Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Productividad improductiva

14/11/2021

Los nueve años del niño fueron amputados, el monstruo violador y asesino había aplastado su existencia un día en que iba a jugar disfrazado al parque, con sus compañeros. Los carceleros entonces denunciaron al ministro culpable, Marlaska, que había provocado la suelta del monstruo. El crimen de Lardero está desvelando una estúpida tendencia de nuestras instituciones: desde hace años, desde los gobiernos, se promueve la libertad provisional de criminales que no están arrepentidos y de peligrosos seres, demostrados como tales, que atacan a los ciudadanos pacíficos. La justicia es injusta por leyes estúpidas diseñadas por malvados o cretinos. La ley, en un absurdo histórico tal vez nunca visto, favorece a quienes la desprecian; los jueces ayudan a los delincuentes. La Policía ha de soltar a los ladrones. En cambio, a la gente normal, nos aprietan con argollas legales exprimiéndonos con mil y un impuestos, quitándonos hasta la luz y el aire. 
Los funcionarios de prisiones denuncian recibir presiones; se premia a quien más presos deje en libertad, como parece haber ocurrido con el presunto asesino, contra el criterio de los expertos que bien le conocían en la prisión. Se paga más a los directores de las cárceles si echan a la calle a los criminales. 
Poner cuotas de productividad en las cárceles es una atrocidad, un virus transmitido del mundo comercial que está llegando a muchos ámbitos, como la Policía, que recibe en algunos lugares más sueldo si pone más multas, propiciando abusos. Tampoco puede haber ese supuesto examen de la productividad en la medicina. Echar enfermos a la calle para liberar camas: premio, y que se mueran en sus casas. La medicina, la justicia o la educación no han de sufrir esas medidas cuantitativas que pretenden meter todo en el lecho de Procusto, cortando pies o manos, si un cuerpo ahí no cabe.
También reciben presiones los profesores para que no haya suspensos y pongan buenas notas. Algún ocioso de las cloacas mentales del ministerio lo ideó: un inútil cuestionario al profesorado universitario que le lleva horas de trabajo rellenarlo. Docentia. Se premia al que aprueba más, pero no se penaliza al que regala sobresalientes. El resultado es que los más justos, que luego tienen que sufrir nuevas evaluaciones y recibir a alumnos disgustados, trabajando más, se ven animados a abandonar el rigor y regalar títulos. Muchos se han dejado llevar por lo más fácil. Si todos ostentan buenas notas no significa que sean maravillosos, puede ser lo contrario. ¿Nos gustaría que nos operase un cirujano a quien se le regaló el título? La productividad puede ser lo más improductivo al final si se evalúa mal. Evaluar adecuadamente es fundamental. Disfrazamos a los niños o a los adultos como si todos fueran estupendos, estadísticas logradas. Mentiras manifiestas que luego pueden dejar un siniestro charco de sangre.