Estudian utilizar ovejas en el Castillo para cuidarlo

G. ARCE
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Víctima del botellón, del abandono y de los incendios de julio, el parque más próximo a la ciudad se va perdiendo sin un plan forestal municipal que contemple un mantenimiento permanente

El cerro es un lugar de encuentro, charla y paseo de los incondicionales de su tranquilidad y grandes espacios. - Foto: Patricia González

«Más que un parque verde de la ciudad parece su patio trasero». Así define al cerro de San Miguel, el Castillo, uno de sus usuarios habituales, harto de los estragos del botellón, del vandalismo de fin de semana y de las decenas de árboles que permanecen caídos en este entorno verde desde el que se divisa toda la urbe. En el Ayuntamiento reconocen, en palabras del concejal de Medio Ambiente, Josué Temiño, que el mantenimiento «no es el adecuado» y que de poco sirven las actuaciones puntuales de las brigadas vinculadas a los talleres de empleo.

Los males del Castillo no son nuevos, aunque los incendios intencionados de la noche del 22 de julio han sacado a la luz el abandono y la falta de cuidados de este cerro histórico cubierto de coníferas, plantadas en los años 50 con el ingeniero de montes Mariano Jaquotot como alcalde. Muchas de ellas no han aguantado el paso del tiempo aunque, lejos de ser eliminadas cuando caen, permanecen en el lugar subrayando su abandono. Su madera no tiene valor.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)