Desaparecen las quejas por botellón junto al cementerio viejo

ARSENIO BESGA
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Los vecinos de la zona del ferial de Miranda dejan de sufrir el ruido, las aglomeraciones, la suciedad y los ataques a sus propiedades. Los jóvenes ahora se reparten por la ribera del Ebro y algunos han vuelto a La Picota

La ribera del río a la altura del cementerio amaneció ayer prácticamente limpia. - Foto: A.B.

Las largas noches sin dormir por el ruido y los enfrentamientos con las decenas de jóvenes que acudían a hacer botellón cerca del cementerio viejo de Miranda han terminado para los vecinos. Desde hace algunos meses, en el área del recinto ferial del Casco Viejo han visto como los altercados han disminuido poco a poco. Eso sí, las reuniones nocturnas se siguen dando junto al río Ebro, aunque sus efectos para la convivencia no resultan, ni mucho menos, parecidos. Según confirman algunos de los habitantes afincados en esta zona, los adolescentes «siguen bebiendo en el embarcadero, pero ahí es donde menos se molesta a las casas».

Con ello, se ha puesto fin a una tendencia que causó graves problemas a la comunidad del Casco Viejo. En el área del ferial, justo al lado del cementerio, hace algunos meses se daban aglomeraciones de centenares de muchachos que generaban un ruido insoportable, así como suciedad y hasta desperfectos en las propiedades. Ahora, conforme a la descripción que hacen los vecinos, «el espejo del cruce suele aparecer roto, pero no hay más problemas de ese tipo». El motivo esencial viene dado porque el botellón ha perdido fuerza en Miranda durante el verano y los jóvenes que quedan se reparten por toda la ribera del Ebro. Además, algunos han vuelto a La Picota, como durante la época de la pandemia.

En este punto elevado de Miranda, situado a escasos metros del castillo, los vecinos del Casco Viejo aseguran que han visto un cierto retorno de los jóvenes para beber en la vía pública. No obstante, como ocurre en las orillas del río Ebro, la cantidad de personas que acuden a este lugar ha caído considerablemente si se compara con su época de mayor auge, el año 2020.

Una de las consecuencias esenciales de este cambio en la dinámica del ocio nocturno, según confirman los residentes de la zona del ferial, se resume en que «ya no necesitamos llamar a la Policía». Durante los peores meses de los altercados, los avisos a la comisaría eran constantes y el descontento crecía cada semana. Sin embargo, como el molesto ruido, esta cuestión se ha erradicado.

Por su parte, la suciedad no ha terminado de desaparecer, ni en las riberas del Ebro ni en La Picota. Ahora bien, la cantidad de botellas, bolsas y residuos diversos ha disminuido considerablemente. De hecho, incluso la zona del embarcadero, apenas a diez metros del cementerio, el domingo despertó prácticamente limpia y solo mostraba algunos plásticos estancados en el agua.

INSEGURIDAD EN EL BARRIO. Pese a que los vecinos del Casco Viejo, y sobre todo las casas cercanas al cementerio, ahora pueden descansar por las noches, en los últimos tiempos el barrio está sufriendo un nuevo problema. Según explican algunos residentes, hay quienes tienen cierto «miedo» porque se han dado ya varios hurtos y, principalmente, temen a quienes han okupado una vivienda junto al Conservatorio. Las personas que residen en las inmediaciones de esta propiedad dicen haber «escuchado hasta disparos al aire» y ya se están movilizando para recoger firmas a fin de exigir una solución.