdo. 

«Al final es una novela que, por una parte, habla de todo lo que la literatura puede llegar a hacer, los mundos que alcanzamos a través de la lectura, y, por otra, trata sobre la memoria y el recuerdo, cómo estos nos hacen ser unas personas u otras», resuelven Parente, de Vigo y 29 años, y Pascual, de Madrid y 34 años, sobre esta historia que marca el inicio de su escritura a cuatro manos. 

Selene la tenía empezada, pero después de unos pocos capítulos se quedó estancada. No avanzaba. «Yo estaba muy enganchada a esa historia. Era esa amiga pesada que la pedía por favor que siguiera escribiendo», relata Iria. Las risas de Selene se escuchan por detrás. «Hasta que se cansó de mí y me dijo literalmente 'si quieres saber cómo sigue, síguela tú'. Yo me lo tomé como un reto», recuerda antes de que Selene retome el hilo. «No esperábamos que fuera tan divertido. Ella escribía un capítulo, me lo pasaba a mí, que me sorprendía, y lo devolvía... Cuando acabamos dijimos 'y si hacemos otro'. Y hemos encadenado libro, libro, libro. Diez años después y veinte publicados, no hay forma de escapar de este bucle», dice resignada. 

Reconocen que ya no van tan a lo loco, aunque siguen siendo escritoras que planifican poco. «Damos margen para sorprendernos, pero desde el principio tenemos claro qué queremos contar. Todo se habla de antemano. Hay un proceso de corrección muy exhaustivo de manera que las dos pasamos por todo el texto, por lo que unificamos los estilos. Hay gente que considera imposible distinguir el de una y el de la otra; nosotras mismas al releer una novela no sabemos quién ha escrito un párrafo», se explayan y ponen como ejemplo la adaptación contemporánea de Ana de las Tejas Verdes en su anterior novela, Anne sin filtros, que las trajo a la Feria del Libro de 2021. 

Antes y ahora vienen con la etiqueta de literatura juvenil, aunque ellas defienden que las fronteras son cada vez más difusas. «La edad en la literatura es de inicio, pero nunca de fin; esa es su magia, que puede hablar de igual manera a una persona de 16 años y a una de 40, las dos tienen esas dudas humanas de adónde voy, quién soy y dónde me dirijo», desarrollan y sentencian: «No nos ponemos límites ni a nosotras como creadoras ni al lector, el lector joven es inteligente y no necesita que le sobreexpliques o le trates con condescendencia».