La desidia se cierne en torno al balneario de Valdelateja

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El Rudrón se encuentra estancado y sucio a su paso por la histórica casa de aguas -cerrada tras años de laberintos jurídicos y administrativos- y los alrededores están llenos de pintadas

Este aspecto presentaba el Rudrón a su paso por el balneario. - Foto: J.L.S.

En 1880, cuando se supo que las aguas del manantial tenían propiedades mineromedicinales y el dueño del terreno por el que pasaban vendió dos terceras partes a otros tantos socios, comenzó la vida del balneario de Valdelateja, que ha sido de todo menos tranquila. Ahora, después de más de una década cerrado y sumergido en los rescoldos de un tremendo laberinto jurídico y administrativo que ya terminó, la que fuera popular casa de aguas languidece en una de las zonas más frondosas de la provincia de Burgos sin que, hasta ahora, parezca que tenga un futuro más o menos despejado. Quizás por esa incertidumbre y por el olvido, sobre su entorno ha caído la más importantes de las desidias.

Como ilustran estas imágenes, el río Rudrón, a la altura de la pasarela del balneario, se encuentra atascado y lleno de porquería, y uno de los 'altares' de los alrededores del otrora complejo turístico, está invadido de pintadas soeces que afean el conjunto, en el que los ayuntamientos de la zona han puesto muchas veces sus esperanzas para la dinamización del entorno y la creación de puestos de trabajo.

Esta situación ha sido advertida y denunciada por varios senderistas que el pasado fin de semana decidieron recorrer la zona y que se preguntan si no se puede poner algo más de atención en el cuidado de este entorno natural.

Después de años de conflictos jurídicos (entre los dueños, la junta vecinal de Valdelateja y Ecologistas en Acción)y atascos administrativos, tanto relativos a la propiedad del manantial de aguas mineromedicinales como a su uso y su perímetro de protección, el establecimiento terminó por echar la llave y dejar en la calle a sus 22 trabajadores. Lo último que se supo es que sus propietarios, la orden de los Padres Paúles, estaban buscando un operador turístico que lo quisiera explotar.

Estos religiosos le compraron el edificio a los jesuitas en 1967 y hasta 1995 -cuando lo arrendaron al Grupo Castelar, con sede en Santander, que fue quien lo gestionó hasta su cierre- lo utilizaron como espacio de colonias veraniegas para los alumnos de sus colegios y sus novicios.  A la Compañía de Jesús el balneario le fue donado por el último de sus dueños, Constantino Sancho Monteverde, que a mediados de los años 50 quiso deshacerse de él «porque se iba deteriorando y no producía ningún beneficio y sí diversos gastos», como recuerda José Manuel López Gómez en su libro Balnearios de Burgos. Valdelateja, una memoria recobrada 1880-1968, donde cuenta la historia de este centro, que interrumpió sus actividades de ocio y de restablecimiento de la salud unos meses después de que se iniciara la Guerra Civil -en ese periodo se convirtió en hospital de primeros auxilios- y ya no la volvió a recuperar hasta finales del siglo XX.

Uno de sus mejores períodos lo vivió el establecimiento entre 1930 y 1936, época de la que se conserva el folleto informativo en el que, entre otros aspectos, hacía hincapié en los efectos de las aguas del manantial en la salud: «Desaparición del síntoma de dolor, aumento de la movilidad articular, regulación de la función motora y secretora del estómago e intestinos con desaparición de ardores y dolor, expulsión de arenillas, disminución de la hipertensión y desaparición de los accesos de asma, jaquecas y urticarias».