"La interpretación me parece un oficio muy duro y humillante"

Juana Samanes
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Polivalente. Pocos intérpretes de cine demuestran igual talento tanto delante como detrás de la cámara e, incluso, cuando ejercen también como guionistas

El cineasta francés Mathieu Amalric, reflexiona sobre el dolor y la pérdida en su última película, "Abrázame fuerte" - Foto: Alejandro García/ EFE

Al gran actor Mathieu Amalric le hemos admirado en películas como El Gran Hotel Budapest, Quantum Solace o La escafandra y la mariposa, pero muchos desconocen que antes de dedicarse a la interpretación trabajó en multitud de facetas en el mundo del cine, entre ellas la de director. A esta parcela tan creativa ha regresado en Abrázame fuerte, donde se atreve con una historia escapista que traspasa la pantalla.

Su película habla de pérdida, de dolor, y lo transmite al espectador. ¿Cree que ayuda que la historia sea de una familia con niños pequeños?
Realmente son los cuatro personajes de la obra original. Esa familia compuesta por un padre, una madre, y sus dos hijos pequeños; una niña y un niño. La protagonista en la obra literaria se llama Camille. Yo le puse Clarisse, pensando en la actriz Vicky Krieps, que es luxemburguesa, y le hacía falta un nombre germano. Luego está cómo la madre encuentra un modo de comunicarse con ellos a través de esa invención; sobre lo que hubieran sido en el futuro sus hijos. 

He leído que se emocionó cuando leyó la obra Je reviens de loin, escrita en Claudine Galea. ¿Pero qué aspecto le agradó más?
Un amigo pretendía llevar esta obra al teatro porque, a priori, tal como está escrita, no hay cine en esto, aunque lloré cuando la leí, y a las productoras también les ocurrió lo mismo. Así pues, empecé un trabajo de arqueólogo, para escribir sobre una lista que objetos que había en el texto y, al sumergirme en ellos, me empezaron a llegar cosas a la cabeza, todos tenemos un mundo paralelo. El cine tiene la facultad de provocar sensaciones y me gusta la inversión que hace Claudine Galea en su obra, de que es la mujer la que decide partir y, una vez que ha salido de la casa, ella puede imaginar que su marido y sus hijos se han quedado. No está mal como astucia.

Toda la película reposa en la actuación de Vicky Krieps, que encarna a la protagonista. ¿Cuándo decidió que fuera ella? Aunque usted ha manifestado que ha sido mucho más.
Pues cuando estaba dando vueltas al texto literario donde vivo, en Bretaña, me vino la imagen de Vicky, a la que había visto en el filme El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson. Pudimos quedar con ella cuando vino a París y le gustó la historia. Ella aportó muchísimo. Siempre decimos que es nuestra película, porque Vicky es la que tenía que cargar con las lágrimas por dentro, la que tiene que expresar el dolor puro, su encierro en la casa, las noches terribles, los trastornos psiquiátricos...

¿Qué tiene la dirección de cine para que un actor como usted decida pasarse detrás de la cámara?
En realidad, yo empecé mi carrera en sentido inverso. Me inicié en el cine con 17 años y trabajé en todos los oficios: montaje, atrecista, ayudante de dirección e, incluso, serví cafés, hasta que empecé a dirigir. En la interpretación empecé con 30. En ese período estuve viviendo con varias actrices y me parecía la interpretación un oficio muy duro y muy humillante. Las veía intentar hacer castings en películas que no eran interesantes, pero tenían que trabajar. Así que empecé como actor sin haber estudiado. De alguna forma, soy un director que hace de actor. Los actores son las personas más generosas, lo dan todo por otro autor.