La ley de la nutria se impone en el Arlanzón

G. ARCE
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La caza de una gran garza por parte de dos mustélidos -una madre y su cría, según los expertos- junto a puente Besson pone de manifiesto la buena conservación de un río urbano y salvaje

Es una imagen excepcional, muy rara de observar en la naturaleza y mucho menos en plena ciudad, como aseguran reputados expertos en el estudio de la nutria común (Lutra lutra). Es también una secuencia desgarradora, brutal y salvaje. Una garza real se encuentra pescando en las orillas del río Arlanzón al caer la noche, en las proximidades del puente Besson, como tantas y tantas veces se la observa. Esbelta, quieta y en plena tensión para avistar sus presas, la zancuda va a ser en esta ocasión la víctima: dos nutrias emergen súbitamente del agua y se abalanzan sobre el ave, lo agarran fuertemente con sus mandíbulas y lo van arrastrando hacia la profundidad hasta sumergirlo y ahogarlo. Posteriormente, sacan el cadáver a la orilla y lo devoran. 

La escena fue recientemente captada -cómo no- desde un teléfono móvil por unos sorprendidos paseantes y se ha hecho viral en las redes sociales. Las imágenes, pese a su baja calidad al filmarse casi de noche, no solo confirman la astucia y fortaleza del recuperado gran depredador del río, sino la salud de este entorno natural en plena capital.

Los expertos que han visionado la cacería urbana coinciden en que es una escena muy poco habitual, aunque el gran mustélido no solo se alimenta de peces, cangrejos, anfibios y reptiles, sino que también mata y come a otros animales que compiten con ella, como los cormoranes, las garzas o los patos, entre otros.

Macho de nutria captado en las orillas del río de la ciudad a su paso por la zona residencial de Fuentecillas. Macho de nutria captado en las orillas del río de la ciudad a su paso por la zona residencial de Fuentecillas. - Foto: Valdivielso

La presencia de dos ejemplares en la acción -aseguran- se explicaría porque son madre y cría, pues este animal es un cazador solitario que se solo se junta con los de su especie cuando se reproduce y cría.

«La reproducción de esta especie denota la presencia de tramos de río de alto valor ecológico, con hábitat de calidad y suficiente tranquilidad, tramos que habría que ensanchar y preservar», reflexiona Arnau Tolrà, ecólogo especialista en nutrias tras visionar el ataque en el Arlanzón. El investigador catalán ha observado cómo las nutrias siguen a las garzas para que les muevan los peces que posteriormente cazan, pero nunca había visto que dos animales atacasen conjuntamente a esta ave acuática. 

Las imágenes se las envió Miguel Ángel Pinto, director de las aulas de Medio Ambiente de la Fundación Caja de Burgos, que confirma que este depredador ha vuelto al Arlanzón y su visión es habitual en los últimos años, junto con la de una especie invasora, el visón americano, al que también se le ha visto cazando palomas en las riberas. 

El río urbano atesora un alto valor ecológico que hay que preservar y respetar»

El río tiene refugios suficientes en sus orillas (las nutrias, de hecho, utilizan varias madrigueras) y está razonablemente limpio para permitir la existencia de depredadores que nunca habitarían un entorno contaminado.

«La competencia entre depredadores es un hecho y suelen expulsar de su territorio a quienes comen lo mismo», explica Pinto, quien insiste en que esta lucha de poder contribuye a la eliminación de los especímenes más débiles o enfermos y potencia la supervivencia de los más robustos y sanos.

Recuerda el mensaje de que es positivo que la nutria deprede y de que no se genere una idea distorsionada sobre su comportamiento. Hace unos años, en Asturias, concretamente en la ciudad de Gijón, hubo una campaña en contra de una pareja de nutrias que se habían asentado en la ciudad y cuyo mal fue alimentarse de los patos exóticos de un estanque, algunos de los cuales se les habían eliminado las plumas para evitar su vuelo.

La nutria es un animal extremadamente ágil y astuto, y también fuerte y mortal en sus ataques. Cuando acude a cazar se suele desplazar escondiéndose entre la vegetación de las orillas de los ríos que habita y, una vez que se ha dado el banquete, se deja llevar por las corrientes río abajo para ahorrar energía. Es un animal -y así lo confirman las imágenes- crepuscular y nocturno en sus costumbres, aunque su vitalidad depende de la estación del año.

En la zona de Fuentecillas se ha observado en varias ocasiones a un gran macho en las riberas, lo que es una buena noticia. Es un animal territorial, por lo que en el entorno puede haber hembras. Se mueven kilómetros aguas arriba y abajo, marcando su territorio con sus excrementos y marcas anales.

Los consultados coinciden en el tesoro natural que tiene Burgos en su río y en la necesidad de generar una convivencia tranquila con estos habitantes de sus aguas.