La orden de María Inmaculada dice adiós después de 132 años

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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La caída en picado de la demanda en su residencia de estudiantes y el hecho de que apenas quedaban cuatro hermanas en la comunidad cierra el periplo en la ciudad de las conocidas como las religiosas del servicio doméstico

Las religiosas que se despiden de Burgos (en el centro la superiora, Mari Carmen Rivadeneira)posan delante de la que aún es su casa. - Foto: Luis López Araico

Burgos fue la última fundación que Santa Vicenta María López y Vicuña hizo en vida. Fue en 1890, pocos meses antes de su fallecimiento, y desde entonces la orden que constituyó, la de las Religiosas de María Inmaculada, ha formado parte activa de esta ciudad en la que sus miembros han sido siempre conocidas como las religiosas del servicio doméstico, pues una buena parte de su carisma, según explica la superiora, Mari Carmen Rivadeneira, es la acogida y la protección de las trabajadoras del hogar. Tal es así que desde que se puso en marcha en 2012 la Plataforma del Empleo en el Hogar de Burgos, que vela por la dignidad de quienes hacen este trabajo, ha formado parte de ella. Pues bien, esta historia llega a su fin. 

El próximo domingo 24 de abril, después de que la víspera realicen una misa de Acción de Gracias, las cuatro hermanas que forman parte de la comunidad se marchan de Burgos a diferentes ciudades y cierran tanto la residencia de estudiantes como el centro social del que eran titulares. También abandonan el proyecto Atalaya de atención a inmigrantes del que formaban parte con otras congregaciones religiosas.

Las razones de la desaparición de la orden en Burgos son varias. Por un lado, la escasísima comunidad que componían -cuatro monjas- en la que solo la superiora no era octogenaria y, por otro -el más importante- el descenso de la demanda de plazas en la residencia de estudiantes que gestionaban en la calle Ramón y Cajal: «Debido a esta gran disminución se abrió un discernimiento serio al que le ha seguido una reestructuración», afirma Rivadeneira. Esta situación hay que entenderla en el contexto de la cada vez mayor falta de religiosidad de la gente joven ya que, según la superiora, en la residencia, que tenía 97 plazas, el funcionamiento era diferente al de otras «porque no solo se daba alojamiento sino que había una labor pastoral y un proyecto educativo» y quizás este perfil ya no interesa a las estudiantes. Las religiosas que hasta ahora han estado en Burgos se marchan a Barcelona, Toledo, Vigo y Valladolid y el edificio ha sido alquilado a una empresa que le va a dar el mismo uso. En breve comenzarán las obras de una nueva residencia.

Una empresa ha alquilado el edificio para instalar otra residencia de estudiantes.Una empresa ha alquilado el edificio para instalar otra residencia de estudiantes. - Foto: Luis López Araico

No ha sido un paso fácil. La superiora reconoce que está siendo «muy doloroso» después de tantos años pero que la orden ha apostado por el realismo a la hora de plantearse su futuro, en cuyo horizonte está también la escasez de vocaciones y la consiguiente falta de relevo generacional. En cualquier caso, opina que hay que mirar hacia adelante «y más en este tiempo de Semana Santa».

La identidad que siempre han tenido estas religiosas es, según se refleja en su página web, la de «un rostro acogedor de mujeres seguidoras de Jesús, que acompañan, caminan, orientan a adolescentes y jóvenes ausentes de su hogar o en otras situaciones de riesgo y fragilidad, para que puedan llegar a ser personas con capacidad de decisión y de hacer opciones con criterios evangélicos».