Un genio del arte de lo pequeño

R. PÉREZ BARREDO
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El burgalés Íñigo Rodríguez es uno de los más prestigiosos modelistas del mundo. Lleva cuatro décadas en activo. Numerosos museos poseen obras suyas. Ha sido subcampeón del mundo en dos ocasiones

El burgalés Íñigo Rodríguez es una auténtica eminencia de la artesanía en miniatura a nivel mundial. - Foto: Alberto Rodrigo

Adentrarse en el santuario creativo de Íñigo Rodríguez es como viajar en el tiempo; o como recibir, de golpe y de una manera visual, una lección de historia. De historia en miniatura, eso sí. Este burgalés de 53 años, cocinero de profesión, es uno de los modelistas más prestigiosos del mundo. Ahí es nada. Las paredes y los anaqueles del -también pequeño- taller que tiene en su casa de Cardeñadijo avalan esta afirmación: premios y reconocimientos internacionales se acumulan aquí y allá, así como publicaciones en las revistas más importantes del mundo especializadas en esta actividad artesanal. La pasión por el modelismo le llegó a Íñigo muy pronto, con seis añitos, desde el día en el que su padre le compró una maqueta. No ha parado desde entonces. Ha creado miles de piezas, algunas de las cuales -verdaderamente asombrosas- lucen en las vitrinas de su estudio. Su pasión está muy relacionada con la historia, por la que siempre mostró un enorme interés. No hay una época concreta que le seduzca más que otra: todas le fascinan, desde el Imperio Romano hasta la II Guerra Mundial, si bien siente cierta predilección por la aviación: pilotos (como la figura Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, por ejemplo) y aviones de todo tipo han nacido del talento, la paciencia y la destreza de este modelista, todo un gurú entre quienes cultivan esta singular afición.

Hay piezas creadas a partir de un kit (piezas que se montan y luego se pintan), pero otras muchas que ha modelado y pintado él de principio a fin a partir de una pasta especial luego de montar un armazón de alambre. De su taller creativo han salido piezas que hoy se pueden contemplar en numerosos museos relacionados con la historia o el ejército. Toma parte en concursos que se celebran en países de todo el mundo, e incluso de los mundiales (que se celebran cada cuatro años) y en los que, por dos veces (en Boston,Estados Unidos, y en Eindhoven, Holanda) quedó en segundo lugar: medalla de plata. Este virtuoso en el arte de lo pequeño, que lleva cuatro décadas en activo, nada menos, asegura que su pasión le permite relajarse, hasta el punto de que es capaz de pasarse horas y horas sin pensar en otra cosa que en la obra de turno.

«Esta pasión mía es una chaladura, pero es algo muy bonito, muy entretenido. Lo hago por placer. Me relaja. Es una pasión minoritaria, es cierto, pero que te absorbe. Vamos, que somos unos frikis, como se dice ahora», apunta sonriendo. Cada creación, por minúscula que parezca, está realizada con todo lujo de detalles: en los pliegues de los atavíos, en los colores, en los brillos, en los adornos... Algo realmente increíble. Afirma Íñigo Rodríguez que en el circuito en el que se mueve se conocen todos, y que también hay mucho coleccionista, que suele realizar encargos a los hacedores de estas miniaturas. Él ha hecho muchos, aunque principalmente desarrolla estas obras por pura pasión, no con fines crematísticos. Le gusta elaborar lo que se llaman 'viñetas', esto es, un conjunto en el que hay al menos tres figuras y está ambientada, es decir, hay parte de un paisaje, por ejemplo. «Cuentan más cosas que sólo una figura».

Un genio del arte de lo pequeñoUn genio del arte de lo pequeño - Foto: Alberto Rodrigo

Hay piezas (o un conjunto de ellas) a las que ha dedicado meses, muchos meses, casi un año. Porque zambullirse en una creación de este tipo también lleva una labor de investigación, de bucear en la historia de la época que se va a recrear.Y estos artesanos son muy pero que muy perfeccionistas: Íñigo tiene muchísimos libros y revistas de historia que consulta continuamente, si bien internet vino a facilitarle la vida en este sentido. «Documentarse en fundamental», subraya. Aunque toca todas las épocas, Burgos también tiene protagonismo en sus creaciones: el cura Merino, burgaleses en la Cuba del desastre del 98, la evolución humana o el Cid ocupan un lugar protagónico en sus vitrinas.Aunque es la historia en lo que se centra, de vez en cuando realiza alguna pieza de fantasía, esto es, de personajes de Marvel, por ejemplo, como Spiderman, el Duende Verde, Batman, el Joker...

En continua evolución. Suele dedicar un rato a ese menester todos los días, aunque el verano no es la época más precisa para ello por culpa del calor, que afecta a la pintura. Para trabajar con tallas tan pequeñas con tanto detalle utiliza unas gafas de aumento especiales, ya que de lo contrario sería casi imposible pintarle el iris de los ojos a una pieza de 54 milímetros, que son las más pequeñas que suele realizar. Dentro de poco, va a tomar parte de una exposición homenaje que se le va a tributar en Madrid al gran pintor de la historia y de las batallas Augusto Ferrer-Dalmau. Íñigo le va a honrar con una miniatura calcada a uno de los cuadros de este artista.Una verdadera maravilla. Admite que, en estas décadas de pasión, ha evolucionado como modelista; que las piezas que crea ahora son mejores que las que realizaba hace veinte o treinta años. «Se aprende continuamente. Y vas mejorando también porque estás en contacto con otros modelistas.Ahora, con las redes sociales, puedes ver cómo se trabaja enAustralia, por ejemplo. Antes todo era a través de revistas, e imagínate desde una ciudad pequeña y provinciana como Burgos.Era más difícil. Pero siempre iba poco a poco mejorando.Pero nuestro arte ha evolucionado mucho y se ha mejorado mucho en general. Yo aprendo de gente de todo el mundo.Y me sorprendo muchas veces de las cosas que veo», reconoce.

Afirma Íñigo Rodríguez que España es una de las mejores canteras de modelistas del mundo. «La escuela española es top. Hay muy buenos modelistas. Estamos entre los mejores». Es uno de los integrantes de la Asociación de Modelismo Estático de Burgos, que todos los años, en el mes de diciembre, organiza una exposición que suele ser una de las más visitadas del año. «A la gente le gusta nuestro trabajo», concluye este genio del arte de lo pequeño.