Los precios de la tierra agraria siguen al alza

GUILLERMO ARCE
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La provincia mantiene las hectáreas más caras de Castilla y León en secano, regadío, viñedo y prado natural de secano. El coste medio es un 41% superior a la media de la Comunidad

La explotación agraria media en Burgos está en torno a las 70 hectáreas. - Foto: Valdivielso

El precio de la tierra agraria sigue alza. No tanto por la inflación disparada o la crisis en la que está inmersa el campo, sino por la siempre escasa oferta de parcelas realmente interesantes en un mercado muy hermético y especializado. El fenómeno no es nuevo: los escasos agricultores que pueden quieren comprar lo poco bueno que sale al mercado y el mejor postor es el que triunfa. Así, la falta de oferta y también la calidad agraria que atesora la provincia explican unos precios un 40% por encima de la media regional. La hectárea se paga a 8.378 euros de media, según la encuesta anual de precios vigente, aunque depende de su tipo y de sus aprovechamientos para que la horquilla de valor fluctúe entre los 26.787 euros del viñedo y los 5.582 del prado natural de secano.  

Son los datos que se analizan en el Informe sobre la situación económica y social de Castilla y León en 2021 del Consejo Económico y Social (CES), en el que concluye que los precios crecen un 0,8% en el periodo 2020-2021, aunque es un porcentaje que fluctúa extraordinariamente entre el tipo de tierras, las comarcas (o las denominaciones de origen) y también entre provincias. 

Una cosa queda clara, cueste más o menos, la tierra agraria productiva nunca se devalúa, es valor seguro.

En Burgos, tomando como referencia las encuestas de precios de  2014 y 2020, la mayor subida la experimenta la hectárea de regadío, cuyo precio se encarece una media de 3.819 euros, un 29,3% más que hace 6 años. Así, el último estudio cifra en 16.835 el precio medio, el más alto del conjunto de la región.

Similar evolución experimentan las tierras de secano, muy cotizadas en la provincia cerealista por excelencia. Se encarecen un 26,3% en el periodo analizado, lo que supone añadir una media de 2.087 euros por hectárea hasta alcanzar los 9.994 euros de 2020.

En el viñedo los aumentos del precio por hectárea rondan el 13%, es decir, 3.048 euros más, lo que eleva el precio final de los 10.000 m2 a los 26.787 euros, cifra máxima en el conjunto de la región.

Por contra, los precios del prado natural de secano y de los pastizales apenas han variado en seis años.

Negocio secular. La pujanza de este mercado rural radica principalmente en la escasez de la oferta  y en que está en muy pocas manos, las de un agricultor profesional que no permite especuladores ajenos a su negocio; que sabe aguantar como nadie los malos tiempos; que, por lo general, tiene ahorros y financiación a su alcance; y que aplica unas sencillas máximas transmitida de generación en generación: 'Las fincas con las fincas se pagan...'.

La competencia entre agricultores marca un mercado secular muy discreto, de tú a tú, en el que el progresivo abandono del campo marca la renovación de sus cada vez menos propietarios. Buena parte de las escasas tierras que salen a la venta son herencias de familias que apenas tienen vínculos con la agricultura y que necesitan un volumen de dinero alto y rápido que no dan los arrendamientos. 

Se compra cualquier tamaño de fincas, una o varias juntas y con calidades y producciones muy diferentes, lo que penaliza sobremanera la amortización de la inversión. 

La única referencia a la hora de la compraventa la marca el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, una cifra siempre por debajo del precio de este mercado. Realmente, lo que finalmente se paga solo lo saben el comprador, el vendedor y el notario que da fe de la operación.

«Hemos llegado a unos extremos exagerados, se pagan barbaridades por la hectárea de secano y la culpa de todo ello es la extrema competencia que nos hacemos los agricultores a la hora de comprar», explica Esteban Martínez, secretario provincial de Asaja, quien añora el «respeto» que imperaba antes en estas operaciones. «Antes te entendías con las familias cuyas tierras has cultivado en arriendo durante años, ahora no. Estamos en una competición bestial».

Los precios los retroalimenta el propio agricultor en su afán por ampliar sus explotaciones y hacerlas lo más rentables y productivas posibles. Compra tierra y compra maquinaria más potente para trabajarla, para cuya amortización necesita más tierra y así sucesivamente...

arrendamiento. El agricultor burgalés no es un gran propietario de suelo, la mayor parte de lo cultiva es en arrendamiento. Martínez estima que el 70% del suelo que cultivan son fincas en arriendo. 

En este ámbito, ha irrumpido un fenómeno nuevo y creciente: los parques fotovoltaicos. Son instalaciones que necesitan espacio (hectáreas) para rentabilizar las inversiones y que empiezan a morder fincas agrarias cultivadas. Los hasta 1.300 euros de alquiler por hectárea que pagan los promotores de renovables por un periodo de hasta 40 años de explotación son demasiado atractivos para los arrendadores y el principio del fin para la rentabilidad de los agricultores afectados.

Como referencia, y de acuerdo con el informe del CES, los cánones de arrendamiento rústico por hectárea van desde los 1.101 euros en viñedo, los 497 en regadío y los 176 de la labor de secano, cifras que fluctúan por comarcas. Burgos es la provincia con el canon medio más alto de la región: 161 euros frente a los 138 de media en la Comunidad.