Ya hemos dicho en otras ocasiones que para quien está atento a la vida local es fácil escribir una y cien columnas, porque los mandamases son fuente inagotable de tema; el penúltimo, el pasado viernes, en el Pleno, cuando el alcalde De la Rosa reprochó a una ciudadana que acuda a ejercer su derecho de participación, porque, según explicó con el dequeísmo que le caracteriza, estaba abusando. La buena mujer reclama Pleno tras Pleno mejoras en la accesibilidad y, se ve que al alcalde De la Rosa le molesta y le ha enseñado las espinas de su apellido. También se ve, y esto es más grave, que el regidor no sabe qué es el abuso de derecho, aunque lo ha esgrimido como un florete; Manolete, Manolete, si no sabes torear pa qué te metes.
Al tiempo, y para que no haya una sin dos, el vicealcalde Marañón ha ido a Viena a vender la música de nuestra democracia, porque entiende digna de medalla la consulta del plan estrella -y estrellado- de Gamonal, aquella en la que participaron doscientos trece burgaleses; ¡ole ahí! También Marañón ha hecho gala de su apellido, que no es sino el aumentativo de maraña, o sea, lío o espesura, y aquí lo dejamos para no señalar acepciones más comprometidas.
Y como no hay dos sin tres, la concejala Pérez Pardo hace gala de su apellido materno con una gestión sombría y cenicienta del área cultural y ha bajado las persianas de las escuelas municipales de dulzaina y dibujo, mandando a casa a doscientos alumnos.
Esto de que a nuestros regidores locales se les vean las entretelas está muy bien, porque nos da ocasión de comprobar, no sin tristeza, que no son humanistas, ni ilustrados, ni tan siquiera burócratas o técnicos que sepan construir el Burgos del futuro, y también, que no aguantan las cargas del cargo y son demócratas de boquilla, por mucho que vendan en Viena participación ciudadana como sardinas en banasta.
Una ciudadana se llevó un sofión público del alcalde De la Rosa, en Viena se habrán quedado ojipláticos con la democracia que vende Marañón, y Pérez Pardo ha mandado a doscientos burgaleses con la música y los pinceles a otra parte. De todo se aprende; los mandamases errando tal vez aprendan a herrar y los demás, tomemos nota y procuremos no molestar.
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